Abierto en 1886, el Gran Hotel Inglés del barrio de Las Letras rescata la elegancia de antaño con su estilo art déco, obra de uno de los estudios de diseño más prestigiosos del mundo, Rockwell Group.
Los días que siguieron a la inauguración del hotel más antiguo de Madrid (o el Gran Hotel Inglés del céntrico barrio de Las Letras), el 17 de noviembre de 1886, las páginas de El Liberal, La época y otros periódicos del momento señalaban orgullosos, como si algo les tocara, que acababa de nacer un alojamiento «verdaderamente notable» en la Villa y Corte, «a la altura de los mejores de Europa». Por algo, su dueño, el empresario don Agustín Ibarra, no había «omitido sacrificio alguno tanto en la adquisición del mobiliario como de modernos adelantos». A saber: fue el primer hotel de la ciudad con restaurante (el actual se llama Casa Lobo, nombre de la antigua calle del edificio, ahora Echegaray), además de otras bondades no habituales entonces como baños en cada piso, ascensor, alumbrado o calefacción.
De ahí que pronto se convirtiera en punto de encuentro de todo tipo de celebridades, que venían aquí a tertulear en sus salones de lectura, deleitarse con sus bravas y su cocido o esconder sus amoríos de miradas indiscretas en algunas de las 56 habitaciones (hoy tiene 48) desde 10 pesetas la noche. Eran algunas de las actividades de personajes como la cupletista Raquel Meller (dicen que practicó mucho esto último; por eso una suite hoy lleva su nombre), Benito Pérez-Galdós, Ramón del Valle-Inclán, Carlos Gardel, Virginia Woolf o la cantante Imperio Argentina, quien incluso se casó aquí cuando era toda una estrella.
Todos ellos disfrutaron del lujo, la exclusividad y el glamour de un edificio histórico que ha vuelto a recuperar este trío de atributos gracias a una pareja de hoteleros, Carmen Cordón e Ignacio Jiménez, que se enamoraron del alma del lugar y quisieron darle vida de nuevo. No en vano, tras el fulgor de sus inicios y el esplendor de los años 20 (aquí también se reunían aristócratas, políticos, toreros y la Generación del 27), la Guerra Civil lo convirtió en hospital. Luego pasaría a llamarse Hotel Imperio, cayendo en desgracia con los años hasta llegar al abandono.
Cordón y Jiménez, creadores de Hidden Away Hotels, selección de alojamientos boutique con identidad propia (u «hoteles de lujo que rescatan historias», como resumen) y presencia también en Mallorca y Sevilla, se empeñaron en que este tesoro oculto «renaciera de sus cenizas» contratando a uno de los estudios de arquitectura e interiorismo más prestigiosos del mundo, Rockwell Group.
Con sedes en Nueva York, Los Ángeles y Madrid, es el responsable del diseño del mítico teatro Dolby de los Oscars, además del de infinidad de restaurantes, aeropuertos, espectáculos o joyas de cadenas como The Edition, W Hotels, Marriott o Nobu (el de Barcelona, por ejemplo, es cosa suya).
EL SELLO DE ROCKWELL GROUP
La singularidad y la experiencia son la marca de la casa, a la que se unen buenas dosis de osadía y un trabajo centrado «en la personalización y el detalle», cuenta Greg Keffer, uno de los socios del estudio. «El objetivo era que quien venga se sienta como en casa; que sea un huésped-amigo«, añade Eva Longoria, directora de Rockwell en Madrid. No, no tiene nada que ver con la actriz.
Ella misma se encargó de recopilar la nutrida información que sobrevolaba por el hotel para que volviera a ser el oasis urbano de sofisticación de antaño. «Encontramos postales en blanco y negro de Madrid de los empleados que dormían en las buhardillas y las recuperamos para forrar los armarios de las habitaciones», relata ante la Suite Real de 125 m2 con muebles de bronce y cristal, mini bar vintage, suelos de madera, paredes forradas con paneles de piel acolchada, sábanas de 500 hilos de algodón egipcio, toallas y albornoces de doble rizo…
Las características se repiten en el resto de las habitaciones, inspiradas en el art déco. Es la seña de identidad también de la barra de cócteles de autor que se ve al fondo del vestíbulo nada más entrar en el hotel. Llamado LobByto (ya decíamos que antes ésta era la calle Lobo) en el hall pasa de todo: es un espacio de co-working, se pueden Qatar los platos de la carta firmada por el chef con estrella Michelin Fernando Arellano, tomar una copa, escuchar música, leer (hay una biblioteca con más de 600 referencias), se celebran mercados… A gusto del huésped-amigo.