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Hotelería

El hotel de De Niro en Barcelona: las mejores vistas, lujo desenfadado y kimonos en el armario

El retoño de la cadena Nobu, propiedad del actor y del chef homónimo y diseñado por el prestigioso estudio Rockwell Group, es un derroche arquitectónico que conjuga la cultura nipona, peruana y mediterránea.

El reto era más que jugoso: armonizar en un mismo espacio el minimalismo japonés, la idiosincrasia peruana y la esencia mediterránea de la Ciudad Condal. Y se ha conseguido con creces en el Nobu Hotel Barcelona, el cinco estrellas perteneciente a la cadena propiedad del conocido chef nipón Nobu Matsuhisa, el actor Robert De Niro y el productor cinematográfico Meir Teper. Localización exacta: las antiguas instalaciones del emblemático Gran Hotel Torre de Catalunya, en la céntrica plaza de Sants, justo enfrente de la estación de tren y a un paso de los principales atractivos turísticos de la urbe y del mar.

Es el tercer retoño de la firma en España después de su desembarco en Ibiza y Marbella. Y ojo, que pronto que aterrizará en San Sebastián y ya hay ubicación para Madrid: la calle Alcalá. Y es que mucho ha llovido desde que Nobu arrancara su andadura en Nueva York en el año 1994 con la apertura de su primer restaurante de cocina nikkei (fusión japo-peruana). En 2013 llegaría el primer hotel en Las Vegas. Desde entonces, el trío fundador ya ha inaugurado 26 en todo el mundo.

En el caso del de Barcelona, el artífice del diseño que debía aunar la filosofía de los tres destinos implicados antes citados (Japón, Perú y Barcelona) en el Eixample ha sido Rockwell Group, prestigioso estudio de arquitectura e interiorismo con sedes en Nueva York, Los Ángeles y Madrid. Como ejemplo, su equipo de 250 personas repartidos en las tres sedes se ha ocupado del diseño del mítico teatro Dolby de los Oscars, además de firmar infinitos ambiciosos proyectos alrededor del globo (de Málaga a Shanghai, de Londres a Riad…) relativos a museos, aeropuertos, restaurantes o espectáculos musicales.

Para este Nobu, el grupo liderado por el premiado arquitecto David Rockwell ha apostado por un lujo desenfadado a base de materiales naturales y orgánicos como la madera, el bambú o la piedra que se fusionan con la sutil artesanía japonesa para crear un retiro relajante y urbano, colorido y vibrante, rompedor y cuidado. «Fue todo un reto conjugar las tres culturas y para ello tratamos cada espacio de forma personalizada», explica Eva Longoria, directora del estudio en Madrid.

Esa ingente labor de investigación previa se advierte de los ascensores al propio lobby, que además de dar la bienvenida, ejerce de estiloso espacio de coworking y de nexo entre el edificio y la vida ahí fuera, en la calle. Lo hace a través de la simbología mediante un jardín de árboles de bambú, un muro que recuerda los elementos de la Tierra, una puerta Shinto al más puro estilo nipón y obras de arte en cada esquina, empezando por la magia de los telares de Perú que se intuyen detrás de los mostradores del check-in, por ejemplo, o sobrevolando el techo, de doble altura. O siguiendo en la monumental escalera de caracol que conecta las áreas comunes.

Conexión con la ciudad

No en vano, estamos ante un «concepto de alojamiento y restauración innovador y moderno en conexión permanente con la ciudad y sus habitantes», como señala Laurence Dubey, directora del hotel, quien tuvo que ver cómo su retoño se cerraba nada más comenzar a andar, ya que, en realidad, el Nobu abrió sus puertas a modo de rodaje a finales de 2019. Pero, claro, llegó la pandemia y todo se vino abajo. «Aprovechamos todo ese tiempo para reforzar el proyecto, hacer cálculos de pruebas y error, innovar…», añade Dubey.

El hotel está compuesto por 259 vanguardistas habitaciones más una suite Presidencial de 150 metros cuadrados situada en la planta 22 (el edificio tiene 23). «Cada una es diferente por las características peculiares del edificio, irregular, pero en todas prima la conjugación de vanguardia y tradición«, especifica Greg Keffer, arquitecto, socio y directivo de Rockwell Group, mientras muestra las piezas de inspiración japonesa instalados sobre el dosel de la cama de la 210.

Los detalles continúan con el precioso juego de té nipón, las lámparas de diseño artesanal, los kimonos del vestidor, los paneles japoneses recreados en las puertas de los armarios, los tonos azules del Mediterráneo conjugado con ocres…Y la galleta de la suerte que dan la bienvenida al huésped junto a un retrato del anfitrión, Nobu Matsuhisa.

La conjugación de elementos icónicos de Barcelona como los mosaicos del Parque Güell con otros del país del chef sigue en el acogedor spa o en el restaurante, joya de la corona del lugar. Léase con el rescate del arte del kintsugi, técnica para arreglar las fracturas de la cerámica con barniz de resina solo o mezclado con polvo de oro, plata o platino. Se puede contemplar en la barra de cócteles del Kozara Bar, a dos pasos de la cocina vista de donde salen las delicias ideadas por el chef español Sergio Martínez, que releva a Hervé Courtot, chef corporativo del grupo.

El restaurante se ubica en la última planta del hotel, con una panorámica en 360º de toda la ciudad. Las vistas perfectas para degustar clásicos de Nobu como el sashimi de yellowtail (hamachi o pez de cola amarilla) con jalapeños, el bacalao negro con miso o el tartar de toro con caviar. Hay mucho más: las ostras con las salsas Nobu, el tiradito, la tempura de gambas con mayonesa picante, la pasta de calamar con salsa ligera de ajo, el solomillo de ternera con teriyaki, anticucho o wasabi a la pimienta… Quien lo probó, lo sabe.

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