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Hotelería

El hotel de Roma que idealiza y resucita las Termas de Diocleciano

Su spa con tratamientos de la antigüedad y el recién inaugurado restaurante INEO son las joyas del Anantara Palazzo Naiadi Rome Hotel.

Esta nota, que tiene como elemento común el agua, empieza en el subterráneo y acaba, diecisiete siglos después, seis plantas más arriba. Esa es la distancia, física y temporal, que separa los días en que los romanos pasaban las tardes en las termas de Diocleciano y el spa del hotel Anantara Palazzo Naiadi, edificado en parte sobre las ruinas del que fue el complejo de baños más grande de la antigua Romacon capacidad para más de 3,000 personas y una extensión de 13 hectáreas. El spa toma como referencia el culto al cuerpo y al bienestar que se profesaba en los días del Imperio, ofreciendo una amplia gama de tratamientos inspirados en aquella época, entre ellos el Ritual Termal de Diocleciano, que incluye ingredientes como el aceite de oliva, miel, sales marinas y plantas medicinales como el hipérico o hierba de San Juan, también conocida como cazadora de demonios. Otra de las terapias que se vincula a los tiempos antiguos es el Tratamiento Facial de los Gladiadores, especialmente aconsejado para hombres, que actúa contra las agresiones de la piel causadas por el estrés y los agentes atmosféricos.

El hotel se sitúa en uno de los dos palacios porticados de la plaza de la República, levantados por Gaetano Koch, el gran arquitecto de la Roma humbertina, en la exedra de las Termas de Diocleciano entre 1887 y 1898. En la planta baja del Anantara Palazzo Naiadi todavía se pueden ver, a través de unas vitrinas abiertas en el suelo, el sistema de canalizaciones de las termas. En la década del 2000, uno de los dos palacios fue convertido en hotel de lujo con el rediseño del arquitecto Maurizio Papiri. Sin salir de la plaza de la República, en un vistazo de 360 grados, podemos ver los tres elementos característicos de la arquitectura romana a lo largo de los siglos: el travertino del propio hotel, el basalto de los clásicos sampietrini de las calles romanas y el ladrillo rojo de la Basílica de Santa María de los Ángeles y de los Mártires diseñada por Miguel Ángel, quien integró el edificio religioso dentro de las termas. 

El pórtico neoclásico que da acceso al hotel es, probablemente, la entrada más impresionante entre los hoteles romanos. El vestíbulo elevado, la lámpara de cristal de Murano en el Lounge Bar del lobby o los elementos y piezas originales que el Papa Clemente XI encargó para el Vaticano en 1705, son el anticipo de la elegancia del resto del hotel. Las mejores habitaciones tienen vistas a la plaza y a otro elemento vinculado al agua que, precisamente, da nombre al hotel. La primera fuente que hubo en la plaza formaba parte del acueducto de Aqua Marcia. La actual, llamada de las Náyades —Naiadi en italiano—, muestra en el centro al Glauco, una figura masculina que agarra a un delfín y que simboliza el triunfo del hombre sobre la naturaleza. A su alrededor, cuatro figuras femeninas representan a las ninfas o náyades del agua: la de los Lagos sostiene un cisne, la de los Ríos aparece estirada sobre un monstruo fluvial, la de los mares está montada sobre un caballo y la de las Aguas Subterráneas va a lomos de un dragón. 

Más agua. En la azotea del hotel, el baño en la piscina, abierta entre mayo y septiembre, permite tener una buena panorámica de Roma. Esta primavera, la oferta del rooftop se va a complementar con la apertura de un restaurante y una coctelería. En el apartado gastronómico destaca la reciente apertura del restaurante Ineo, palabra latina que significa entrar o iniciar. Su menú degustación es una emocionante sorpresa desde los aperitivos, dedicados al pollo, el particular homenaje del chef Heros de Agostini a su infancia en Roma en la década de los 80, cuando correteaba alrededor del mercado del Esquilino mientras su familia llenaba la cesta de la compra. Tras una etapa en la que pasó por Berasategui y por el Celler de Can Roca, Heros regresó a Roma con la sensación de sentirse extranjero en su ciudad. Esta oda al pollo es la manera que encontró de volver a conectar con sus raíces. Mención destacada merece también el carrito del pan, con diferentes opciones para acompañar cada plato. Durante todo el servicio se escucha la voz, casi celestial, de una cantante en el lobby, que reinterpreta algunos temas clásicos del rock y el pop de las últimas décadas. En el momento del postre suena Rome wasn’t built in a day, un tema más que acertado para explicar la historia que se concentra alrededor de este emblemático establecimiento. 

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