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Hotelería

La casa de Yves Saint Lauren en Tánger se convierte en lujoso hotel boutique

La que fue residencia de Yves Saint Laurent en Tánger reabre como hotel. Villa Mabrouka, ahora propiedad del diseñador Jasper Conrad, es un oasis con 12 suites y exuberantes jardines.

Yves Saint Laurent siempre se sintió fascinado por Marruecos. El diseñador (1936-2008), afincado en París, aunque de nacimiento argelino, tuvo a lo largo de su vida varias propiedades en el país. La más conocida es Dar Es Saada, la Casa de la Felicidad en la Serenidad, que Saint Laurent y su pareja Pierre Bergé (1930-2017) compraron en Marrakech en 1974. Estaba cerca del Jardín Majorelle, donde eran asiduos y que también acabaron adquiriendo en 1980 para convertirlo en el oasis de 9.000 m2 que es ahora. Desde 2017 junto a ellos se levanta el Museo Yves Saint Laurent Marrakech.

En 1990 compraron en Tánger Villa Mabrouka (La Casa de la Suerte), una casa con impresionantes vistas sobre el estrecho de Gibraltar, y para cuya decoración contrataron al diseñador de interiores Jacques Grange. «Yves quería mucha cretona y un color diferente para cada habitación: una azul, otra amarilla… Era como decorar una casa para personajes de una obra de Tennessee Williams», dijo Grange en unas declaraciones incluidas en el libro Les Paradis secrets d’Yves Saint Laurent y de Pierre Bergé. De los jardines se hizo cargo el paisajista americano Madison Cox, quien ya había trabajado con ellos en la recuperación del Jardín Majorelle y quien, tras casarse con Bergé sólo cuatro meses antes de su fallecimiento, actualmente es el presidente de la Fundación Pierre Bergé-Yves Saint Laurent.

En esta casa de Tánger la pareja pasó algunas temporadas durante más de una década. «Marruecos fue donde fuimos más felices» declaró Bergé a la revista Paris Match en 2010. Hace cuatro años, tras la muerte de ambos, la fundación, con Cox al frente, vendió Villa Mabrouka al célebre diseñador británico Jasper Conran, fan incondicional del modisto, y quien desde 2016 ya contaba con otro establecimiento en el país, L’Hotel Marrakech, un multipremiado riad situado en el corazón de la medina de la Ciudad Roja.

Lo de Conran con Villa Mabrouka fue un flechazo. «Nunca olvidaré la sensación de salir de las estrechas calles de Tánger y entrar en el verde y sombreado patio de la casa, lleno de plátanos y palmeras, antes de vislumbrar el increíble jardín mirando al mar, repleto de malvarrosas, capuchinas, rosas, agapantos, buganvillas, jazmín y naranjos. Madison Cox lo diseñó hace tres décadas con imponentes palmeras, cítricos, enredaderas, hortensias y buganvillas, y ahora hemos añadido más de 6.500 plantas, arbustos y árboles nuevos», explica.

El espíritu de YSL

Tras la compra de la propiedad, el nuevo dueño ha decidido mantener la estructura modernista de la casa, típica de los años 40, combinada con la tradicional marroquí, y también ha respetado elementos originales como los azulejos del suelo, la ubicación de las habitaciones o la altura de los techos. «Mi pensamiento siempre ha estado en preservar en lugar de reinventar», explica el británico. El reto de Conran era convertir una casa particular en un hotel que supusiera «un remanso de tranquilidad y calma, inmerso en la belleza de la naturaleza y con un servicio atento». Tras casi cuatro años de obras, el resultado es un acogedor establecimiento donde se ha trabajado respetando detalles del espíritu de sus anteriores dueños. «Mi objetivo en todo momento ha sido proteger la magia tanto de la casa como de sus deslumbrantes jardines», continúa el británico.

Dentro del hotel prácticamente todo ha sido ideado y elaborado a medida: la vajilla, la mantelería, las telas, los muebles artesanos marroquíes, la iluminación… Nada está ahí puesto porque sí. Las baldosas son de barro vidriado bejmet y zellige, las tejas, de arcilla. Las pantuflas de los huéspedes se han confeccionado con terciopelo, aquí y allá vemos mosaicos y bustos romanos, candelabros de Murano, grandes sofás blancos, bordados, sábanas de lino, cubrecamas de cashmere… Esto es así porque para Conran los detalles son esenciales. «Ahora estoy inmerso en perfeccionar cada experiencia: cómo se servirá el café, cómo estarán los croissants hechos cada mañana en la cocina del hotel, o la sensación que tendrá el huésped al coger la salsera con la mano».

Solo suites

Las 12 habitaciones disponibles (desde 450 euros/noche) se mantienen en los mismos lugares donde Saint Laurent había dispuesto al comprar la casa. Todas son amplias y disfrutan de luz natural gracias a los ventanales que van de suelo a techo. Las paredes están encaladas y sobre ellas se posan suaves cortinas de gasa. Los paneles de las paredes y las cabeceras de los muebles están vestidos con ratán, y no faltan los materiales nobles también en detalles como los herrajes de latón, el mármol veteado de los suelos, las incrustaciones de nácar aplicadas en espejos y mesas, y las alfombras mauritanas de cuero y junco.

Villa Mabrouka, situada sobre la bahía de Tánger, se inauguró como hotel el pasado 21 de junio. En el recinto se reparten también tres restaurantes (donde se sirven productos frescos del mercado, ingredientes mediterráneos que se mezclan con la sutileza de las especias marroquíes), una terraza en la azotea, hamman y cafetería. Para las jornadas de calor, el nuevo hotel tiene dos piscinas. Una surge tallada en las rocas del acantilado, con cascadas de agua tibia por la piedra bañada por el sol y zona de hamacas; durante la reforma se ha añadido otra piscina de inmersión más pequeña, que brilla con azulejos locales decorados en espiga esmeralda.

Conran se despide desde su nueva aventura hotelera con un deseo: «Quiero que Villa Mabrouka sea un lugar donde puedas pasar tiempo admirando la belleza de todo lo que te rodea«.

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