La primera propiedad en España gestionada por la cadena asiática Rosewood aterriza en la capital con su filosofía «a sense of place», un marcado sentido de todo lo local.
Hace ya unos meses que el hotel Villa Magna, noviembre de 2021 para ser más exactos, volvió a la vida de la mano de la cadena hotelera con sede en Hong Kong, Rosewood, y lo hizo por todo lo alto, saliendo airoso de una intensa reforma que ha resultado ser como un traje a medida a la altura de la categoría del hotel en particular, y de Madrid como destino de lujo en general.
Una renovación que ha supuesto también toda una declaración de intenciones como la que demuestra su claro compromiso con el diseño contemporáneo, la arquitectura, el paisajismo y el arte (los hoteles hace mucho tiempo que dejaron de ser solo hoteles), al tiempo que canaliza el espíritu tanto del hotel original Villa Magna como del antiguo Palacio Anglada, el edificio original del siglo XIX. Caracterizado por un ambiente cálido y accesible, sin olvidar que este es uno de los hoteles de lujo más icónicos de Madrid, el Villa Magna refuerza el estatus de la propiedad como un codiciado lugar de reunión y un hito cultural, tanto para los antiguos huéspedes como para la población local, que ocupa cada día los asientos de los espacios gastronómicos y de ocio del interior. Y a juzgar por el resultado, y la lista de espera de reservas, la cosa funciona.
Con cierto aire de club privado en el vestíbulo y un ambiente muy calmado en las habitaciones, la sofisticación ha sido una máxima para los cuatro diferentes arquitectos que han trabajado en el proyecto de remodelación forjado a base de materiales sostenibles, ligeros y una decoración que simula a la de la casa señorial que fue, pero actualizada.
LA FACHADA, UN TRAJE A MEDIDA PARA EL HOTEL
Aunque de difícil ejecución, la fachada del edificio ha sido uno de los principales cambios en el hotel. Al extenso volumen de limitaciones urbanísticas se han sumado los requisitos y necesidades por parte del hotel para remodelar uno de los emblemas del Paseo de la Castella. Ha sido el renombrado arquitecto español Ramón de Arana quien con gran maestría ha dotado a esta parte del hotel de una increíble sensación de movimiento y ligereza gracias al diseño de unos cubos de latón envejecido con entrecalles de aluminio gris oscuro que crean un efecto de contraste y de volúmenes. Y gracias a la forma grecada del alféizar que se encuentra dentro de cada cubo, se crea un efecto de luces y sombras que logra definir, desde fuera, cada habitación.
Otro de los puntos a destacar es su nueva entrada, en la que se le da una mayor importancia a la llegada del huésped a través de una escalinata de acceso al hotel situada en la parte principal del edificio que une el Paseo de la Castellana con el Porte Cochere, haciendo un guiño a la entrada del antiguo Palacio.
Y EL PROYECTO DE INTERIORISMO
Colaboradora habitual de Rosewood, ha sido la empresa australiana Bar Studio la encarga de aportar el fondo a la nueva forma del hotel. Para ello, no resulta complicado darse cuenta del homenaje a la historia, el arte y la tradición de la familia que residió en el Palacio Anglada en 1870. También, cómo no, a la cultura madrileña y al carácter individual del hotel, que ha representado un destino en sí mismo desde prácticamente su creación. A partir de ahora, también lo seguirá haciendo.
El resultado es una calmada mezcla entre un refugio urbano donde se viene a descansar, pero también a divertirse gracias al flujo natural logrado en los espacios interiores y exteriores, similar a la de una villa del madrileño barrio de Salamanca. Es posible que sea este punto donde más se percibe la flosofía de Rosewood ‘a Sense of place’, en la que el destino inspira los elementos de la propiedad. Una experiencia visual verdaderamente única que distingue al hotel del panorama de hospitalidad actual, una tarea nada sencilla. Otra de las características originales más atractivas del hotel es su preciosa vidriera de colores de la década de 1970, que sube hasta lo alto de la gran escalera antigua y que aporta un toque de color que destaca por encima de cualquier otro.
SANTUARIO URBANO, SUS HABITACIONES
El hotel ha conservado el mismo número de habitaciones que tenía antes de la reforma, 154, de las que 53, son suites.
A la altura de un hotel de lujo de primer nivel, sus habitaciones tienen todo lo que el huésped pueda desear: son amplias, hogareñas y funcionales, y todas respiran un aire de residencia privada como si, en vez de en un hotel, el huésped se alojara en su propia casa palaciega en pleno centro de Madrid. Además, y gracias a los amplios ventanales, todas ellas gozan de estupendas vistas y mucha luz.
En el apartado de la sostenibilidad no sorprende el compromiso por parte de la cadena, de ahí que no haya plásticos de un solo uso en toda la habitación (ni siquiera la llave, que es de madera), aunque los amenities pertenezcan a una marca francesa, algo que contrasta con la apuesta por lo local. Otra de las marcas de la casa es su mini bar, en este caso transformado en ‘maxi’ bar con todo lo que un huésped puede desear, desde cafetera Nespresso con cápsulas gratuitas hasta una coctelera y un libro para elaborar combinados sin necesidad de salir de la habitación.
COMER, BEBER, SOCIALIZAR
Es muy posible que la apabullante oferta gastronómica del Rosewood Villa Magna no tenga comparación con ningún otro hotel de lujo de la ciudad. Ni por extensa ni por precio, ya que uno de los factores que más sorprende de su faceta culinaria es el factor precio, asequible incluso para tratarse de un hotel de lujo en la capital. Aquí hay de todo y todo está bueno, desde un chef con estrella Michelin como Jesús Sánchez al frente de Amós hasta cócteles de autor elaborados con, casi, fórmulas magistrales. La prueba está en Tarde.O, donde su popular Negroni se destila durante 72 horas en una olla de barro y se disfruta o bien en el interior de esta especie de club de aires británicos o en la terraza exterior acondicionada para las bajas temperaturas.
Sorprende ver siempre animada la Flor y Nata, la pastelería/café del hotel donde disfrutar desde un delicioso y muy afrancesado dulce con un café o un té (su maestro pastelero procede de París) hasta un ‘lobster Roll’ y una copa de vino a mediodía. Ubicada justo al lado del vestíbulo del hotel, no está sola en la tarea de alimentar Madrid y hacerlo con sabor y mucho estilo, ya que en Las Brasas de Castellana, su restaurante, también se puede comer casi durante todo el día ricas tapas y platos con opciones saludables, además de ser el lugar donde se rinde homenaje a la tradición española con piezas inspiradas en las pinturas de bodegones, que cobran vida en el siglo XXI a través de la mirada de varios artistas contemporáneos.
COLECCIÓN DE ARTE INMERSIVA
La amplia colección de arte del hotel ha sido seleccionada y encargada por la firma inglesa ArtLink, con un reconocido expertise a nivel internacional en el mundo del arte contemporáneo. Algunas piezas artísticas representan las historias de las fascinantes personalidades que recorrieron los pasillos del antiguo Palacio de Anglada, manteniendo el espíritu a través de retratos tanto reales como imaginarios. La estética madrileña y la moda española, de Balenciaga a Oteyza, también están presentes en la inspiración del vestíbulo de la mano del artista Jacky Puzey, que ha realizado para el hotel una obra que fusiona el sentido de la grandeza y el dramatismo de la pintura de la corte española y la moda.