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Atracciones

El nuevo museo Frick Madison de Nueva York

El 18 de marzo, la impresionante colección de Goya, Velázquez, Vermeer y Turner de la Frick Collection salta de la Quinta Avenida a Madison Avenue mientras la sede principal se somete a dos largos años de obras de ampliación.

Solo una docena de calles al sur del famoso Metropolitan Museum of Art, en plena milla de los museos, se levanta la mansión de Henry Clay Frick. Fue en 1912 cuando este magnate de la industria del coque y el acero, nativo de Pittsburgh, en el estado de Pennsylvania, se instaló en este precioso palacio de Thomas Hastings, el mismo arquitecto que apenas unos años antes había levantado otra joya en la ciudad, la sede principal de la New York Public Library. Además de ser avispado en los negocios, Frick tenía buen ojo con el arte y acabó amasando una gran colección que cedió a la ciudad para ser exhibida al público después de su muerte. En los años 30, su hogar se convirtió en un museo que ofrece algo único: cotillear la opulenta vida de la clase alta de Nueva York mientras contemplas obras de los grandes maestros europeos de la pintura y escultura.

 

La Frick Collection es uno de esos pocos secretos que guardan unos neoyorquinos que se resisten a compartir un espacio con tanto encanto y sin las aglomeraciones de los otros museos de su misma avenida. Si te han entrado unas ganas locas de visitarlo (como es normal), lamentablemente tenemos una buena y una mala noticia para ti.

Como es tradición, empecemos por la mala. La mansión histórica va a estar cerrada durante los próximos dos años por unas laboriosas obras de ampliación. ¿La buena? No nos quedamos sin arte porque abre una sucursal temporal llamada Frick Madison, a tan solo cinco minutos de su hogar habitual.

Antes de entrar en el dramático cambio en la nueva disposición de la colección, tenemos que detenernos, una vez más, a admirar la arquitectura que la acoge. El edificio Breuer ocupa una de las esquinas de la calle 75 con Madison Avenue y atrae inmediatamente todos los ojos. Por algo es fruto del llamado movimiento brutalista caracterizado por edificios de rasgos minimalistas, ángulos geométricos y materiales crudos. El 1966, el arquitecto Marcel Breuer inauguró este edificio que albergó la colección de otra gran institución de la ciudad, el Whitney Museum of American Art, y, luego, en 2016, después del traslado a su sede actual en el Meatpacking District, lo ocupó la rama de arte moderno del mismo Metropolitan Museum of Art. El llamado Met Breuer no supero la pandemia y, el año pasado, cerró sus puertas. Y la Frick Collection no ha dejado escapar la oportunidad de mudarse allí.

El traslado no puede ser más radical. De los salones saturados de detalle de la mansión Frick, a la desnudez del edificio Breuer. Y ahí reside la gracia de esta ocupación temporal como explica el curador Xavier F. Salomon en la presentación del nuevo Frick Madison. “La colección ha sido deconstruida para ofrecer otro punto de vista, muy diferente. Hemos diseñado una distribución agrupando escuelas de arte por cronología. No pretendemos ser una enciclopedia, no contamos la historia del arte entera, pero sí explicamos la historia de un hombre amante del arte”.

Así, en la segunda planta encontramos piezas de maestros del norte de Europa de la talla de Vermeer, Rembrandt, Hals y Van Dyck. El tercer nivel se centra en las escuelas italiana y española para admirar obras de Velázquez, Murillo, El Greco y Goya. Por último, en el cuarto piso, podemos contemplar grandes pintores franceses e ingleses, como Turner y Constable, y también una impresionante colección de esculturas y porcelana.

Toda la colección, que incluye piezas que no se exhiben regularmente en la mansión, está dispuesta despojada de interferencias. Por no haber no hay ni carteles explicativos de las obras. Aquí la prioridad es quedarse embobado ante los cuadros y recorrer a un librillo de mano o a la aplicación de móvil que funciona de audioguía para ponerse al día.

En unas paredes grises desnudas y enmarcadas por un techo de hormigón y un suelo de madera, el arte despunta, como nos explica la curadora Aimee Ng. “En el segundo piso puedes ver tres obras originales de Vermeer, juntas, en el mismo espacio. Pero sin muebles, alfombras, ni interferencias. Creamos una experiencia nueva de algo que quizá ya hayas visto. Y verás como, ante esta sobriedadlos más mínimos detalles resaltan”.

Otra de las paradas obligatorias es la sala del tercer piso donde se exhibe ‘San Francisco en éxtasis’ de Giovanni Bellini. Este rincón del museo es de los pocos que recibe luz natural a través de una ventana trapezoide y la iluminación traza un inesperado paralelismo con la obra de este maestro italiano. Aunque la pintura se lleva gran parte del protagonismo, el Frick Madison nos empuja a detenernos en la sección de porcelana. Las tazas, teteras y vasijas, dispuestas por colores, como se hacía originalmente en las tiendas, flotan en la pared en una forma muy artística ya en si misma.

El comisario Salomon insiste que no podemos irnos sin pasar un buen rato en el espacio dedicado al pintor francés Jean-Honoré Fragonard. “Esta sala incluye la colección completa de 14 cuadros del artista que nunca exhibimos juntos por problemas de espacio. Además, preservamos la disposición inicial que pensó Fragonard, lado a lado y frente a frente”. Seguro que los cupidos que pinto en esos lienzos van a generar muchos selfies entre los visitantes.

Sin duda, el nuevo Frick Madison hará esta espera de dos años más llevadera. Cuando terminen las obras en la mansión de la Quinta Avenida habremos salido ganando. No sólo tendremos más galerías y una zona dedicada a la investigación y lectura más amplias sino que, por primera vez, podremos visitar el segundo piso donde residía la familia Frick y que muy pronto se llenaran de arte. Ya sea en el edificio clásico o en el moderno, la Frick Collection debe ser un museo que aparezca en el programa de tu próximo viaje.

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