La capital de Ecuador se prepara para celebrar, como cada 2 de noviembre, el Día de los Difuntos, para los cual los cementerios se engalanan con flores, cruces recién pintadas, cuadros y tarjetas especiales.
Desde temprano por la mañana, miles de ecuatorianos recuerdan a sus familiares y amigos fallecidos con rezos, vigilias y canciones. Quito Turismo destaca esta fiesta popular, que fusiona cientos de años de tradiciones y costumbres en una amalgama de ritos católicos e indígenas, donde la fe y la religión cobran vida en un acto de profunda significación.
Los pueblos originarios de Ecuador ya celebraban el culto a los muertos antes de la llegada de los españoles, pero con el cristianismo, la tradición se adaptó al calendario católico. Hoy, las calles cercanas a los cementerios se llenan de vendedoras de flores, estampas y puestos de comida típica, como la colada morada y las guaguas de pan, que reflejan el sincretismo religioso y el mestizaje culinario.
En el cementerio de Calderón, a 30 minutos de Quito, las comunidades indígenas visitan las tumbas de sus seres queridos y allí comparten la comida favorita de los difuntos, como una manera de homenajearlos y comunicarse con ellos, con la creencia de que la muerte es solo un paso hacia otra vida similar a ésta.
En 1978, la capital de Ecuador fue nombrada por la UNESCO como Primera Patrimonio Cultural de la Humanidad.