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Destino

Los 10 pueblos más bonitos de Portugal

Portugal es mucho más que Lisboa y Oporto. Descubre sus pueblos más encantadores, desde los alrededores de Comporta hasta el hermoso Algarve

La costa dorada del Algarve y los animados clubs de playa de Comporta tienen un atractivo innegable. Pero la magia empieza al alejarse de los nombres más conocidos, de las multitudes. Los pueblos más bonitos de Portugal son lugares fascinantes que descubrir, y estos son nuestros diez favoritos.

1.    Carvalhal

Este pueblo cercano a Comporta está rodeado de pinares, campos de arroz y dunas, y sus extensas playas de arena blanca son el lugar perfecto por el que pasear al galope al atardecer. Es tan fácil como alquilar un caballo en la agencia cercana, Cavalos na Areia, y cruzar las dunas hasta alcanzar las aguas de color turquesa coronadas por crestas de espuma. Si te apetece algo menos aventurero, el Comporta Beach Club de Praia de Carvalhal sirve las ostras más frescas que te puedas imaginar, y las puedes disfrutar en la misma orilla, con los pies en el agua. A la vuelta, no te pierdas los nidos de cigüeña en lo alto de los postes telefónicos cercanos al pueblo ni las casitas tradicionales de tejados rojos.

2.    Lindoso

Lindoso se encuentra en el parque nacional de Peneda-Gerês, uno de los lugares de mayor atractivo natural del país. Sus más de 50 hórreos, a los que se llama espigueiros, son especialmente característicos, con su aspecto de mausoleos en miniatura. Son estructuras de granito, alzadas sobre columnas y con aberturas verticales de ventilación, coronadas por cruces. El diseño ayuda a mantener una temperatura y humedad óptimas para conservar el grano. Además, el pueblo se encuentra cerca de un castillo medieval que tuvo un papel importante en la guerra de la Restauración portuguesa gracias a su ubicación tan cercana a la frontera. Por si fuera poco, los impresionantes paisajes que lo rodean, con sus cumbres y sus profundos bosques, son hogar de lobos y águilas reales.

3.    Marvão

Ni siquiera hace falta llegar a las murallas centenarias de Marvão para enamorarse perdidamente de la villa más bonita del Alentejo. Se encuentra a 862 metros sobre el nivel del mar, en un majestuoso promontorio con el que se funden sus muros de color granito, que cercan las diminutas casas encaladas, las iglesas del siglo XV y las calles adoquinadas que le dan su característico encanto. Merece la pena quedarse unos días en la Pousada Marvão, en la calle principal, para disfrutar plenamente de las vistas desde su terraza.

4.    Cacela Velha

Este pueblito está cerca del extremo este del asombroso parque natural de Ría Formosa, sobre una colina y protegido por las ruinas de una fortaleza del siglo XVIII. Sus casitas blancas con detalles en azul (según dicen, para ahuyentar al demonio) y chimeneas exquisitamente adornadas son tan características de la influencia árabe como fotogénicas. La iglesia del pueblo, reconstruida tras el devastador terremoto que asoló Portugal en 1755, tiene un pórtico de estilo renacentista que merece la pena ver, pero fuera del pueblo también hay lugares únicos. Muy cerca están las arenas doradas de las mejores y menos conocidas playas del Algarve, que se llenan de cálidas lagunas cuando baja la marea.

5.    Belmonte

El lugar de nacimiento de Pedro Álvares Cabral también tiene cierta fama por sus raíces judías. Es uno de los pocos lugares de la península Ibérica donde la cultura y herencia judías pervivieron, aunque tuvieran que mantenerse en secreto, a partir del siglo XVI. Si quieres conocer la fascinante historia de las familias de este lugar, puedes visitar el Museo Judaico de Belmonte. No te pierdas tampoco el castillo, que data del siglo XIII, y la iglesia de São Tiago, con su sencillez románica. En su interior se puede ver una preciosa pietà en granito.

6.    Amarante

Amarante es uno de los tesoros ocultos del norte de Portugal, un pueblo de calles estrechas flanqueadas por mansiones del siglo XVII de balcones de madera pintados en tonos vivos. Junto a la iglesia de São Gonçalo, un santo especialmente querido en la región por sus habilidades como casamentero y solucionador de problemas conyugales, está el museo de Amadeo de Souza-Cardoso. Este pintor, uno de los artistas portugueses más influyentes del siglo XX, nació en Amarante, y hay una colección de su obra cubista expuesta aquí. Para comer, no te pierdas las especialidades típicas del norte de Portugal, como el arroz con pato o la cabra a la parrilla, en uno de los restaurantes con vistas al río Támega. También puedes probar dulces típicos en una de las mejores pastelerías del país, la Confeitaria da Ponte.

7.    Monsanto

El asentamiento musulmán de Monsanto fue conquistado por el primer rey portugués, Afonso Henriques, que lo entregó a los caballeros templarios. Este pueblo tan llamativo recibió en 1938 el curioso distintivo de “aldea más portuguesa de Portugal”. Sus diminutas casas se resisten a ser engullidas por la roca, y brotan de entre enormes peñascos con formas peculiares y caóticas. No se puede entrar en coche al centro, pero un paseo hasta las ruinas del antiguo castillo romano ofrece unas vistas inmejorables, y de ahí se llega en un momento hasta el restaurante Petiscos & Granitos, donde se sirve el delicioso guiso típico de habas con cilantro.

8. Sortelha

Sobre un saliente rocoso con vistas sobrecogedoras de sus alrededores se encuentra Sortelha, cuyo castillo centenario tiene una posición privilegiada. A sus pies hay una picota que data de 1510, coronada por una esfera armilar. Todo el pueblo está rodeado de curiosas formaciones de granito, entre ellas la Cabeza de la Vieja y el Beso Eterno, por la similitud de los bloques de piedra a dos rostros que se acercan para besarse. Las casas, rodeadas por la muralla que antaño protegía al pueblo, han cambiado muy poco desde el Renacimiento, y todo tiene ese toque de viaje al pasado que proporciona el entorno perfecto para la feria medieval anual.

9.    Alte

Alte tiene esa mezcla tan onírica de calles empedradas y buganvillas de colores vivos que destacan contra las casitas encaladas. En verano, huye del calor dándote un remojón en Fonte Grande, una de las piscinas naturales del pueblo. Échate en la hierba a hacer un picnic o acércate a una de las muchas cafeterías y bares a probar los caracoles y la cerveza portuguesa. También puedes pedirte un brownie de algarroba para llevar y aprovechar para pasarte por el museo del pueblo.

10.    Talesnal

La región central de Portugal tiene varios pueblos conservados con mucho mimo que se caracterizan por sus casas construidas con lutita. Aunque están repartidos por el campo, hay un grupo especialmente destacable en la Serra da Lousã, de gran importancia histórica. Están unidos entre sí por rutas de senderismo, y ofrecen un ejemplo perfecto de la gastronomía y artesanía locales. De entre todos ellos, Talesnal es el que se ha dado más a conocer, tanto por su belleza como por el apreciado restaurante Ti Lena, con platos como la cabra asada con castañas que se recogen en esos mismos montes. Pásate por una de las tiendas a por un talasnico, un dulce tradicional de miel, castaña y almendra.

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