
Praga ha estado siempre en constante transformación. Aquí el plomo se convirtió en oro gracias a la alquimia medieval, y la ciudad comenzó a ganar todo el peso de la fama que lleva siglos soportando con elegancia. Praga es lo más parecido a una quimera de destino que, aún sin ser perfecto, lo parece.
Oda al Art Nouveau

El Gran Hotel Europa se inauguró en 1872, pero no fue hasta 1905 cuando comenzó a adquirir la fama de la que aún goza. Historia, algo de leyenda y un buen puñado de anécdotas sitúan aquí el lugar de reunión de burgueses e intelectuales de la época. También a Kafka dando una charla en la que hoy es una sala de reuniones o, bastantes años más tarde, a James Cameron inspirándose en su café para diseñar el restaurante del Titanic. No son los únicos. Un poco antes de que se desatara la Segunda Guerra Mundial, el británico Nicholas Winton se alojó en el Grand Hotel Europa mientras planificaba el transporte de varios cientos de niños judíos a Gran Bretaña, y lo consiguió. Hoy una placa con su nombre y una breve reseña de su hazaña le homenajea en el restaurante.

No fue hasta la década de 1950 que pasó a llamarse Grand Hotel Europa, aunque años de decadencia le condenaron a un cierre que llegó en 2013. Su vuelta a la vida en 2025 ha corrido a cargo de W Hotels que, de una reforma original de 3 años pero que al final han sido 8 “por cuestiones de patrimonio y también de costes”, según fuentes de la propia cadena, ha devuelto el brillo a los diferentes espacios y detalles originales (desde las barandillas de hierro forjado ornamentadas de las escaleras hasta los tiradores de las puertas). Un detalle importante aquí es la marca W, que parece haber dejado al lado su fama de fiestera con la que nació para transformarse en una marca adulta más reverente y elegante, aunque su espíritu lúdico sigue presente.
El hotel está ubicado en el epicentro de la historia de la ciudad, en la plaza de Wenceslao, un espacio de marcada identidad checa donde han sucedido hitos fundamentales como, en el siglo XX, el anuncio de la efímera independencia del país. También fue un punto de reunión para las protestas que llevaron a la Revolución de Terciopelo, que derribó al gobierno comunista. Testigo fiel de toda esta historia, el Grand Hotel Europa, con su impresionante fachada coronada por dos figuras doradas que sostienen un globo terráqueo, escribe un nuevo capítulo en su historia.
Nueva vida, nuevos espacios
Los arquitectos Benoy y la empresa de diseño AvroKO’s London Studio, en colaboración con los diseñadores locales Chapman Taylor, han reinventado el hotel inspirándose en la riqueza cultural de Praga y en las raíces modernistas del edificio. Moderno pero lo justo, la paleta de colores utiliza los tonos originales del edificio patrimonial protegido, incluyendo tonos naturales y terrosos y un verde intenso para las decoraciones de estuco. Junto con la meticulosa restauración del edificio original también se ha anexionado un anodino edificio residencial ubicado justo al lado, dando lugar así a un ala contemporánea de 9 pisos en forma elíptica.
La conexión entre ambos edificios es a través de un pasillo iluminado por modernos candelabros de cristal de Bohemia. Al final de este espacio se presenta un nuevo mundo ante el huésped, el W Lounge, el centro social del hotel donde, desde la mañana hasta la noche, siempre pasa algo. Para comer, una carta un tanto decepcionante con platos como sandwich club, hamburguesa o pasta con diferentes salsas, sale del paso ante huéspedes que no buscan nuevas emociones gastronómicas. El W Lounge se extiende hasta una preciosa terraza y un jardín vertical, el W Lounge Garden, que rinde homenaje a la naturaleza y ofrece un sereno, o no, depende del día, lugar de evasión.
Dos hoteles en uno

Las 161 habitaciones del hotel, 23 de ellas suites, son un fiel reflejo de la modernidad y la tradición que habita en el hotel, bien sea en el edificio histórico o en la ampliación. Y a pesar de que la arquitectura del nuevo edificio y adopta el estilo Art Nouveau, la joya se encuentra en las vigas restauradas y las ventanas con arcos decorativos de las habitaciones originales del hotel.
Y a pesar de que hasta finales de abril no estará abierta el ala original, sí que pude visitar algunas de ellas, incluida una que alguna vez ocupó el ex director general del Gran Hotel Europa, Karel Sroubek. Y aunque son más pequeñas, la gran mayoría de ellas, cuentan con un encanto modernista difícil de superar. Restaurado con mimo y precisión, no resulta difícil visualizar a Tom Cruise en su papel de agente especial recorriendo el atrio de mármol del edificio donde se rodó alguna escena de la primera entrega de Misión Imposible. Hoy siguen presentes en él los murales de grandes ciudades europeas (las favoritas de Sroubek y que él mismo quiso recordar aquí) y ahora también está iluminado por una hermosa lámpara y elementos Art Decó y Art Nouveau.
Junto al vestíbulo se encuentra Klimchi, uno de los principales fabricantes de vidrio de Chequia que ha alcanzado una fama meteórica tras haber aparecido en la película Barbie. Su pequeña tienda está repleta de jarrones, jarras y cristalería de diferentes colores, siendo el rosa (Barbie) el más cinematográfico, todos con el distintivo diseño de burbujas de los años 50.
Grand Café Europa

El hotel, que fue epicentro de la alta sociedad praguense en los años veinte, no está solo en esta etapa, sino que también le acompaña el recuperado y emblemático Grand Café. Le Petit Beefbar at Grand Café es un bistró de lujo que rompe con los códigos tradicionales de los asadores y se centra en conceptos para compartir con carnes locales y divertidos platos tipo ‘comida callejera’ como aperitivo: no faltan los internacionales baos pero tampoco la sopa de goulash. De postre, no habrá nadie en todo el restaurante que no recomiende el soufflé de chocolate y, la verdad, no me extraña.
Situada frente al impresionante horizonte de Praga y con vistas panorámicas de los tejados y las iglesias e iconos como la torre de televisión y la Torre Eiffel en miniatura en la colina de Petrin, Above Rooftop es una terraza al aire libre que se inaugurará en primavera. Y aquí, en la azotea del hotel, se darán cita sesiones de DJ, una carta propia de comida y bebida y la combinación perfecta de relajación y energía.

El galardonado coctelero Jan Šebek ofrece en Minus One, situado en la planta baja, una carta de cócteles innovadores y una selección de clásicos reinterpretados. Con alma de speakeasy y el objetivo de convertirse en la mejor coctelería de Praga, este bar cuenta con varios espacios que presentan una narrativa de diseño distinta, creando una antología de placeres sensoriales para el viajero exigente. Y los cócteles, que es a lo que se viene aquí, son sublimes.
Santuario urbano
Escondido, oscuro, sexy y con ese efecto ‘wow’ que muchos desean, pero pocos consiguen, el AWAY Spa es el punto culminante a la experiencia W Praga. Con una piscina climatizada como epicentro y un gran jacuzzi justo frente a ella, los huéspedes pueden disfrutar aquí de una completa experiencia termal con acceso a sauna, baño de vapor y una experiencia de inmersión multisensorial en la que recorriendo un pasillo oscuro y misterioso se reproducen las sensaciones de las cuatro estaciones a base de agua, luz y cambios de temperatura. El AWAY Spa también cuenta con un bar de belleza y cinco salas de tratamiento que completan este inesperado santuario urbano.