A principios del mes de mayo, el Museo del Prado presentaba el nuevo proyecto de exhibición de sus fondos permanentes con la apertura de las salas 19 a 23, dedicadas al arte europeo del siglo XVIII. La idea, en línea con las propuestas expositivas contemporáneas, conjuga las diferentes disciplinas (pintura, escultura y artes decorativas) con el fin de contextualizar social e históricamente la creación de periodos artísticos concretos. Este espacio muestra a partir de ahora una panorámica cronológica completa de la producción artística de aquella centuria.
El itinerario comienza en el Madrid de Carlos II y la transición de los Austrias a los Borbones con la llegada de Felipe V como primer rey español de dicha dinastía. Finaliza con el arte de la familia Tiepolo durante la primera década de reinado de Carlos III, propiciando así el enlace sucesivo con las cercanas salas dedicadas a Goya. A través de las diferentes obras expuestas, se percibe no sólo los cambios en el escenario político europeo –en el que Francia comenzaba a arrebatar la hegemonía a España–, sino también el paso hacia los nuevos modelos estéticos que culminaron con el neoclasicismo de Mengs y el auge de Venecia, Florencia y Bolonia como los centros neurálgicos del arte de finales del siglo XVIII.
En la reordenación de las salas dedicadas al siglo XIX se percibe con claridad la mano mágica de Carlos G. Navarro. Las colecciones de esta centuria constituyen uno de los grandes tesoros del Museo del Prado. Es tan prolífica la producción artística de este periodo que las obras ocupan 15 salas del ala sur del edificio Villanueva (unos 1.600 metros cuadrados).
Francisco de Goya es el nexo entre ambos siglos y el enlace que permite la profunda exploración del arte decimonónico y las nuevas narrativas que otorgan mayor espacio y presencia a la pintura social, a la figura femenina, el miniaturismo y las nuevas geografías. El itinerario plantea diálogos entre autores, pinturas y esculturas, y asociaciones que hablan de influencias y admiraciones, en una época marcada por las crisis políticas, las guerras napoleónicas y los potentes cambios sociales y culturales.
El triunfo del Neoclasicismo en España abarca el primer tercio del siglo XIX y se puede contemplar en la sala 62 a través de obras de algunos de los autores más destacados de su tiempo como José Aparicio, Juan Antonio Ribera o José de Madrazo. Tras el espacio dedicado al Romanticismo en la que se incluyen ejemplos de la recuperación de la tradición pictórica del Siglo de Oro y la escultura romántica, se avanza hacia la sala dedicada a Eduardo Rosales, una de las grandes figuras del arte español del XIX. La evolución hacia el Realismo llega de la mano de Carlos de Haes, Martín Rico, Luis Rigalt y Muñoz Degrain.
En la última sala del recorrido, se une a Joaquín Sorolla, Mariano Benlliure y Aureliano de Beruete una mayor presencia de las corrientes simbolistas e impresionistas, con Regoyos, y modernistas con Hermen Anglada-Camarasa y María Blanchard, que se incorpora a la colección permanente del Prado.
Un nuevo marco para Las hilanderas.
Las hilanderas, de Velázquez se presenta al público con un nuevo marco que oculta los añadidos realizados en el siglo XVIII sobre el lienzo original y permite contemplar la composición tal y como la concibió el maestro. Los parches incorporados al original –una costumbre frecuente en la época– desvirtuaron el encuadre primigenio del cuadro que dio lugar a una percepción distorsionada (y alejada) de la escena ante el tapiz, convirtiendo en costumbrista un contenido mitológico.
Conscientes de que la ampliación es una intervención histórica que no se debe perder, el Museo del Prado ideó un sistema de enmarcado en el que dejaba únicamente visible la parte del cuadro pintada por Velázquez. El sistema de enmarcado aúna criterios estéticos, de conservación preventiva y de sostenibilidad.
La última lección de Carmen Sánchez García.
Ella era Amiga del Museo del Prado desde el año 2003, mecenas y amante incondicional del arte desde muy joven. Carmen Sánchez dedicó su vida profesional a la docencia en el colegio Nervión de Madrid, al tiempo que participaba de manera activa en numerosas tareas de la Fundación. Murió el 14 de julio de 2016, a los 86 años de edad, legando a la institución una importante suma para la adquisición de nuevas pinturas. Así lo indicó de manera expresa en su testamento.
Cumpliendo su deseo, el Prado ha adquirido a lo largo de estos últimos cinco años varias obras relevantes –algunas de ellas de artistas no presentes en la colección del museo– que ha mantenido inéditas hasta el pasado mes de marzo cuando se inauguró la exposición El legado de Carmen Sánchez. La última lección.
Hasta el próximo 24 de octubre, en las salas 60 y 60 A del edificio Villanueva, se exhiben las piezas adquiridas gracias a su legado. Sobresale la Alegoría de la Templanza de Alonso Berruguete, obra del periodo italiano del autor. Destacan también San Francisco arrodillado en meditación de Mariana de la Cueva (pintada hacia 1664), y la Virgen del Carmen imponiendo el escapulario a san Simón Stock (1669) de Gabriel Antonio Corvoysier, que recién se estrenan en la colección del museo madrileño.
Visitas guiadas al Museo del Prado: todos los días de la semana a las 10.30 h, 12.30 h y 17.00 h. 90 minutos de duración.