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Atracciones

Nueva York se llena de los colores y lunares de Yayoi Kusama

El jardín botánico del Bronx homenajea la artista japonesa con una completa retrospectiva que no hay que perderse.

La íbamos a disfrutar la primavera pasada pero la pandemia nos hizo esperar un largo año más. Pero, ahora sí, por fin, Nueva York será, hasta el 31 de octubre, la capital artística de Yayoi Kusama, la creadora japonesa conocida por sus obras de estridentes colores, formas onduladas y, por supuesto, sus icónicos lunares. Es un esperado regreso de Kusama a la ciudad donde vivió durante una década larga, en los años 60, y donde demostró ser sumamente polifacética y productiva.

De hecho, en su estudio de Nueva York, fue donde creó una de sus obras más icónicas y que tampoco falta en esta nueva exposición KUSAMA: Cosmic Nature del New York Botanical Garden. Es la llamada habitación infinita, una sala forrada de espejos y decorada con objetos luminosos que da al visitante la sensación de estar perdido en el centro de todo un universo eterno. Es, sin duda, una de las principales atracciones de la exposición y, por supuesto, no falta en el recorrido de esta nueva muestra.

La sala del jardín botánico lleva por título ‘Pumpkins Screaming About Love Beyond Infinity’ y es un tierno homenaje a la calabaza, un humilde vegetal que chifla a Kusama tal y como deja constancia el cartel informativo de la obra: “cuando veo una calabaza no puedo esconder que sea mi todo, ni la fascinación que despierta en mí”.

El efecto de la sala es igual de fascinante porque entras en la oscuridad más absoluta y, poco a poco, un montón de calabazas de varios tamaños, atrapadas dentro de unos espejos translúcidos, se van encendiendo impregnando todo de un intenso amarillo anaranjado. Si nos asomamos, el conjunto de calabazas se convierte en una alfombra de fuego que no tiene fin.

Esta es una de las dos habitaciones infinitas que exhibe el jardín botánico, pero, para la segunda, habrá que esperar un poco más para disfrutarla. La sala ‘Illusion Inside the Heart’ se oculta dentro de un cubo revestido de (cómo no) espejos, y es sensible a la luz natural para cambiar de color con el día. El nuevo espacio no abrirá hasta el mes de junio, pero ya puedes visitar el cubo por fuera y admirar el paisaje del jardín reflejado en su superficie.

El itinerario por los idílicos jardines, desde el acceso principal, arranca con la imponente ‘I Want to Fly to the Universe’, una de las obras creadas expresamente para esta exposición. Se trata de una flor de tentáculos rojos y azules con la cara de un sol en su corazón. Su rostro dibuja una expresión de sorpresa, la misma que se te queda en la tuya al contemplar esta impresionante escultura que, para máximo efecto, reposa sobre un estanque que refleja su sombra.

No muy lejos, escondido detrás de unos cerezos cuya flor ha estallado con la primavera de Nueva York, se encuentra el lago del Native Plant Garden donde 1.400 esferas de acero inoxidable navegan, sin rumbo, empujadas por el viento. Es ‘Narcissus Garden’ una obra que Kusama creó en 1966 para la bienal de Venecia y que ha visitado museos de todo el mundo. Si la meteorología acompaña, las esferas golpean las unas con las otras creando un tenue sonido que te empuja a sentarse a la orilla a meditar.

Para completar el recorrido por la parte de la exhibición que está al aire libre, nos queda ‘Ascension of Polka Dots on the Trees’, un camino de árboles forrados con telas rojas y lunares blancos. Y, por supuesto, ‘Dancing Pumpkin’la estrella de la exposición y otra de las novedades de Kusama que se presenta como una escultura de bronce mastodóntica, de casi 5 metros de alto. La calabaza danzarina, vestida de negro y naranja y cubierta de lunares, está rodeada de abedules (el mismo árbol que inundaba Matsumoto, ciudad donde creció la artista). Los visitantes están invitados a merodear entre sus patas gigantes y entretenerse con su interior reflectante, una diana perfecta para los selfies.

Más interactiva aún es ‘Flower Obsession’, un invernadero al que entramos armados con una flor adhesiva o de plástico con el permiso expreso de pegarla en el rincón que más nos guste: en la mesa, perfectamente tendida para un buen almuerzo, en los estantes repletos de libros y cerámica o en las herramientas de jardinería. Lo curioso es que, durante los meses que dure la exposición, no se va a tocar nada. Es decir, que con toda probabilidad, el espacio quedará completamente engullido por las flores y pegatinas.

La exposición sigue en el interior, ya dentro del Conservatorio Haupt. Aquí damos con ‘My Soul Blooms Forever’ obra formada por un grupo de flores gigantes pintadas de llamativos colores que descansan en el agua y bajo la recién restaurada cúpula de cristal de Palms of the World Gallery. También merece un buen paseo ‘Starry Pumpkin’ donde otra calabaza adornada como un mosaico de piezas rosas y doradas se pierde entre una vegetación inspirada en su forma y colores.

Rematamos con un conjunto de bocetos, dibujos y reproducciones de sus antiguas creaciones que puedes encontrar en el Mertz Library Building. Además, se incluyen series de fotos de sus performaces (como la que hizo en 1966 en Nueva York, paseando por sus calles vestida con un kimono rosa y con un paraguas decorado con flores).

En una Nueva York que todavía se recupera de la pandemia, Kusama, de la mano de la primavera, nos invita perdernos en un jardín de ensueño repleto de flores, colores y lunares. Así todo se ve mejor.

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