El recorrido, que parte de Pardubice, termina en Hradec Králové, ciudad conocida como el Salón de la República.
Muchos son los distintivos que hacen de Pardubice una ciudad atractiva y especial, como que se encuentra a poco más de cien kilómetros de Praga. En un primer paseo por la urbe checa, bordeando el río Chrudimka, se observan los antiguos molinos de Winternitz, obra colosal del arquitecto checo Josef Gočár de 1909, hoy convertidos en un santuario cultural: Kulturfabric forma parte del llamado triángulo de Pardubice, que engloba el palacio, la plaza de Pernštejnské y los molinos.
El palacio renacentista de Pardubice fue antigua residencia de los señores del lugar, la familia Pernštejn, de la que se decía ser más rica que el propio rey. Se jacta el castillo-palacio, receptáculo del Museo y Galería de Bohemia Oriental, de ser el más grande y mejor conservado de Europa Central. Un magno edificio donde los colegiales se entretienen con los pavos reales que lo rodean mientras esperan para entrar.
Recorriendo Pardubice se observa su variada arquitectura que navega entre el estilo Barroco y el Renacentista, pero también el modernista de la era del Art Noveau. Además, cada dos por tres de ven carteles que llenan escaparates y bares anunciando los partidos del equipo de jockey sobre hielo local, uno de los mejores de la República Checa y el que presume de mayor cantidad de fans.
Una yeguada de alcurnia
La yeguada nacional de Pardubice está protegida por la Unesco, al igual que los prados verdes que la amparan. En la caballeriza de Kladruby, una de las más antiguas en el mundo, se cría con fines ceremoniales la raza checa más antigua de caballos de carruaje: el caballo Kladruber. Dependiendo de su color, atienden bien a funerales, cuando salen los negros, o a bodas, que son escoltadas por los blancos. Tienen fama de ser resistentes y de buen talante. Su linaje se remonta al siglo XIII y el último en poseerlos fue el señor de Pernštejn, que vendió la yeguada a la región de Pardubice.
En las cuadras se saluda a los equinos para luego pasar al museo donde se rememoran momentos ilustres en que los caballos tuvieron su papel estelar. Se observan los arcos de salida de las puertas de las de las cabellarías: por una se llega a Praga, por la a otra, a Viena.
Es un auténtico placer trotar a bordo de un carruaje tirado por caballos Kladruber y recorrer esa naturaleza, espectacular, rodeada de bosques y alfombrada por verdes pastos donde campan los 550 ejemplares, 300 blancos, 250 negros. Caballos que se venden nada baratos, salvo los sementales, cuya venta está prohibida. Desde el año 1994 la Caballeriza Nacional en Kladruby nad Labem suministra caballos a los establos reales de Copenhague, ya que la reina Margarita II es gran admiradora de esta raza.
Entrando en el bosque se ve a una joven con cesta en mano. ¿Irá a recoger setas? Otra pasea al perro en tan idílico paraje, y en los prados corretean los Kladruber blancos con sus potros, que nacen negros para no llamar la atención de los depredadores y que irán cambiando de color con la edad, alrededor de los siete años.
El segundo domingo de cada octubre tiene lugar en Pardubice una competición de salto de caballo y carrera de obstáculos de todas las razas, que se viene celebrando desde hacen siglos y acoge a más de diez mil personas.
Hotel locos años 20
En la plaza Masaryk (primer presidente checoslovaco) de Nachód encontramos el hotel U Beránka, cuyo nombre hace alusión a la pequeña lámpara que cuelga de la entrada, la misma que, aun pasando desapercibida, ha tenido la suficiente importancia para nombrar al establecimiento. Magnífico ejemplo de Art Noveau, sus habitaciones son cálidas y decoradas tipo años 20, algunas aún con papeles pintados de aquella época, al igual que su restaurante, por cuyas ventanas asoma la torre del antiguo ayuntamiento, y las de la iglesia gótica de San Lorenzo, del siglo XIII.
La gran sorpresa acontece cuando, al cruzar las puertas que llevan al siguiente edificio del U Beránka, aparece un guardarropa de madera donde el público que acudía al Teatro de Nachód dejaba sus abrigos antes de entrar en el edificio modernista. Espectadores de Praga, de toda Bohemia, iban a ver las obras de teatro y ópera que se sucedieron durante muchos años, y en las que tuvo influencia decisiva el apoyo del escritor Josef Škvorecky, nacido en Nachód. Al terminar la obra, pasaban a disfrutar del restaurante que sigue teniendo una exquisita gastronomía tradicional; también la cerveza oriunda local, Primator.
Ineludible es subir al castillo de Nachód que, aunque reformado en innumerables ocasiones, aún guarda vestigios de sus bodegas góticas del siglo XIII, y la joya de los cinco tapices diseñados por Jacob Jordaens. Con suerte, hasta se puede ver el oso guardián de palacio, paseando entre sus jardines. Ni qué decir tiene que las vistas desde la colina merecen el ascenso. Castillo que en septiembre se viste de medievo a juego con sus habitantes, que celebran cada año su fiesta medieval.
Plató de Heavy Metal
El escenario cambia de urbanita a rural cuando, siguiendo ruta hacia Hradec Králové, hacemos una parda en Las Rocas de Adršpach-Teplice, un conjunto de rocas calizas que supuestamente emergieron del océano hace millones de años y hoy ofrecen una belleza agreste y única.
Al entrar en el parque, la imagen de un lago de aguas turquesas, rodeado por foresta, induce a la primera foto; que luego no dejarán de dispararse al ir pasando por un laberinto rocoso, que a veces toma la forma de figuras animales e incluso humanas, o por un estrecho cañón por el que apenas se cuela la luz. Curiosas inscripciones en la roca, unas con letras enormes y otras diminutas, hablan de la riqueza del escritor, que contaba con la prebenda del tamaño de la escritura, según sus arcas.
Al mayor de los monumentos, formado por una serie de rocas en forma de torreones, se le llama El Castillo y ha sido plató de películas como Crónicas de Narnia, donde se disfrazó de puerta gótica, y también escenario de videos musicales de Heavy Metal, por ejemplo, el de Jon Rice de Behemoth.
Al hacer frontera con Polonia, es la polaca la nacionalidad que más se advierte en Adršpach, aunque su seductor paisaje atrae público de todas partes.
Dibujando con tinta china
El monasterio benedictino de Broumov está rodeado por verde campiña, amarilla en primavera cuando la pintan los campos de colza. Sigue predominando el estilo Barroco en su arquitectura, a pesar de haber pasado por varias restauraciones debido a los incendios, y esconde una pequeña y preciosa capilla en el subsuelo.
El monasterio, que alberga huéspedes que desean pasar unos armoniosos días disfrutando de la serenidad del entorno e ilustrándose, siempre estuvo dedicado a la educación y al arte. Testigo de ello es la impresionante biblioteca; también los talleres donde se puede aprender cómo hacer papel e ilustraciones con tinta, no sin antes haberse vestido con las túnicas de los monjes y un buen mandil, pues esa tinta, una vez impresa, no sale ni con pócimas mágicas.
Salón de la República
El centro histórico de Hradec Králové atesora una innumerable cantidad de monumentos que van desde la Edad Media hasta el siglo XX. Una riqueza arquitectónica barroca, gótica y renacentista a la que se sumó el modernismo, cuando en los siglos XIX y XX los arquitectos Jan Kotėra y Josef Gocár innovaron la ciudad con sus diseños funcionalistas. Contemporánea renovación por la que la urbe empezó a conocerse como el Salón de la República.
No cabe duda de que la presencia del agua es un plus añadido en los atractivos de las urbes, y en Hradec Králové confluyen los ríos Elba y Orlice. Coger un barquito y navegar por el río es una forma muy aconsejable de ir conociendo la ciudad. En una orilla aparece el Museo de Bohemia del Este, excepcional construcción de Jan Kotéra donde aprender sobre la historia de esta región y del estilo modernista de su constructor, que viste escaleras, lámparas, paredes y muebles.
Es domingo, la gente monta mercadillos de pulgas en las riberas del Elba y saludan al pasar, mientras se alcanza otro elemento arquitectónico ineludible, la planta hidroeléctrica Hučák, diseñada por Frantisek Sander en estilo Art Noveau, y suministradora de energía desde su construcción en 1910.
Jóvenes ciclistas pedalean al borde del río, seguramente se dirigen a uno de los colegios universitarios del nuevo campus que se finalizó en el año 2000 a orillas del Elba. Desde 1362, cuando se fundó la primera universidad de Hradec Králové, personalidades eminentes en diferentes ámbitos se han formado en sus aulas, véanse František Škroup, autor del himno nacional checo, escritores de la talla de Alois Jirásik y Karel Čapek, o el célebre alcalde František Ulrich, quien tuvo una influencia decisiva en el desarrollo de la ciudad, cuya calidad de vida salta a la vista. Lo suficientemente grande para no faltarle de nada, y pequeña para caminarla, recorrerla en bicicleta, conocer a la gente y disfrutar de una arquitectura verdaderamente asombrosa.
El barco amarra en un pequeño muelle donde la gente toma el sol en las tumbonas. De frente está el innovador restaurante y R&B Nãplavka, que hace una deliciosa limonada de diferentes frutas y sabores, tiene cervezas para todos los gustos y ofrece cocina tradicional o asiática. Paseando, tras el almuerzo, cerca del restaurante, se ve una curiosa torre Eiffel construida con los célebres mecanos de la marca Merkur, oriunda de Hradec Králové.
El Laberinto del teatro Drak ocupa antiguas estancias teresianas y allí se puede ver la trayectoria del mismo, a través de la exposición permanente Historia del Dragón 1958-2018. Se conecta al escenario del teatro por un puente de cristal. Los espectáculos de marionetas han sido incluidos en el patrimonio de la Unesco en 2016, ya que Bohemia Oriental tiene una larga tradición desde que Matej Kopecky, nacido en 1775, comenzó a darles vida. Los adultos también pueden gozar de la magia del teatro Drak, y durante una hora quedar hipnotizados por el arte onírico de George Méliès en El Último Truco.
Para disfrutar plenamente de la belleza arquitectónica de la Gran Plaza, hay que subir los muchos escalones de la renacentista Torre Blanca de 72 metros de altura, que alberga una de las campanas más grandes de la República Checa. Alcanzar la cima y observar a vista de pájaro la catedral neogótica del Espíritu Santo, las coloridas casas canónigas, la columna mariana que preside la hermosa plaza, parques, el río, barrios nuevos… Una vez abajo y de camino al antiguo convento, hoy convertido en el céntrico y lujoso hotel Tereziánsky Dvur, se ven los detalles de las casas barrocas, se pasa por tiendas con encanto y vericuetos por donde los universitarios cruzan entre arcos, túneles y atajos que les acortan su llegada a destino, y de los que está llena la ciudad.
Cenar en la cervecería Hradecky Klenot es disfrutar de una buena jarra de cerveza Klenot, destilada en el mismo local, un plato de ternera o un goulash, siempre acompañados por el típico pan esponjoso knedlíky, que no puede faltar para las sabrosas salsas. De fondo suena buena música; también en vivo, según las ocasiones.
Parques, arboledas, arbustos y flores embellecen cada esquina. En el parque Jirásek se encuentra la iglesia ortodoxa de madera de San Nicolás (1605), que transportaron a mediados del siglo XX, desde el pueblo eslovaco de Habura para honrar a los legionarios checoslovacos caídos en el frente ruso. Y hablando de iglesias, no hay que olvidar aquella en forma de Arca de Noé, obra de Josef Gočár y Josef Havliček, situada en el barrio funcionalista de Ambroz. Cuando se terminen de instalar sus 50 campanas, será el campanario más completo de Chequia.
Hospital Kuks, la perla del barroco checo
Llegar al hospital de Kuks, en Trutnovsk, pedaleando durante poco más de un kilómetro por la ruta ciclista 2, cercana al río Elba, es una grata experiencia de apenas 30 minutos desde Hradec Králové. Ya en la distancia se observa lo esplendoroso del monumento barroco más importante de Chequia, donde dan la bienvenida una serie de esculturas de Matthias Bernad Braun.
Por el sendero, entre prados, que conduce al hospital, camina gente, la mayoría con una cesta en la mano, que llenarán con hierbas medicinales, aromáticas, flores y plantas del mercadillo que se monta en el hospital los domingos, siguiendo su tradición farmacéutica. Nació como balneario para personas con problemas respiratorios, farmacia e iglesia de la Santísima Trinidad a finales del siglo XVII, gracias a la iniciativa del conde František Antonín Spork, quien quiso aprovechar las aguas medicinales de la zona.
Kuks terminó siendo una residencia de militares veteranos, a cargo de monjes, quienes les daban la oportunidad de vivir y de ilustrarse en tan epicúreo espacio. El complejo es inmenso y entre sus dependencias cuenta con un lapidario que guarda las esculturas originales barrocas de Virtudes y Vicios, obras de Mathias Bernard Braun, y una serie de jardines versallescos que rodean la propiedad, que también tiene su propio huerto.
La guía es una mujer joven cuyo entusiasmo por el Hospital Kuks es contagioso, a la hora de explicar los detalles de las muchas joyas que se encuentran a cada paso, las pócimas de la impresionante farmacia o los cuadros de la muerte que cuelgan de los pasillos, a cuento de la cercana relación del pensamiento barroco con la muerte. Culmina este nexo en aquella puerta de la iglesia donde un esqueleto, rodeado de joyas, hace alusión a lo poco que la avaricia, la lujuria o cualquier otro pecado capital cuentan al final de los días.
Hasta pronto Hradec Králové
Se cierra el recorrido bohemio con un pica pica al son de música roquera, y observando la magia del barman al tirar por los aires la coctelera, la pajita que volará para caer en el vaso y demás estupendas artimañas, antes de disfrutar de una estupenda piña colada o un Bloody Mary, en el multifuncional espacio Park 360.