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Destino

Costa Rica, un país para sentirlo

 

Desde las costas del Pacífico al Caribe; desde las cumbres de sus afamados volcanes a los densos valles donde el verde estalla: Costa Rica es naturaleza, aventura, descanso y relajación. Un carácter perfilado por sus más de 51 mil kilómetros cuadrados definidos por la diversidad, la de sus paisajes y la de quienes los habitan. Una cualidad que invita a vivir el país con pasión e intensidad: no existe otra manera posible de entender esta tierra. No existe otra manera posible, en definitiva, de sentir Costa Rica.

 

PARQUE NACIONAL CORCOVADO: UN IDILIO CON LA NATURALEZA

Arrancar este particular viaje por el país de la Pura Vida en la hermosa provincia de Puntarenas, la más extensa de todas, no deja margen a error: desplegada en gran parte a lo largo de la costa del Pacífico, sus playas de ensueño y su riqueza natural son excusa más que suficiente para explorarla.

Famosa por sus paisajes y por su histórico puerto pesquero, Puntarenas seduce también por su inmensa riqueza natural. ¿Para comprobarlo? Nada como trasladarse hasta la Península de Osa, donde se halla el Parque Nacional Corcovado, uno de los lugares más remotos y con el 2.5 % de la riqueza biológica del mundo: es el hogar de una extensa lista de especies animales y vegetales.

Solo un poco más al norte, Costa Ballena hace honores a su nombre regalando una de las experiencias más enriquecedoras: el avistamiento de cetáceos —las ballenas jorobadas y los delfines mulares son asiduos a la zona— conforma una de las maravillas de las que disfrutar en este rincón costarricense. Sin salir de las aguas que bañan su litoral, el kayak, el buceo o el surf tientan al viajero a continuar viviendo su lado más marítimo. Nada como perderse por sus solitarias playas —Playa Tortuga, Playa Uvita, Playa Dominical…—, recorrer sus senderos naturales o iniciarse en el avistamiento de aves en este maravilloso edén natural. ¿Para acabar? Una incursión al Parque Nacional Marino Ballena: con sus 110 hectáreas de costa y más de 5,300 de océano, protege uno de los arrecifes de coral más hermosos de todo el planeta y donde además se puede observar la tortuga Lora . ¿Qué mejor manera de sentir Costa Rica?

UN VIAJE A OTRO MUNDO: EL ESPLENDOR DEL VALLE CENTRAL

Más de dos tercios de la población de Costa Rica reside en el Valle Central y esto, como todo, tiene su explicación. La enorme belleza que caracteriza la zona —¿quién no prefiere vivir rodeado de hermosos paisajes?—, y la importancia de la agricultura, ya nos dan las razones: solo hay que fijarse en las inmensas plantaciones de café que cubren los valles a las faldas de sus icónicos volcanes para entenderlo. Y lo explicamos: la actividad volcánica hace que sus suelos sean fértiles y ricos en minerales, lo que le ha permitido cultivar uno de los mejores cafés del mundo.

Uno de esos volcanes es, precisamente, el Poás, surgido en el corazón de la provincia de Alajuela y protegido por el Parque Nacional Volcán Poás; se trata de un volcán todavía activo y posee uno de los cráteres más grandes del mundo. La subida para contemplar su cráter, cuya laguna de aguas burbujeantes y ácidas es una de las estampas más representativas del país, es todo un must: cuando las nubes que se adueñan de la cima se dispersan y muestran la bella estampa, uno siente que el tiempo se para.

Eso sí, de entornos privilegiados saben también, y mucho, las vecinas Cataratas de la Paz: su catarata más larga, Magia Blanca, cuenta con 28 metros de caída. Rodeadas de puro verde e inmersas en la frondosidad del bosque lluvioso, con ellas la naturaleza hace de nuevo de las suyas y regala una de esas imágenes que se quedan para siempre grabadas en la retina.

EL ARENAL: MAGIA EN EL CORAZÓN COSTARRICENSE

No hace falta partir de Alajuela para seguir disfrutando de la Pura Vida. En este caso admirando, cara a cara, el Arenal, considerado uno de los volcanes más hermosos del mundo: normal que su forma cónica, prácticamente perfecta, sea objetivo de todas las miradas.

La gran suerte es que se puede disfrutar de su perfil desde prácticamente cualquier lugar a kilómetros de distancia: ya sea mientras se recorren los puentes colgantes entre bosques lluviosos, surcando los cielos al practicar canopy, remojándose en las aguas termales de sus piscinas o caminando por retorcidos senderos en el Parque Nacional Volcán Arenal, su silueta permanece impasible desde la lejanía, atenta a todo lo que sucede a su alrededor.

Alajuela forma parte también, por cierto, de las vecinas Tierras Altas de San José, que abarcan desde las afueras de la capital costarricense hasta localidades de arraigadas tradiciones como Grecia o Sarchí. De ellas son famosas las coloridas carretas talladas y pintadas a mano utilizadas en el pasado para, tiradas por bueyes, transportar el grano de café cultivado en sus tierras. Aprenderlo todo acerca de esta bella herencia cultural es posible visitando la Fábrica de Carretas Eloy Alfaro, fundada en 1920: un pequeño universo multicolor donde dejar fluir la imaginación.

SAN JOSÉ: PASADO, PRESENTE Y FUTURO

No es difícil retar a la mente a tiempos pasados al pasear por barrios como el de Amón o Escalante en Chepe, nombre que los ticos asignan cariñosamente a su capital. En este último, Escalante, pasado y futuro se tienden la mano sentados a una mesa repleta de sabores de toda la vida: antiguas casas de arquitectura neocolonial y victoriana son hoy sede de innovadores restaurantes en cuyos fogones se da rienda suelta al ingenio de sus jóvenes chefs.

Pero para entender bien la esencia de esta bella capital lo mejor es caminar. Dejarse llevar. Perderse por sus calles en busca de aquello que verdaderamente le da vida. Una parada obligada se halla en el Teatro Nacional de Costa Rica, de finales del siglo XIX y símbolo de la cultura costarricense cuya visita revela sus entresijos y permite conocer sus majestuosos salones y arquitectura.

Chepe continúa luciéndose en sus innumerables museos, desde el dedicado al jade al Museo del Oro Precolombino. También en su laureado Museo Nacional, símbolo de la abolición del ejército en el país. Tras el intenso baño de cultura, llegará el turno del San José más animado: el que se vive en el Mercado Central, donde toca impregnarse del color y la algarabía de los ticos entre cariñosos saludos, la música surgida desde cualquier rincón y el aroma a casado y gallopinto que emana de sus puestos de comida tradicional.

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