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Destino

Pequeños museos para descubrir Roma

Porque la ciudad eterna también se descubre en palacios, casas de intelectuales o fábricas que albergan pinacotecas no tan conocidas 

En Roma también hay pequeños museos, aunque, a priori, se vea la capital italiana como una ciudad de grandes museos. De hecho, resulta incluso sorprendente que, en una ciudad inundada por grupos de tour operadores y cruceristas, la mayor parte de los museos mencionados a continuación puedan visitarse a menudo en solitario.

Por supuesto que se consideraría una transgresión al orden turístico establecido visitar la ciudad eterna por primera vez y no contemplar (y fotografiar) los frescos de la Capilla Sixtina, recorrer las Galerías Capitolinas, la Galleria d’Arte Antica en el Palazzo Barberini o el Museo Nazionale Romano en el Palazzo Massimo. Pero Roma también se descubre también en sus iglesias y en el rastro de su pasado, así como en pequeñas colecciones que, a menudo, pasan desapercibidas.

PALACIOS, PALACIOS Y MÁS PALACIOS

Cada cardenal, cada sobrino del papa reinante, cada príncipe (en Italia, un título nobiliario como marqués o duque), necesitaba una sede en Roma que no desmereciese su posición. Y eso requería un extenso inmueble, una gran escalinata, salones de recepción con techos de la altura necesaria, una pinacoteca que incluyese a los artistas adecuados y, siempre, una colección de escultura clásica que legitimase su posición como antigua familia romana, aunque se tratase de recién llegados.

Es difícil mantener la indiferencia ante el esplendor del Palacio Doria Pamphilj. El edificio es el mayor palacio habitado de la ciudad. Comprende una manzana completa que bordea el inicio de la Via del Corso.

La familia adquirió el inmueble en el siglo XVII y lo reconstruyó con la grandiosidad que exigía el cabeza de familia: el papa Inocencio XEl retrato que le pintó Velázquez se expone en una sala junto con un busto de Bernini. La Galería de los Espejos lleva a la pinacoteca, que incluye obras de Caravaggio y Tiziano. El actual príncipe, que mantiene su residencia en el palacio, ha impulsado una activa política cultural

Muy cerca del anterior, junto a la plaza Venezia, se alza la sede de una de las familias (está sí) más antiguas de Roma: el palacio ColonnaSu galería es sobrecogedora. A diferencia de los Doria-Pamphilj, los Colonna se muestran celosos de su intimidad. El palacio abre al público únicamente los sábados por la mañana, por lo que es conveniente reservar plaza. 

Cerca de Campo dei Fiori, en la plaza Capo di Ferro sorprende una bella fachada manierista. El palacio Spada se alza en guirnaldas, esculturas y medallones. Dentro, desde el patio, se abre la célebre Perspectiva de Borromini, encargo del cardenal Spada, en la que el arquitecto barroco hace ostentación de su dominio de la disciplina en un trampantojo arquitectónico ubicado en un corto pasillo columnado. En el primer piso se ubica la galería, que ofrece una nutrida colección en la que figura una bonita Santa Cecilia de Artemisia Gentileschi.

Es necesario cruzar el puente Pio hacia el Trastevere para llegar al palacio Corsini. Allí residió la reina Cristina de Suecia cuando se convirtió al catolicismo, y allí reunió una colección que pretendía ilustrar su idea de la religión y la cultura. Aunque sus esculturas fueron adquiridas por la reina española Isabel de Farnesio y se exponen en el Museo del Prado, la pinacoteca que alberga el palacio forma parte de la Galería Nacional de Arte Antiguo, con un íntimo San Juan Bautista de Caravaggio.

Muy cerca de palacio Corsini se encuentra Villa Farnesina, que fue la primera villa suburbana de la ciudad, construida por el banquero Agostino Chigi a principios del siglo XVI. No se trata propiamente de un museo, pero los frescos de la sala de Galatea, de Rafael, y la gracia de sus proporciones merecen la pausa

Al otro extremo de la ciudad se encuentra otra villa suburbana que ha dado nombre a uno de los grandes parques de RomaVilla Borghese. Concebido como pabellón de recreo, el edificio que ocupa actualmente la Galería Borghese guarda una de las colecciones esenciales de la capital. Impulsada por el cardenal Scipione Borghese, mecenas de Berniniconserva dos de las esculturas más célebres de escultor: Apolo y Dafne y El rapto de Proserpina, así como obras icónicas de Caravaggio. Las reducidas dimensiones de edificio y la afluencia de público hacen necesaria la reserva previa.

ROMA ES ESCULTURA

Las colecciones de escultura clásica distinguían a las grandes familias romanas desde el Renacimiento. En su mayor parte, se trataba de obras que habían aparecido al construir sus villas de recreo. En otros casos, se adquirían como signo de prestigio. La mayoría se han integrado en museos estatales, pero algunas de ellas, como el caso de la colección Torlonia, permanece en manos de la familia y tan solo se hace visible en exposiciones temporales

No es ese el caso de la colección Ludovisi, que hoy forma parte del Museo Nazionale Romano y se expone en el palacio Altemps, muy cerca de la Piazza Navona. El palacio, que el cardenal Altemps construyó en el siglo XVI, avanza en torno a un patio con una logia cubierta de frescos. 

La nobleza de la antigua Roma acumulaba las copias en mármol de obras griegas que adornaban jardines y bibliotecas. Solo las familias más poderosas podían permitirse los originalescomo es el caso del Trono Ludovisi, un altar griego del siglo V a.C. La devoción por la figura masculina se revela en el bello Ares Ludovisi y un excepcional Hércules. Pero la pieza más sorprendente, sin duda, es el monumental Gálata Suicida, que llena una gran sala en un torbellino destructivo.

La apertura de la sede de las Galerías Capitolinas en 1997 en la antigua central eléctrica Montemartini causó sensación en el tradicional panorama museístico romano. Sigue provocando sorpresa encontrarse con las esculturas entre la maquinaria original de la central. Precisamente en la sala de máquinas esperan las piezas más antiguas de la colección, recuperadas de templos de la época republicana, así como varios conjuntos procedentes de jardines imperiales y el frontón del templo de Apolo Sosiano, del que persisten tres columnas al pie del Campidoglio. El trayecto al museo, algo alejado del centro, merece la pena.

En pleno Corso Vittorio Emanuele II, entre Piazza Navona y Campo dei Fiori, pasa desapercibido el pequeño edificio que alberga el Museo Barracco. A finales del siglo XIX, el barón Barracco, político, alpinista y bibliófilo, dedicó una parte de su fortuna a crear una colección de escultura que comparase el arte clásico, griego y romano, con el de otras culturas, como la egipcia y la asiria. Así reunió un peculiar conjunto de obras que donó a la ciudad.

El Museo del Ara Pacis, en la plaza de Augusto Imperatore, sustituyó en 2006 el antiguo edificio de época fascista que albergaba el altar dedicado a la Paz que consagró el emperador Augusto. El diseño de Richard Meier, una caja acristalada que permite contemplar el monumento desde el exterior, causó una violenta controversia que puso en evidencia el conservadurismo latente en la ciudad. Gianni Alemanno, elegido alcalde dos años después por el partido de Berlusconi, prometió demoler el edificio. Afortunadamente no cumplió su promesa. En el interior, los bellos relieves del altar se completan con otros restos arqueológicos y una galería de retratos de la dinastía Julio-Claudia, a la que pertenecía Augusto. 

Resulta interesante la visita del recién inaugurado Museo dell’Arte Salvata, o del Arte Recuperado, en el Aula Ottagona, una estructura que alojó en su momento un planetario, y que formó parte, en origen, de las Termas de Diocleciano. Allí se exponen obras de arte robadas, vendidas o exportadas ilegalmente, recuperadas por las autoridades. El acceso está integrado en la entrada al Museo Nazionale Romano.

MUSEOS DE AUTOR

Roma ha sido, desde el Grand Tour, destino de artistas, diletantes, escritores e intelectuales. Aunque la ciudad, abrumada por la conservación de su propio patrimonio, no ha prestado excesiva atención a la mayor parte de sus visitantes ilustres, guarda el rastro de algunos de ellos.

En la selección de museos pequeños en Roma para descubrir no puede faltar el del escultor noruego de principios del siglo XX Hendrik Christian Andersen (no confundir con el escritor), que construyó Villa Hélène cerca de la Piazza del Popolo. El estudio de Andersen, que cultivó un estilo grandioso de inspiración clásica, reúne una multitud de personajes de una gran expresividad. Le unió una estrecha relación con el escritor Henry James, eterno expatriado, como él. Su correspondencia le identifica como su único amante conocido. 

Situada en la Piazza de Spagna, la Casa de Keats-Shelley ofrece atractivo para los entusiastas de los escritores románticos. Allí murió el poeta Keats a los 25 años. La casa fue rehabilitada un siglo después en su memoria. Lo más valioso es su biblioteca, dedicada al Romanticismo.

Mario Praz posee el carácter mítico que Italia otorga a sus intelectuales, acrecentado por su propia excentricidad. Crítico literario y de arte temido por su desdén, erudito del Neoclasicismo, acumuló durante su vida una ecléctica colección de muebles y objetos. Descendiente de banqueros y de madre aristócrata, desarrolló un gusto que se podría calificar como biográfico. 

En su obra La casa de la vida, vincula los objetos adquiridos a sus experiencias de forma tan estrecha que se hacen indistinguibles. Desde su alojamiento en el palacio Ricci en via Giulia, sus posesiones fueron trasladadas al Museo Mario Praz en el palacio Primoli, cerca de la Piazza Navona, donde dan un sentido renovado al horror vacui. Desde la pandemia se encuentra cerrado, pero la institución espera una próxima reapertura.

ENTRE NAPOLEÓN Y GARIBALDI

La invasión de Italia por los ejércitos de Napoleón no llevó, como en España, al “odio al francés”, ya que fue el francés quien liberó la Península de la opresiva presencia austríaca. Por otra parte, no se produjo el saqueo sistemático de patrimonio que se practicó en España. En muchos casos, las obras fueron “adquiridas”, como la colección de escultura clásica de la familia Borghese, hoy en el Museo del Louvre. De ahí que sea posible que exista en Roma un Museo Napoléonico, instalado en un inmueble vecino al Museo Mario Praz.

Los fondos están centrados en la rama italiana de los Bonaparte a través de obras de arte, reliquias históricas y memorabilia familiar. Recorre las vicisitudes de la familia durante el siglo XIX hasta la caída de Napoleón III en Francia.

En el llamado Palacio Bonaparteen la plaza Venezia, vivió durante sus últimos años Maria Letizia Ramolino Buonaparte, Madame Mère, la madre del propio Napoléon. Tras la caída y muerte de su hijo, el edificio, del siglo XVII, fue reacondicionado como homenaje al Emperador. Es característico el balcón verde desde el que la dama contemplaba el tráfago de la ciudad. 

Para los que deseen avanzar hasta la Unificación Italiana, el Museo del Risorgimento, ubicado en el monumento a Vittorio Emanuele II, repasa el periodo entre las Guerras Napoleónicas y la Primera Guerra Mundial a través de documentos y objetos. Dedica una especial atención a las campañas de Garibaldi. Guarda armas, uniformes, las botas del revolucionario cuando fue herido en la batalla de Aspromonte, así como la primera bandera tricolor conservada

En definitiva, pequeños museos en Roma no faltan. Y para todos los gustos…

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