Llega la bajada generalizada de temperaturas y no hay nada que tiente más que resguardarse a comer platos contundentes que nos reconforten en una mesa en buena compañía.
En este cometido no vale cualquier opción, pues ni todos los platos son lo mismo, ni todas las compañías, y mucho menos las vistas pintorescas del lugar donde nos paremos a comer.
Conscientes de que le ofrecen al visitante de fin de semana un plan completo, los restaurantes del pueblo se esmeran en ofrecer una experiencia con toda la carne en el asador. Aquí el lechazo se sirve acompañado de ensaladas frescas y vinos de la zona, completando una comida que muchos tardan en olvidar.
Sus paisajes naturales y su ambiente tranquilo lo convierten en un destino ideal para el turismo slow, con rutas de senderismo cercanas, talleres de artesanía local o y bocanadas de aire libre en la plaza central a contemplar la vida pasar.
De hecho, aparte del Castillo de Pedraza, en el que se instaló el famoso pintor Ignacio de Zuloaga (tras comprarlo), destaca la calle Real y la calle Mayor, estrechas y empedradas, así como la iglesia de Santa María y la puerta de la Villa que da acceso al conjunto amurallado.l de las llegadas de turistas. Y lo más probable es que dentro de unos años esta perla escondida del Viejo Continente sea redescubierta por nuevos visitantes.